Estados Unidos, acude de «víctima» a la Ryder Cup

(PD).- Calmado «Ike», otro huracán deportivo y de grandes proporciones acecha el campo de golf de Valhalla, en Kentucky: Europa pisa suelo norteamericano para medir desde mañana y hasta el domingo sus fuerzas en la Ryder Cup con los golfistas estadounidenses a las órdenes de Paul Azinger.

La misión encomendada a Azinger es la más comprometida de la historia. Él y sus doce hombres deben voltear la tendencia negativa que les ha perseguido en las dos últimas décadas.

Desde 1985 el equipo europeo ha levantado ese minúsculo trofeo cargado, empero, de significado en ocho de las once ocasiones. Además, Europa viene de ganar las tres últimas ediciones, y las dos más recientes con un marcador récord (18,5 a 9,5 puntos).

A la vista de estos demoledores datos, a los estadounidenses les cuesta entender cómo, viviendo en el país del golf por antonomasia (más de 28 millones de jugadores y más que en cualquier otro continente), una docena de sus mejores golfistas acaba humillada una y otra vez por los europeos.

Por ejemplo, un muchacho de Atlanta que haya cumplido los 13 años sólo ha podido contemplar en su vida una única victoria de sus ídolos sobre Europa -Brookline, 1999-. El resto, hasta cinco veces, las contará por derrotas. ¿Cómo un padre va a explicar a este muchacho que vive en el país considerado como la primera potencia mundial en golf?

No obstante, la percepción que los norteamericanos tienen sobre este deporte es que sus cientos de profesionales son los mejores del mundo. Esa observación más allá de sus fronteras es, en cambio, difusa, aunque el golf se inventara y reglara en las Islas Británicas.

Para ellos hay un puñado de buenos golfistas australianos, un fiyiano, alguno más de origen exótico y unos pocos más europeos, entre ellos un español joven, de nombre Sergio García. Y pare usted de contar.

Por eso, la cuestión de tanta derrota en Ryder Cup desde 1985 es inexplicable para el norteamericano medio y preocupa a los rectores del golf del otro lado del Atlántico. Ni siquiera la ‘megaestrella’ encarnada en hombre, Tiger Woods, y su liderazgo han bastado para evitar tanta debacle.

Lo peor para los norteamericanos, poco o nada acostumbrados a ver arriada su bandera en detrimento, en este caso, de la europea, es que para la XXXVII edición que mañana comienza ni siquiera podrán contar con Tiger, el mejor del mundo, pues se recupera de una grave lesión en los ligamentos de la rodilla izquierda.

Si con Tiger los americanos perdían, sin él y con seis debutantes que ha reclutado el capitán Azinger las posibilidades de voltear la tendencia de derrotas se reducen considerablemente, por una simple regla de tres.

Al margen de todo ello y aunque Azinger asegura que consultará vía móvil y diariamente las incidencias del torneo con Tiger, este es el panorama general con el que tendrá que batallar el equipo estadounidense: Europa está crecida y confiada en sus posibilidades, con un grupo de trabajo más compacto y acostumbrado al formato match play (por hoyos).

Sus hombres tienen más experiencia en Ryder Cup -cuatro debutantes-, poseen dotes de liderazgo (Westwood, García o Jiménez) y vienen de ganar los mejores torneos de la temporada: Harrington ha conquistado dos ‘Grandes’ (Open Británico y US PGA), García, el The Players o Quinto Grande; y Jiménez, el PGA en Europa, entre otros títulos.

Los europeos, además, ya no se ven sorprendidos por los campos americanos, ni por sus calles o «greens» (casi todos compiten asiduamente en ese circuito) y su capitán, Nick Faldo, es garantía de experiencia en Ryder Cup (récord con once ediciones disputadas), le asesora José María Olazábal y está al día de lo que ocurre con los golfistas estadounidenses, puesto que es comentarista desde hace dos temporadas del canal de golf de la CBS.

Visto así, el decorado se ve muy negro para los hombres de Azinger, por no decir que tan desolador como los efectos que ha provocado sobre la zona de Kentucky el tremendo huracán Ike y los que presumiblemente originará a su paso el equipo europeo.

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