Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

Referencias sociales

 

 

A la muerte de Franco, contaba yo con 27 años y 5 de experiencia laboral, era arquitecto técnico municipal del ayuntamiento de Vigo y desde mi mayoría de edad, coincidente con el mayo francés, siendo hijo de un “rojo” huido de los campos de concentración franceses y trasladado a Vigo desde 1953, “conspiraba” ingenuamente con mis camaradas contra el dictador, escuchando radio Andorra y poco más, en una España que vivía ya el llamado tardofranquismo o la dictablanda, momentos en los que el país vivía con fuerza el resurgir de su economía, el milagro español, el milagro propiciado por los llamados “lópeces”, una nueva generación de profesionales formada tras la guerra, en un país que se había librado de la catástrofe que asoló Europa y que tras unos 30 años de miseria y escasez empezaba a ver la luz de su esperado bienestar.

La España de 1975, en la que los supervivientes de “nuestra guerra” estaban ya al borde de la jubilación, nada tenía que ver con la de la inmediata posguerra, era una España en la que el poder militar y religioso habían ya perdido gran parte de su omnímodo poder, de un poder absoluto ejercido meticulosamente contra todo aquel que no encajara con el régimen y sus “virtudes”, o con la religión oficial y sus intransigencias, aunque la policía (los grises) y la guardia civil, los del tricornio (los verdes), aun causaban temor con solo nombrarlos. Las libertades, en general, habían empezado ya a asomar en los últimos años, aunque la política era, todavía, la principal asignatura pendiente, sin más opciones que la oficial.

Cuando llegamos a Vigo, desde Barcelona, en el ayuntamiento era alcalde Tomás Pérez Lorente, primer teniente de alcalde Casimiro Durán, segundo Gaspar Massó y tercero Ramón González Babé, con otras personalidades en la corporación como Ventura Lago, Antonio Bandeira, Manuel Freire, Manuel Sanjurjo, etc., todos ellos destacados industriales, creadores de riqueza y claras referencias sociales de un Vigo que era el exponente real de mayor crecimiento en Europa (nada que ver con las ridículas bravuconadas del actual alcalde).

En el puerto, Fernando Conde Ponte con Antonio Alfageme del Busto como vicepresidente, en la Diputación Enrique Lorenzo Docampo, en la Cámara de la propiedad, Manuel de Sas Murias, etc.

Vivíamos le llamada “democracia orgánica”, que consistía en que la corporación era dividida en tres partes, dos de ellas electivas y otra que venía dada, al igual que la figura del alcalde, designada desde Madrid. Las dos partes electas eran los llamados tercios familiar y sindical, elegibles por las familias censadas y los sindicalistas y empresarios afiliados a sus organizaciones, de entre aquellos que se presentaban al efecto.

Evidentemente el sindicato de entonces nada tenía que ver con sindicato abierto alguno, aunque si, en algo se asemejaban a los actuales, al menos en cuanto a su sumisión a quienes los mantenían, antes ideológicamente y hoy económicamente.

Sin tener que remontarnos a épocas no vividas, valga como ejemplo el contenido de una publicación enormemente ilustrativa de la ciudad, el «Anuario de Vigo 1.953-1.954», que aun conservo. En su índice figuran datos y acontecimientos que tuvieron una gran trascendencia para Vigo: «Un trascendental problema resuelto: la Zona Franca». «El aeropuerto: realidad». «Una producción gallega: Breogán films». «El puerto: nervio de nuestra economía». «Alcalde de Vigo (D. Tomás Pérez Lorente): la ciudad está en marcha hacia el millón de habitantes».

«En 1.954, entre enero y septiembre-!solo hasta septiembre!-los buques entrados fueron 409, de ellos 204 trasatlánticos (casi uno diario)…..» «Hace muy poco, en solo un día, cuatro grandes buques transoceánicos hicieron navegar por nuestra ría 66.000 toneladas de registro bruto. En las mismas 24 horas 1.800 pasajeros pasaron, en uno u otro sentido por la Estación Marítima».

