Por qué la prohibieron y cómo llegó a convertirse en un símbolo de poder en el baloncesto

La volcada, mate o dunk: la jugada que estuvo prohibida en la NBA y que ahora es un emblema

La capacidad atlética, la potencia, la velocidad, todos los atributos, sobre todo físicos, que tiene el jugador emblema que para alcanzar la fama del baloncesto norteamericano

La volcada, mate o dunk: la jugada que estuvo prohibida en la NBA y que ahora es un emblema
Michael Jordan, un ícono del baloncesto agresivo de la NBA

Aunque en Europa la cultura por la volcada apenas existe, en el baloncesto de los Estados Unidos no hay nada más apasionante.

Específicamente en la NBA, donde es conocido como dunk, slam, slam dunk, mate, hundida, donqueo o clavada.

Hoy el tiro de tres puntos es un símbolo para el nuevo juego, pero enterrar la pelota en el aro representa exactamente todo lo que define a la mejor liga del mundo: la espectacularidad y la explosión, incluso muchas veces sumadas al virtuosismo, la creatividad y a una estética que mezcla lo físico y lo técnico.

El resultado de la capacidad atlética, de la potencia, de la velocidad, de todos los atributos, sobre todo físicos, que tiene el jugador emblema que llega a la NBA. Hablamos de atletas fuertes, plásticos en su andar, que uno puede disfrutar surcando la cancha con la rapidez de un petiso y volando hacia el aro para definir con ferocidad y, a veces, hasta elegancia.

Una jugada que, si bien vale dos puntos, a veces significa mucho más. Una acción que tiene un trasfondo emocional, emotivo, que demuestra fortaleza, reacción, que sube la confianza del protagonista y sus compañeros, y que también levanta al público de sus asientos, que lo despierta de un posible letargo… Una gran volcada, en un momento clave, es capaz de cambiar un desarrollo de un partido. O de empezar a cambiarlo. También puede quedar en la historia.

El autor y lo que generó en ese particular momento. Como es la acción marca registrada de este torneo, hay cientos de volcadas que han quedado en el recuerdo y algunas de las cuales han trascendido décadas en la memoria colectiva de los fans. En esta nota vamos a repasar la historia, aquellas que quedaron en la memoria colectiva y los protagonistas que elevaron esta acción hacia el firmamento de las estrellas.

La volcada es casi tan vieja como el juego mismo, aunque no hay precisiones de cuándo fue la primera. Luego de que James Naismith, un canadiense de 30 años, inventara el deporte en un colegio de Springfield allá por 1891, el juego empezó a desarrollarse hasta que, se cree, entre 1910 y 1920 los jugadores comenzaron a intentarla. Algunos informan que, a principios de la década del 10, Jack Inglis concretó la primera.

Con ayuda del aro, eso sí… El jugador saltó a un costado del aro (sin tablero en la época), se sostuvo del mismo con una mano mientras que, con la otra, agarró un pase de un compañero y la enterró, dejando atónitos a los rivales. Lo cuenta el autor Bill Gutman, pero la acción no está documentada.

También existen reportes periodísticos de volcadas en los primeros años de la década del 30, aunque en la historia quedó el estadounidense Joe Fortenberry, el capitán del equipo estadounidense que logró el oro olímpico en Berlín 1936, en el debut olímpico del básquet.

El ala pivote de 2m04 se ganó el privilegio de ser el primero en realizar un dunk más tradicional en un partido oficial. “Fortenberry, igual que uno de sus compañeros, no usa el tiro ordinario. Se eleva del piso, alza la pelota y la deposita en el aro, como un cliente en una cafetería hunde el pan en el café”, describió el periodista Arthur Daly en un artículo del diario New York Times que le permitió ganar el prestigioso premio Pullitzer.

La jugada, vista como peligrosa en esa época, estaba reservada para los más altos, una clase de jugadores que empezó a aparecer de forma más consistente y terminó de cambiar el juego. A tal punto que los puristas de esos años consideraban que “se estaba perdiendo la esencia del juego, del pase y el tiro.

No hay premio para la puntería y sólo se busca lanzar la pelota hacia el tablero para que las torres conviertan fácilmente dos puntos”, se escribió en el diario Helena en los años 40. Esencialmente, el enojo se debía a que había demasiadas volcadas e interferencias defensivas, algo que estaba permitido en ese entonces. Justamente, fue Fortenberry el causante de la imposición de esa regla que prohíbe tocar la pelota cuando la parábola del tiro es descendente o está en el cilindro imaginario que se proyecta hacia arriba.

Phog Allen, periodista de Kansas, incluso pidió elevar el aro para que los gigantes no tuvieran tanta ventaja. “Volcarla no es una habilidad, es apenas una ventaja de altura”, escribió en su libro El Mejor Básquet, en 1937. En los años 40 y 50, la acción se popularizó y había jugadores que se tornaban imparables.

