El deportista ha perecido practicando «wingfly» en los Alpes suizos

El aventurero y presentador de TV Álvaro Bultó se mata volando ‘como un pájaro’

Era muy conocido por participar en diversos programas de riesgo en televisión

El aventurero y presentador de TV Álvaro Bultó (Barcelona, 1962) ha fallecido en la mañana de este 23 de agosto de 2013 en los Alpes suizos, cuando practicaba «wingsuit flying» o wingfly (el hombre pájaro o salto con traje de alas).

Conocido también en el mundo del corazón por ser el ex de muchos rostros conocidos, como la amistad especial que tuvo con la Infanta Cristina, Paloma Lago, Ivonne Reyes, Esther Cañadas, Raquel Revuelta, entre otras, tenía 51 años.

El «wingsuit flying» o «wingfly» es un deporte de alto riesgo que consiste en planear sobre el perfil de una montaña a unos 160 kilómetros por hora con un traje que incorpora membranas a modo de alas. Solo en Francia, han muerto cinco de esos hombres-pájaro este verano, tres de ellos en las últimas semanas.

Bultó, toda una vida al límite

En junio pasado el propio Bultó había sufrido un percance en Benidorm, como se comprueba en el vídeo que acompaña a esta información.

En aquella ocasión el también presentador de televisión intentó sobrevolar el Gran Hotel Bali pasando a solo 30 metros de su tejado, hazaña que le llevaría a terminar aterrizando en la playa, sin embargo, un giro imprevisto de su paracaídas le hizo acabar en el tejado del hotel. A consecuencia de la caída Bultó sufrió solo heridas leves.

Bultó tenía una larga trayectoria televisiva. Ahora rostro de Cuatro, también participó en «Así se hace» en Discovery Max y en el programa «Splash!» de Antena 3.

Tampoco se le resistió el baile, ya que participó en 2007 en «Mira quién baila» También ha presentado programas de televisión como «Frontera límite» en la primera cadena.

En su currículo deportivo, figura un gran número de hitos: participó en rallys como el «Camel Trophy» o el Dakar y en diversos campeonatos de motocross. Además, durante varios veranos ha sido director de un torneo de Motos de Agua por España.

Álvaro Bultó es hijo de Francisco Bultó, cofundador de la empresa fabricante de motos Montesa junto con la familia Permanyer. Posteriormente, la familia Bultó crearía Bultaco. Además, Bultó es tío del motorista Sete Gibernau.

DEPORTE DE ALTO RIESGO

Desde hace ya un tiempo, el «wingfly» o «wingsuit» -que ha acabado este viernes conla vida del aventurero Álvaro Bultó- es una de las modalidades que más tirón tiene entre los deportes extremo.

Está al alza, una sensación única según los que practican esta disciplina que permite realizar un planeo a una velocidad media de 160 kilómetros por hora.

Muchos expertos de todo el mundo coinciden en que está nueva modalidad será el futuro en vuelos con paracaídas ya que el que lo práctica percibe un subidón de adrenalina incomparable.

También llamado «wingsuit», es un deporte de alto riesgo que consiste en planear sobre el perfil de una montaña con un traje que incorpora membranas a modo de alas. Ha sembrado inquietud en Francia tras la muerte de cinco de esos hombres-pájaro este verano.

«Es muy espectacular, produce imágenes muy bonitas, pero es muy peligroso», resumió recientemente a Efe Jean-Michel Poulet, director técnico de la Federación Francesa de Paracaidismo, organismo que no reconoce el wingsuit entre sus disciplinas.

Un alemán, un polaco, un británico y dos franceses han perdido la vida en Francia desde el pasado 26 de julio, a los que se suma la muerte del paracaidista que dio vida al agente secreto James Bond en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, Mark Sutton.

El doble volador de 007 se estrelló el pasado 14 de agosto contra una colina rocosa de los Alpes suizos, tras saltar de un helicóptero a 3.000 metros de altura, lo que ha generado dudas sobre un deporte desconocido para el gran público que causa una veintena de muertos al año en todo el mundo.

Los planeadores de «wingsuit» practican el salto base, es decir, se dejan caer desde un acantilado o desde una cumbre enfundados en un traje que les hace parecer murciélagos y que cuesta desde unos 500 euros el modelo más sencillo a unos 1.500 por un diseño para expertos (entre 650 y 2.000 dólares).

Parte de la belleza del salto, que dura unos dos minutos a velocidades que pueden alcanzar los 200 kilómetros por hora, reside en volar muy cerca del contorno de la montaña a lo largo de varios kilómetros, antes de aterrizar con un paracaídas.

«Planean muy cerca del suelo y de los árboles, como pájaros», explica Poulet, quien insiste en que es una disciplina muy peligrosa y solo reservada a paracaidistas expertos.

El «wingsuit» (traje con alas) sólo es apto para quienes acrediten una sólida experiencia como paracaidistas, con al menos 500 saltos de caída libre convencional o 200 saltos en los últimos 18 meses.

Al menos, quienes quieran hacerlo desde un avión bajo y el paraguas de la Federación, que no ampara los saltos desde acantilados y montañas, en los que se registra la mayoría de los accidentes.

Su origen se remonta a 1930, pero la práctica moderna de este deporte la inventó a mitad de los años noventa del pasado siglo el francés Patrick de Gayardon, fallecido en Hawai en 1998 probando una nueva versión de su traje. Desde entonces ha ido ganando adeptos y en Francia se calcula que hay unos 300 aficionados.

Una cámara siempre adherida al cuerpo

Parte del atractivo de este deporte pasa por volar con una pequeña cámara adherida al cuerpo, grabar el salto y colgarlo después en internet, en plataformas de vídeo como Dailymotion o Youtube.

Las imágenes cortan la respiración por el peligro que desprenden pero hechizan también por la belleza de los descensos, con grabaciones de planeadores que casi rozan los árboles y que, incluso, se lanzan al vacío con una lata humeante en los pies para marcar la estela durante su itinerario.

No obstante, los expertos coinciden en que se trata de una práctica muy técnica y la comparan a la Fórmula Uno, donde cualquier fallo puede ser fatal.

Thomas Malahel, instructor de caída libre en Los Alpes que cuenta con 10.600 saltos en su currículum, aunque «solo» 200 desde montañas o acantilados, relaciona el atractivo del «wingsuit» con deportes como el alpinismo, con el añadido de que a la escalada se suma la belleza del salto.

«Pero pasar a diez metros del suelo es una idiotez», sentencia Malahel, conocido como Matos entre los aficionados al vuelo, quien considera que hay demasiadas opciones de que algo falle a tanta velocidad y tan cerca del relieve de la montaña.

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