«20.000 viviendas a construir en toda España figuran en el Plan Solís (entonces la vivienda protegida la construía el Estado). Se ha insistido en que una parte crecida de ese total será adjudicada a nuestra ciudad. !!!El Ayuntamiento, consciente del problema vigués de la vivienda, ha ofrecido solares en distintos barrios»!!!.

Se publicaba una «Guía General del Comercio, la Industria y los Profesionales» de la que fácilmente se deducía que la proporción entre profesionales que creaban riqueza y hacían ciudad con los que simplemente gestionaban u ofrecían servicios, era inversamente proporcional a nuestra realidad actual. Vigo era una empresa.

El número de fábricas de conservas en Vigo era de 52, consignatarios de buques 20, construcciones navales 24, Acopiadores de pescado 125, Acopiadores de marisco 45, Agencias de Aduanas 14, Armadores de buques pesqueros 105, Contratistas de obras 65, Exportadores de pescado 113. El número de epígrafes de distintas relaciones de fábricas de todo tipo era de 62. Una maquina a todo vapor.

Hoy la única política municipal, a través de su alcalde, prototipo de la absoluta ausencia de ejercicio democrático alguno, consiste en reponer aceras, construir jardines con forma de dinosaurios, prometer siempre el oro y el moro y mentir compulsivamente, sin hacer gestión alguna en pro del progreso de la ciudad, dejándonos huérfanos de Plan General debido a querer burlar un trámite, en beneficio de su desmesurada ambición, convenciendo a los vigueses de que siguen siendo victimas de todo y de todos, enfrentándonos con todas las administraciones y acumulando cargos exclusivamente en beneficio de su ego. La noche y el día.

No trato con esta relación de justificar aquello de que “cualquier tiempo pasado fue mejor” porque no creo que eso sea cierto, al menos no siempre, pero sí el que entonces la ciudad disponía de abundantes referencias personales de vigueses que sabían perfectamente lo que era crear, innovar, gestionar, llevar el timón de una industria, ofrecer puestos de trabajo y trabajar, de verdad, en bien de la ciudad.

Viene todo esto a cuenta de algo leído en los últimos días a propósito de la falta de prestigio social y profesional de los actuales políticos, una realidad incuestionable, en líneas generales.

Si nos atenemos a la corporación viguesa y comparamos la de entonces con la actual, el ejemplo es absolutamente válido, pues la única persona que parece tener un cierto prestigio teórico hoy en día es el actual alcalde, un ponteareano catedrático de economía en la universidad viguesa. Del resto muy poca cosa destacable, pero si de experiencia en el gobierno de empresa alguna se trata, el panorama es aun mas desolador, ya que el alcalde en su vida dirigió empresa alguna, limitando su vida laboral a desasnar en economía a jovencitos que nada saben sobre el particular, procedentes del bachillerato, para de ahí pasar a la política en un ir y venir en función de sus particulares expectativas, sin haber creado en su vida ni un solo puesto de trabajo.

Pero, ¿porqué pasados más de 60 años, hoy disponemos de políticos mucho menos preparados que entonces?, ¿por qué no hay ni una sola referencia social o empresarial de peso en nuestra política actual?

Mi respuesta, sostenida desde hace largo tiempo, es la de culpar de ello a los partidos políticos, instrumentos radicalmente ajenos al concepto de democracia, encargados de que esta no llegue nunca al ciudadano a quien pretenden mantener en la ignorancia política mas extrema, desgraciadamente con resultados harto satisfactorios para ellos.

Volviendo al ejemplo de Vigo, las empresas que la levantaron eran familiares en su práctica totalidad, con un protagonismo evidente en sus dirigentes, quienes se convertían inexorablemente en claras referencias ciudadanas de un liderazgo contrastado por su innegables éxitos, en un ámbito en el que no se daban demasiadas ocasiones para el resto de los mortales de destacar en muchas más actividades. Hoy en día todas aquellas empresas, o bien han desaparecido, o se han convertido en sociedades anónimas en las que la figura de sus lideres, normalmente ajenos a la propiedad de la empresas, se ha difuminado sin que llegue al ciudadano noticia alguna, ni sobre sus méritos, ni sobre sus identidades.

