En la cultura cristiana la palabra es lugar de la manifestación del Verbo de Dios, y por tanto, lugar de creación y de revelación
(A. Aradillas).- Hoy a cualquier cosa se le llama cultura. Es este -la cultura- uno te los términos más devaluados en las conversaciones sociales, religiosas, cívicas, políticas y, por supuesto, «televisoras» y medios asimilados en los que se mueven y conmueven nuestros encuentros.
Y tantas y tan graves deficiencias se sitúan de modo espectacular y crujiente en las más altas esferas de la enseñanza y de quienes de alguna manera son responsables de que se empleen correctamente las palabras, con el fin de poder entendernos y entender a las otras personas.
Para el diccionario, «cultura» es el «resultado de cultivar los conocimientos humanos mediante el ejercicio de las facultades intelectuales» así como «conjunto de conocimientos y modos de vida y costumbres que se dan en un pueblo o en una época».
Cultura no es ni solo ni fundamentalmente, por tanto, información. Esta, con la cual hoy se identifica con desdichada frecuencia, ni es ni hace cultura. En ocasiones, es hasta la peor de sus formulaciones. Cultura no es solo conocimiento y menos el adquirido o impuesto de alguna manera con procedimientos y medios facilotes exentos de operatividad intelectiva. Cultura es un modo -el modo- de vida, por antonomasia.
Para cristianos, y no cristianos, cultura es el evangelio. Con tal titulo bibliográfico –Evangelio y Cultura-, acaba de publicar la editorial «CN- Ciudad Nueva«, un libro firmado por Giuseppe María Zanghi, cuya lectura ayudará a muchos a poner los puntos sobre las «íes» acerca de lo que es, representa y exige toda cultura y más la cristiana.
De su autor se dice, con pundonor y veracidad, que «es un escritor poliédrico, coincidiendo en todos sus escritos sus doctos saberes en filosofía, teología, estética, literatura y en sabiduría oriental, con la profundidad reconocida y dada por supuesta en todo investigador. Fue director de la revista de pensamiento «Nuova Umanitá» desde su fundación en 1979, hasta el momento de su muerte en enero del 2015. El libro publicado por «CN» pretende ser un homenaje a toda su labor intelectual plasmada en multitud de artículos y en otros libros».
«El autor toma como punto de partida la relación del hombre con el Absoluto que se encuentra en el corazón -en la cultura- de todos los pueblos, para llevarlo a su punto culminante con la encarnación del Logos divino. La lógica de la dualidad y de la del símbolo es superada, porque Dios – Amor acoge en sí al mundo y a la creación, es decir, al hombre».
Tal descripción y revelación en el libro que reseño, sí que es realmente cultura. Todo lo demás que se llama cultura, con tanta falsía, fluidez e hipocresía, no tiene cabida en las 204 páginas del texto. Reclama justa y enardecida atención también la idea de que «en la cultura cristiana la palabra es lugar de la manifestación del Verbo de Dios, y por tanto, lugar de creación y de revelación», así como que «el mismo silencio fue y es elegido por Cristo como camino y espacio de acogida total».
Son muchos los capítulos en los que es preciso subrayar no pocos párrafos, portadores de esplendorosas ideas y formulaciones. De entre ellos, destaco los de «Razón e intelecto en la unidad de la persona», » el mundo», «la persona» «el pensar», «Dios», «la palabra», «Iglesia y mundo», «la persona como principio y fin del individuo», «Europa y la cultura cristiana» y «el pensar como mito, como Logos y como AMOR».
El capítulo final – La tercera navegación»-, justificaría por sí solo la lectura de este libro.
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