No olvidemos que todo cristiano está en el camino hacia su verdadera patria: el cielo
Benedicto XVI lanzó hoy un llamamiento para que se garantice la acogida y una vida digna a los inmigrantes, después del rezo del Ángelus en la Plaza del San Pedro.
Benedicto XVI recordó a aquellas personas que se «ven obligadas a dejar sus países, por diferentes razones, entre las que están las guerras o la pobreza» y que «conocen la precariedad y a menudo encuentran poca comprensión«.
Pidió que «puedan ser acogidos y tener una existencia digna» y que sobre todo en este tiempo que prepara la Navidad puedan encontrar «una solidaridad fraterna que les ayude en sus necesidades y sostenga su esperanza«.
«No olvidemos que todo cristiano está en el camino hacia su verdadera patria: el cielo y que la Virgen María que conoció los viajes y el exilio acompaña nuestra marcha», agregó el Papa.
Texto íntegro de las palabras del Papa en el Angelus:
¡Queridos hermanos y hermanas!
En el Tiempo de Adviento la liturgia pone en relieve, de manera particular, dos figuras que preparan la venida del Mesías: la Virgen María y Juan Bautista. Hoy san Lucas nos presenta a este ultimo, y lo hace con características diversas de los otros Evangelistas. «Todos los cuatro Evangelios colocan al inicio de la actividad de Jesús la figura de Juan Bautista y lo presentan como su precursor. San Lucas ha llevado hacia atrás la conexión entre las dos figuras y sus respectivas misiones … Ya en la concepción y en el nacimiento, Jesús y Juan son colocados en relación entre ellos» (La infancia de Jesús, 23). Esta impostación ayuda a comprender que Juan, en cuanto hijo de Zacarías e Isabel, ambos de familias sacerdotales, no solo es el ultimo de los profetas, sino que representa también al entero sacerdocio de la Antigua Alianza y por lo tanto prepara a los hombres al culto espiritual de la Nueva Alianza, inaugurado por Jesús (cfr ibid. 27-28). Lucas además deshace toda lectura mítica que a menudo se hace de los Evangelios y coloca históricamente la vida del Bautista: «En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, mientras Poncio Pilato era gobernador … bajo los sumos sacerdotes Ana y Caifás» (Lc 3,1-2). Al interior de este cuadro histórico se coloca el verdadero gran acontecimiento, el nacimiento de Cristo, que los contemporáneos ni siquiera notarán. Para Dios los grandes de la historia ¡hacen de marco a los pequeños!
Juan Bautista se define como la «voz de uno que grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos» (Lc 3,4). La voz proclama la palabra, pero en este caso la Palabra de Dios precede, en cuanto es ella misma a bajar sobre Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto (cfr Lc 3,2). Él por tanto tiene un gran rol, pero siempre en función de Cristo. San Agustín comenta : «Juan es la voz. Del Señor en cambio se dice: «Al principio existía la Palabra» (Jn 1,1). Juan es la voz que pasa, Cristo es el Verbo eterno que era en un principio. Si a la voz se quita la palabra, ¿que cosa queda? Un sonido vago. La voz sin palabra resuena en el oído, pero no edifica el corazón» (Discurso 293, 3). A nosotros hoy espera la tarea de dar escucha a aquella voz para conceder espacio y acogida a Jesús en el corazón, Palabra que nos salva. En este Tiempo de Adviento, preparémonos a ver, con los ojos de la fe, en la humilde Gruta de Belén, la salvación de Dios (cfr Lc 3,6). En la sociedad de consumo, en la que se está tentado de buscar la felicidad en la cosas, el Bautista nos enseña a vivir de manera esencial, para que la Navidad sea vivida no solo como una fiesta exterior, sino como la fiesta del Hijo de Dios que ha venido a traer a los hombres la paz, la vida y la verdadera felicidad.
A la maternal intercesión de María, Virgen del Adviento, confiamos nuestro camino al encuentro del Señor que viene, para estar listos a acoger, en el corazón y en toda la vida, al Emanuel, el Dios-con-nosotros.
(Rd/Rv/Agencias)