Roberto Tomichá aboga por “descolonizar las mentes para corazonar la vida cotidiana”
(José Manuel Vidal, Boston).- Unas mil personas, entre ellas muchos jóvenes, llenan a rebosar el enorme salón de actos de butacas rojas del Boston College, para escuchar a algunos de los teólogos que están participando en el I Encuentro Iberoamericano de Teología. «Aquí, la religión interesa mucho, incluso a los más jóvenes», explica Rafael Luciani, uno de los organizadores del evento, ante la sorpresa de los participantes españoles.
Al acto le llaman ‘conversatorio’ y consiste, como la palabra indica, en que los asistentes preguntan a los ponentes. Todo a la americana. Con presentadores, que tratan de echarle un poco de pimienta al acto con sentido del humor.
Se celebraron dos conversatorios. Uno, dirigido a los profesores y alumnos de la Escuela de Teología y Ministerio del Boston College. Y, otro, abierto a todo el público. En el primero intervinieron, presentados por el doctor Groome, los teólogos Carlos María Galli y Roberto Goizueta. El primero explicó las grandes líneas de la Teología del Pueblo, relacionándola con el ‘kairos’ Francisco. El segundo, reivindicó la Teología del Mestizaje de Virgilio Elizondo, como una de las corrientes de la Teología de la Liberación.
En el segundo conversatorio, los ponentes fueron Juan Carlos Scannone, Consuelo Vélez y Roberto Tomichá. Previamente se proyectó el video de saludo al Encuentro del General de los Jesuitas, el venezolano Padre Sosa.
Scannone, uno de los padres de la Teología del Pueblo explicó cómo había surgido ésta en Argentina de la mano de Lucio Gera y reivindicó que, desde el principio, siempre formó parte de la Teología de la Liberación. Eso sí, sin dejarse arrastrar por el método de análisis marxista. Un tema que le planteó un joven fraile de barba larga en una de las preguntas.
La Teología del Pueblo, de la que bebe el Papa, se centra en el diálogo entre el pueblo de Dios y los pueblos de la tierra. «Por eso, Francisco habla del Pueblo de Dios como multiforme, comparándolo con la figura del poliedro, que mantiene la unidad, pero respetando las diferencias», dijo Scannone.
La teóloga colombiana Olga Consuelo Vélez recordó «la persecución constante y profunda a la que el cardenal López Trujillo sometió a la Teología de la Liberación». Y añadía: «De hecho, muchos seminaristas fueron formados en contra de la TL, en una dinámica eclesiástica de persecución real, que no ha desaparecido por completo, porque 30 años de persecución no se acaban con tres años de pontificado»
Pero «las semillas de la TL plantadas por los pioneros permanecieron ocultas en la tierra y, ahora, en el pontificado de Francisco, florecen de nuevo«, dijo la profesora de la Universidad Javeriana de Bogotá.
Uno de esos frutos de la Teología de la Liberación, la Teología de la interculturalidad o de la Transculturalidad, fue la que explicó al auditorio el teólogo boliviano Roberto Tomichá, que contó su propia experiencia vital hasta que llegó la Teología de la Liberación. En ella, descubrió que «en el pueblo hay sabiduría profunda y mística».
También descubrió a Guamán Poma de Ayala, un indígena del siglo XVI, que «fue capaz de vivir el cristianismo en clave indígena, en un contexto adverso de colonización y opresión». Y el teólogo confesaba que entonces pensó: «Si él pudo, yo también puedo hacerlo y ser un cristiano indígena chiquitano, que no tenga que renunciar a sus raíces para creer».
Tras el conversatorio, visita guiada al Boston College, la prestigiosa universidad de los jesuitas que nos acoge y que dispone de un campus enorme y precioso, donde se está abriendo camino la Teología en español de la mano de dos profesores laicos venezolanos: Rafael Luciani y Félix Palazzi.
El día concluyó con una cena de gala en la antigua mansión del tristemente famoso cardenal Law, al que se acusa de encubrir toda una serie de casos de abusos a menores, una historia magistralmente narrada en la película ‘Spotlight’. Hoy, el palacio episcopal de Law está reconvertido en museo y salones para recepciones oficiales.