Como Bob Kurland, un pivote que aprovechaba sus 2m13 para anotar muchas veces con volcadas, lo que generaba el enojo de muchos rivales. Incluso, a los jugadores altos que repetían demasiado la acción, los defensores empezaron a hacerles foules fuertes, a la altura de las piernas, mientras iban en el aire, para desbalancearlos y hasta lesionarlos.

Recién en los 60 empezó a dejar de estar mal vista, cuando en la NBA la usaron jugadores dominantes como Bill Russell y Wilt Chamberlain (pivote de 2m16 que anotó 100 puntos en un partido, promedió 50.4 en 1962 y, como si fuera poco, logró volcadas feroces gracias a que era un portento físico imparable para la época).

Pero ojo, la volcada encontró terreno fértil en la ABA y no tanto en la NBA. La American Basketball Association era una competencia formada por equipos de ciudades más chicas y jugadores que no lograban entrar a la NBA que, para diferenciarse y cautivar a su propio público, decidió apuntar al show y entonces, además de buscar jugadores espectaculares, los motivó para que realizaran acciones distintas, llamativas…

Allí apareció una de las estrellas que marcaron la evolución de esta jugada, que la llevaron a otro nivel y quedaron en la memoria colectiva de los fanáticos. Hablamos de Julius Erving, quien a su impactante capacidad de salto le agregó virtuosismo y mucho estilo para convertirse en un jugador de moda, un vendedor de tickets, primero en la ABA (71-76) y luego cuando pasó a la NBA (76-87)… El alero se forjó en el básquet callejero, puntualmente en el “potrero” más famoso que tiene Nueva York, el mítico Rucker Park.

Allí, en la esquina de la calle 155 y la 8va avenida, en Harlem, este flaco de 2m02 con look afro convocaba tantos espectadores como los partidos oficiales. La gente quería ver a Julius, sólo con ese nombre bastaba para que se improvisaran tribunas alrededor del playground: los aficionados se subían a los árboles o a las terrazas de los edificios aledaños para presenciar el repertorio de Erving: saltos inverosímiles, movimientos nunca vistos en el aire y definiciones acrobáticas. Ahí nació su leyenda y el nombre con el pasaría a la historia, Doctor J, como le decían en la secundaria.

En Rucker Park operaba cada noche. Pero no sólo ahí. También en partidos de campeonato. Porque, casi en esa misma época, Julius fue figura la de la ABA, ganando tres títulos, cuatro premios MVP y tres veces siendo el máximo goleador. Todo en apenas cinco campañas.

En la última temporada de la competencia, en 1976, se organizó el primer concurso de slam dunk de la historia, con los más famosos volcadores: Artis Gilmore, George Gervin, Larry Kenon, David Thompson y Erving. Doctor J ganó la competencia cuando, en su perfomance de cinco intentos seguidos, impactó a los presentes cuando hizo algo que nadie había visto antes: saltó de la línea de tiro libre y la volcó (sobrado) con una mano.

Meses después, el alero pasaría a la NBA, puntualmente a Philadelphia 76ers, donde seguiría dejando su huella con su estilo único que cambió la forma de entender el básquet. Doctor J marcó a una generación entera, incluyendo a un tal Michael Jordan, quien creció tratando de copiar a su ídolo hasta convertirse en una evolución perfecta. Justamente, Erving fue MJ antes de que MJ existiera.

Pero, mientras en aquella época la ABA fomentaba una jugada que se convertía en la marca registrada del nuevo básquet espectáculo, la NCAA la prohibía. Fue en 1967 (y hasta 1978), cuando la organización la sacó de los torneos universitarios.

La regla fue conocida como Lew Alcindor (más tarde conocido como Kareem Abdul-Jabbar), el pivote de UCLA que la usaba habitualmente, pero se cree que su habitual uso no fue el motivo principal, sino la salud de los jugadores.

Se calcula que cerca de 1.500 estudiantes se lesionaron por querer realizar esa acción espectacular, en parte porque los aros y tableros no estaban preparados para soportar los impactos.

En la NBA, en cambio, la moda slam dunk cobró fuerza. No sólo con Erving sino con otros matadores, como Darryl Dawkins, un pivote de 2m11 que impactaba por su ferocidad. Incluso rompió dos tableros con su volcada típica, el tomahawk (la pelota se lleva hacia atrás de la cabeza y se hunde con el envión clásico de un hacha de guerra), lo que obligó a que la NBA implementara los dispositivos flexibles –tableros se mueven y vuelven a la posición- que existen hasta hoy.

A Dawkins le decían Trueno de Chocolate, el Gorilla, el Terremoto y hasta Dunk You Very Much (Gracias por la volcada). Está claro cuál era su principal virtud, ¿no?

