Ya era hora.
Bajo el rugido ensordecedor del Santiago Bernabéu, el Real Madrid de Xabi Alonso aplastó al FC Barcelona por 2-1 en un El Clásico que fue un festival de dominio blanco y un escándalo de ayudas arbitrales a los azulgranas.
El marcador, ajustado por la benevolencia del señor del silbato, pudo –y debió– haber sido un 4-0 demoledor, dejando al Barça tambaleándose en su propia mediocridad.
Porque el gol del Barça fue un regalo de Arda Guler.
Vinicius Junior, en una noche de apoteosis personal, bailó sobre las cenizas culés, mientras Kylian Mbappé y Jude Bellingham firmaron los goles de la justicia.
En el otro lado, un Lamine Yamal invisible y una tangana final que olió a desesperación culé sellaron una derrota que duele como un puñal en el orgullo.
Desde el primer segundo, el Bernabéu se convirtió en un infierno blanco.

Los madridistas, con la sed de revancha por temporadas pasadas, ahogaron a un Barcelona que llegó con más ilusión que fútbol.
Vinicius, el diablo brasileño que ha mutado en emperador del regate, fue el corazón latiendo del Madrid.
Sus 14 regates exitosos, cuatro pases clave y una presencia omnipotente que desarmó a la defensa blaugrana lo erigieron como el héroe eterno de la noche.
«Vinicius no corre, vuela… y el Barça ni lo vio venir», coreaban las gradas, mientras el ‘7’ provocaba penaltis no pitados que los árbitros miraron para otro lado.
El despegue llegó en el minuto 22: Mbappé, el rayo francés fichado para noches como esta, cazó un contragolpe letal iniciado por Vinicius y, con un disparo cruzado implacable, hizo el 1-0.
El Bernabéu estalló en un terremoto de cánticos, y el Barça, descolocado, buscó refugio en balones largos que Militao devoraba.

Lamine Yamal, el joven mesías que el barcelonismo soñaba como salvador, fue un fantasma errante: ningún tiro a puerta, balones perdidos en cadena y una actuación tan etérea que hasta el resto del equipo, los reservas, negaban con la cabeza desde el banquillo.
¿El prodigio? En esta batalla de titanes, Yamal fue mero adorno.
La segunda parte fue un monólogo madridista.
En el 58′, Bellingham, el guerrero inglés con visión de general, remató de cabeza un córner para el 2-1: un tanto de puro instinto, de esos que cambian dinastías.
El Barça, herido de muerte, intentó lo imposible al final, pero sin tino ni gracia
El clímax llegó con el pitido final: una tangana monumental que convirtió el césped en ring de boxeo.
Araujo y Camavinga enzarzados en empujones, Xabi Alonso gesticulando airado ante los colegiados y un Pedri que se llevó amarilla y expulsado con roja por acumulación.
El Bernabéu, en éxtasis, ovacionó a su rey Vinicius, mientras los culés abandonaban el estadio con la cabeza gacha.

«Ganamos el partido y la guerra arbitral», soltó Alonso en sala de prensa, con una sonrisa que escocía en la prensa catalana.
Los culés, lívidos, balbucearon sobre «injusticias» que nadie compró.
Tres puntos que consolidan al Madrid en la cima de LaLiga y hunden al Barça en un mar de dudas.
Vinicius reina, Mbappé y Bellingham brillan, Yamal se esconde y la tangana escribe el epílogo perfecto.
El Clásico, en el Bernabéu, es –y será– madridista.

Como resumen ‘técnico‘: El Barça se quedó en Pedri, siempre excelente aunque acabara expulsado, Fermín, siempre fiable, y elm portero Szczesny, su inesperada figura.
Lamine Yamal pegó el petardazo.
Acabó un poco mejor que empezó y se va a Cataluña con una cuenta pendiente, como también la defensa del Barça, que fue de algodón.