El reto de la interculturalidad
La ponencia de la mañana la dictó unas de las grandes figuras del Encuentro, el teólogo brasileño Agenor Brighenti, presidente del Instituto Nacional de Pastoral del episcopado brasileño y miembro del equipo de reflexión y perito del Celam. Como tal participó activamente en la conferencia de Santo Domingo y en la de Aparecida.
Agenor sostiene, con Mircea Eliade, que «el descubrimiento de las culturas y de la religión como su alma es el mayor descubrimiento del siglo XX, responsable de la irrupción del pluralismo cultural y religioso«.
El experto brasileño comenzó denunciando «la lógica de la violencia de la colonización«. De hecho, a su juicio, «el cristianismo fue implantado en nuestras tierras más por la fuerza que por la persuasión. Los conquistadores venían con la misión de la expansión del imperio de la fe. El cristianismo que nos llega es una mezcla de mercado y salvación, con un modelo simbólico de conquista y cristiandad».
Pero también, entonces, hubo santos y profetas, como Bartolomé de las Casas, Vasco de Quiroga, Toribio de Mogrovejo, Valdivieso, Antonio Viera, Montesinos o Manuel da Nóbrega, entre otros muchos.
Ellos son la prueba de que surgió también, desde el principio, una «conciencia genuinamente evangélica», que, con el paso del tiempo, se plasmó en la aceptación de la «pluriculturalidad como componente del propio ser de la Iglesia».
Y es que, según el profesor Brighenti, «la relación evangelio-culturas se puede dar en dos paradigmas diferentes: como ‘evangelización de las culturas’ o como ‘evangelización inculturada’. El primero parte de la Iglesia y de los evangelizadores. El segundo, del pueblo que acoge el Evangelio y su cultura como realizaciones del Espíritu a lo largo de la historia».
El teólogo se decanta abiertamente por este último paradigma, que denuncia proféticamente las «culturas de la dominación, que se imponen sobre las culturas de los pueblos, a través del sistema económico». Ésta «cultura de la dominación o ‘cultura del muerte’ encarna una permanente violencia contra las culturas locales». Y contra ella «hay que luchar con coraje profético«.
Tras un debate profundo, pero siempre amable sobre la interculturalidad, se pasó a las tres comunicaciones. La primera, la de la teóloga española Carmen Márquez Beunza, que aplicó la interculturalidad al fenómeno migratorio. Tras explicar lo que está ocurriendo en Europa con las migraciones y los refugiados, concluyó invitando, de la mano de Francisco, «a la cultura del encuentro» y al modelo de «la Iglesia samaritana».
Roberto Tomichá disertó sobre ‘Interculturalidad y misión en América Latina’ y denunció que «persiste más dominio que diálogo constructivo en el cristianismo y la práctica del diálogo entre cosmovisiones simbólicas resulta todavía difícil, mientras la teología sigue siendo abrumadoramente monocultural y, por tanto colonial».
A su juicio, es necesario poner en marcha «una alternativa a la mirada y a la mentalidad colonial, que pasa por la descolonización de las mentes y del conocimiento y por el fortalecimiento de las relaciones interculturales». O dicho de otra forma, «descolonizar las mentes para corazonar la vida cotidiana», asi como «recuperar la memoria histórica del buen gobierno, del buen vivir y de la tierra sin males».
Cerró el cliclo de ponencias del día, el obispo de La Guaira, Raúl Biord, con una ponencia muy alabada sobre «misión y evangelización», en la que subrayó varias cosas. Primero, que «la misión evangelizadora es el corazón de la Iglesia», que, con Francisco, exige una «conversión pastoral» y «la salida misionera como paradigma».
En segundo lugar se centró en la fundamentación teológica de la misión como desafío, como paradigma y como «patria trinitaria de comunión y misión», para concluir que «la Iglesia no tiene una misión, la misión tiene una Iglesia».
De ahí que, según monseñor Biord, sea necesario ampliar la teología de la misión, que «incluya la ‘missio Dei’ desde el misterio trinitario: missio creationis, missio redemptionis y missio sanctificationis, que desemboca en la ‘missio Eclesiae'». Porque «la esencia de la Iglesia, su Adn genético es ser una comunidad misionera».