Así fue que la NBA, con la visión de un directivo que pensaba siempre en el entretenimiento (David Stern), se dio cuenta que en su torneo sobraban jugadores que podían dar espectáculo e instauró el torneo de volcadas que alguna vez había tenido tanto éxito en la ABA.

Así fue que el 28 de enero de 1984, en Denver, se llevó a cabo el primero, con el mismísimo Doctor J y ocho rivales de excepción como el gran Dominique Wilkins, un joven Clyde Drexler, Orlando Woolridge, Michael Cooper, Darryl Griffith, Edgar Jones, la torre Ralph Sampson (2m24) y Larry Nance. Este último, un ala pivote de tremendo despegue que jugaba en Phoenix, se impuso gracias a dos volcadas top: en una enterró dos pelotas en la misma acción y en la otra tiró la pelota contra el tablero, la tomó con dos manos y la clavó para vencer al Doctor J en la final. Ambas quedaron en la historia y serían reeditadas en concursos futuros.

Fue el comienzo de una competencia que fue ganando popularidad y tuvo su apogeo en esa década, el punto álgido del esperado Juego de las Estrellas. La siguiente edición se la llevó Dominique, otro de los marcó una era y es considerado al menos como uno de los cinco mejores volcadores de siempre. Un alero de 2m03 con un combo explosivo: poder de salto descomunal, plasticidad impactante y determinación para crear en el aire.

Lo llamaban The Human Highlight Film (Jugador de Película) porque cada acción era espectacular y digna de aparecer en TV. Claro, también fue una superestrella de la NBA por años (promedió 25.4 puntos y 6.7 rebotes en sus 16 temporadas), aunque al no ganar título, pasó a la historia como un entertainer, un anotador feroz y un épico competidor de los torneos de volcadas. De hecho, ganó dos (84 y 90) y fue el gran rival que tuvo Michael Jordan en al menos otros dos.

No son pocos los que piensan que Nique, como le decían, debió coronarse también en 1988, quizás la mejor competencia de la historia. MJ se lo llevó por sus tremendas (e históricas) volcadas, aunque también –argumentan- por estar en casa (Chicago). Wilkins fue ganando hasta el último intento. Pero, en la del final, pese a hacer un giro de 360 grados y una definición a dos manos, le dieron apenas 45 puntos. Y eso le abrió la puerta a MJ, que necesitaba 48 para empatar y 49 para ganar.

Ahí ensayó aquel recurso inédito del Doctor J, saltar desde la línea de libres y volcarla con una mano. El primer intento lo falló, pero el segundo lo consiguió, llevándose la ovación del Chicago Stadium y los 50 puntos del jurado que necesitaba para lograr el bicampeonato (recordar cuando pareció pararse en el aire en el 87). Las fotos y videos de aquel torneo, en realidad de ambos ganados por Jordan, son de los más virales y vistos en la historia.

Son las épocas más recordadas, con torneos épicos y ganadores que quedaron en la memoria colectiva. Como Spudd Webb, el tercer vencedor. Un base de apenas 1m72 que volcó dos pelotas a la vez para imponerse en 1986. Como Dee Brown, otro “petiso” (1m85) que se tapó la cara con el codo para volcarla e imponerse en 1991.

Como Cedric Ceballos, quien se impuso un año después al enterrarla con los ojos vendados. En 1993 se coronó el Baby Jordan, Harold Miner, un tanquecito volador de 1m95, similar a MJ, que luego repetiría en 1995. Isaiah Rider brilló en el 94 y hasta le tocó a los blancos (¡pueden saltar!), cuando Brent Barry la enterró desde la línea de libres y se impuso en 1996.

Pero, ya en esa época, el torneo empezó a perder atractivo porque las superestrellas dejaron de anotarse, prefiriendo descansar y no arriesgar su cuerpo. Por caso, LeBron James, Russell Westbrook o Dwyane Wade nunca participaron. Y Kobe Bryant sólo lo hizo una vez, cuando estaba en su segunda temporada, en 1997. Lo ganó y dijo adiós para siempre.

El que lo resucitó fue Vince Carter, para algunos el mejor volcador de la historia, incluso por sobre Jordan. Air Canada, como era su apodo por ser casi una aerolínea en sí misma, desplegó un repertorio cautivante en el 2000, cuando hasta dejó la mitad del brazo en el aro en la volcada. Su potencia, elevación, carisma y estilo formaron un combo irresistible. Pero claro, Carter ya no volvió a competir y el concurso volvió a caerse.