La democracia ha tenido la virtud de poner al alcance de todos, tanto la educación como la cultura o la economía, pero el hecho de que vivamos en una democracia puramente formal, domesticada, dirigida y muy poco controlada, ha hecho que en lugar de disponer de una sociedad en la que sus frutos se palpen paulatinamente con mayor intensidad, nos hemos estancado en una mediocridad alarmante en la que nadie parece destacar, y si alguien tiene posibilidad de hacerlo, acaba emigrando hacia otros lares con mayores posibilidades y recompensas.

Por otra parte, las mafias en que se han convertido los partidos, no atraen a sus afiliados por cuestiones de mérito alguno, sino más bien por seguidismo, pastoreo, o sumisión a quienes comandan la oligarquía reinante, en procura de cargos a los que, por valía, nunca hubieran podido optar, sin dar opción alguna a la polémica, el contraste de ideas, o el ejercicio de la libertad.

Con este panorama es muy difícil que alguien destaque en la sociedad como para convertirse en una referencia social, empresarial, económica o cultural, sobre todo con unos medios de comunicación mucho más preocupados de explotar y dar protagonismo a esa mediocridad reinante, que a dar cancha a quienes más puedan aportarnos y enriquecernos como ciudadanos responsables.

La situación, por tanto, me parece hondamente preocupante, ya que la excelencia en la administración está muy lejos de conseguirse, de manera que en lugar de llegar a puestos políticos de decisión importantes quienes realmente están preparados para ello, acaban ocupando tales cargos unos auténticos tarugos, amparados en la bobada de que no es preciso ser un experto en nada, pues ya existen funcionarios enterados a los que consultar, cuando ni consultan, ni hacen caso alguno, ni disponen tampoco de los asesores más preparados en la propia administración, generalmente ajenos a lo que ocurre en la calle y en la empresa, dando como resultado corporaciones de una mediocridad extrema, que por otra parte pueden ser fiel reflejo de la sociedad, pero realmente si eso es así, no deja de ser un desastre, ya que el hombre de la calle no está preparado, en general, para dirigir empresa alguna y menos un ayuntamiento, una diputación, una comunidad, o un país, y eso nada tiene que ver con clasismo alguno.

Los derechos nada tienen que ver con las aptitudes y aunque todos tenemos el derecho a participar activa o pasivamente en la política, habremos de hacerlo a partir de una cierta preparación para ello. Afortunadamente en España todos sus ciudadanos tienen derecho a estudiar, a formarse, a llegar por la via de la cultura y del conocimiento a donde las aptitudes, el esfuerzo y sacrificio de cada uno le lleven, pero las distintas profesiones, y en ello habría que incluir a la política, por respeto a los propios ciudadanos deberían ser ejercidas desde el conocimiento, la preparación y la eficiencia en la gestión, bien académica o por la vía de la experiencia.

Nadie pensaría que un ciudadano cualquiera está preparado para ser “elegido” cirujano o ingeniero, y meterse al día siguiente en un quirófano a tomar decisiones, ni a operar a nadie, ni a construir un puente. Llevar la administración de una ciudad, una provincia, una comunidad autónoma, o un país, no es menos serio que operar a alguien o construir un puente, pues todos dependemos del éxito en la gestión, y para eso no vale cualquiera.

La administración es una gran empresa en la que se tratan un amplio campo de materias y cuyos accionistas somos todos los ciudadanos, en espera de que sean atendidas nuestras necesidades, se nos ofrezca un futuro deseable y se nos facilite el desarrollo de nuestras acciones, y en ese empeño debemos apostar por los mejores, los más preparados y los más eficientes en conseguirlo, para eso pagamos nuestros impuestos.

Si, mientras las cosas sigan así y la democracia real sea algo cada vez mas lejana, a cargo de partidos que solo pretenden perpetuarse en defensa de sus particulares intereses, los puestos de decisión política que condicionan enormemente nuestras vidas, nuestro futuro y el de nuestros hijos, seguirán estando en manos de lo más mediocre de la sociedad y tocando al son acompasado de los oligarcas de cada partido, con independencia del régimen político formal en el que nos encontremos.

Desgraciadamente hoy, en un mar de mediocridad cultivada, las referencias sociales de valor, brillan en general por su ausencia.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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