Vince fue un nuevo eslabón en la cadena de evolución, una mezcla entre Wilkins y Jordan, con una ferocidad distinta, más intimidante y devastadora. Que además de revivir el torneo de volcadas en el 2000, luego repitió esas hazañas en partidos. No tanto como MJ, claro, porque no disputó tantas instancias decisivas ni partidos memorables como Su Majestad, pero algunas han quedado en la retina. Como aquella volcada a Mourning jugando para los Nets. La recibió en la línea de tres puntos, se abrió la defensa y atacó el aro. Y a Alonzo.

El pivote llegó al tarde (Vinsanity saltaba muy rápido) y vio como se la enterraba y lo tiraba afuera de la cancha, bastante similar a aquel dunk de MJ a Zoo. Sin dudas una de las cinco volcadas en partidos más recordadas de siempre. También, como MJ, escaló el monte Mutombo. Y lo hizo cuando era rookie…

En 2007, recibió en la línea de tres puntos, superó a Ginóbili y, cuando le salió Tim Duncan, lo pasó literalmente por encima. Hay otro argentino que sale en los highlights de Carter: Chapu Nocioni quedó para el poster en una clavada épica de Vince en 2007. Aunque su año top fue el 2000. No sólo por aquel histórico torneo de volcadas.

También completó el quizá mejor alley oop de la historia, jugando para los Raptors y en casa de los Clippers: en un contraataque recibió un pase volado un poco atrasado, pero se mantuvo en el aire hasta que tomó la pelota con una mano, corrigió y la enterró.

Pocos meses después, en Sydney, llegó la más famosa. No sucedió en la NBA sino en los Juegos Olímpicos del 2000, cuando robó una pelota y, al encarar el aro, se encontró con Frederic Weis parado en su camino hacia el aro. Air Canada pasó por arriba de los 2m18 del francés y la volcó, en lo que se considera como la jugada más espectacular de la historia del básquet FIBA.

Kobe Bryant, como gran imitador que fue de Jordan, también tiene sus épicas volcadas en partidos, sin el salto vertical de MJ pero con casi la misma técnica, virtuosismo y acrobacias. Quizá la más recordada sea aquella sobre ese portentoso Dwight Howard, cuando el pivote estaba en su temporada de rookie. Así lo recibió a la competencia… LeBron, con menos elegancia pero más potencia y poder, tiene decenas de volcadas feroces.

Jugando para Miami, hay dos: una impactante contra Nurkic (Portand) y otra, en Boston, contra Jason Terry, en 2013. Al escolta de los Celtics se interpuso en su camino y dejándolo varios segundos tirado en el piso. Fue como si lo atropellara un camión con acoplado. Para muchos, una de las volcadas más físicas de la historia. También hay otra, jugando para los Lakers, ante el serbio Bjelica de los Kings. Cuando LeBron penetra la zona y va lanzando en velocidad, mejor correrse, incluso hoy a los 35 años…

Hablando de volcadores físicos, nadie como Shaquille O’Neal, quien generó un terremoto en los aros cuando llegó a la NBA, en 1992. De tal magnitud en la escala de Richter que destrozó dos tableros en aquella temporada de rookie, primero en Phoenix y luego en Nueva Jersey.

Aquel contra los Nets, en el Meadowlans Arena, sin dudas está en el top 10 de las volcadas más recordadas de siempre, por la forma en que hizo añico tanto la jirafa como el vidrio del tablero. Hay otra sobre Chris Dudley, en la que se da vuelta en el poste bajo, sube, se la vuelca y lo termina empujando con los brazos fuera de la cancha. Tanta bronca le dio al pivote blanco de los Knicks que le tiró un pelotazo cuando Shaq volvió a defensa.

Blake Griffin fue otro de los grandes donkeadores de esta última época. Puntualmente desde el 2009 para acá. Una enterrada suya sobre Kendrick Perkins, pivote de Oklahoma, fue ubicada tercera en el ranking que la NBA armó de las volcadas de la década (2010-2020). El ala pivote, una mezcla entre Barkley y Kemp, tiene al menos otras dos que son épicas: una contra el ruso Mozgov (2m16), en 2010, cuando estaba en los Pistons y, aquella del All Star 2011, cuando saltó un auto para ganar el concurso en Los Angeles. Blake formó un combo letal con el base Chris Paul en los Clippers. En realidad, fue un trío, porque hay que sumar a DeAndre Jordan.

Al equipo lo llamaban Lob City porque parecía que cada vez que Paul la tiraba para arriba (lob) alguno de esos animales podía llegar volando y clavarla de forma descomunal. Batieron el récord de volcadas como equipo en una temporada. Justamente la mejor de la década, elegida por la NBA, fue un alley oop de Paul a Jordan contra los Pistons. Chris tiro el pase volando, el pivote la fue a buscar y, en el aire, enganchó a Brandon Knight (de los Pistons) y se lo llevó puesto camino hacia el aro.

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