Laila Pence -quien nació en Egipto como Laila Ibrahim– y su familia habían regresado con nerviosismo a su casa detrás del egipcio Canal de Suez, cuando las bombas comenzaron a caer.
Corría el año 1967, en medio de la Guerra de los Seis Días, cuando Egipto, Jordania y Siria unieron sus fuerzas contra Israel.
Pence, que tenía 12 años en aquel entonces, cuenta que antes del conflicto su familia tenía «una vida maravillosa» en una «casa muy agradable».
Pero una mañana, durante el desayuno, escucharon el extraño sonido de una sirena alertando sobre ataques aéreos, y abandonaron el lugar.
Más tarde se arriesgaron a regresar a la casa para empacar rápidamente algunas cosas, pero justo cuando se marchaban, la sirena comenzó a sonar por segunda vez y escucharon el sonido de una bomba.
«La bomba cayó en la habitación donde yo había estado», cuenta a Jill Martin Wrenn de BBC News.
«Destruyó la casa».
Milagrosamente, la familia -incluyendo a Pence, sus padres y sus tres hermanas mayores- resultó ilesa, aunque perdieron «casi todo«.
Rememorando ese tiempo, Pence -hoy convertida en una multimillonaria asesora financiera que vive en Los Ángeles– dice que ese terror ha sido un motor para el éxito en su vida, porque le quitó el miedo.
«Cuando lo has perdido todo, no hay nada que temer».
Después del bombardeo la familia se fue a vivir a El Cairo, pero les pareció que había demasiada gente y que era difícil rehacer la vida.
Sus padres se dieron cuenta de que querían comenzar todo de nuevo y decidieron mudarse a Estados Unidos.
Como su padre era un banquero que tenía contactos en Nueva York, se fueron a vivir a esa ciudad.
Pero las cosas no fueron tan simples, especialmente porque un mes antes de emigrar, el padre se quebró una pierna.
Entonces Pence y su madre se fueron solas inicialmente, dado que les preocupaba que las visas expiraran si esperaban la recuperación del padre.
Finalmente él se reunió con ellas un año y medio después, mientras las tres hermanas mayores decidieron quedarse en Egipto.
No hablaba inglés
Cuando Pence y su madre llegaron a Staten Island, uno de los cinco distritos de la ciudad de Nueva York, se encontraron con desafíos que nunca habían imaginado.
«Fue realmente un momento bastante difícil».
Ni ella ni su madre hablaban nada de inglés, y como al principio no tenían recursos, tuvieron que compartir una habitación individual con una familia puertorriqueña.
La joven también tuvo que lidiar con los fríos inviernos de Nueva York, mientras viajaba diariamente a la escuela. «Nunca lo olvidaré», dice.
«No sentía mis orejas ni los dedos de los pies por el frío que hacía mientras esperaba el autobús».
En la escuela, Pence se hizo amiga de una joven que también era egipcia, y esta compañera de clase le ayudó a conseguir un trabajo, vendiendo hot dogsdespués de las clases en el Ferry de Staten Island.
La embarcación lleva a los trabajadores de Staten Island a través del puerto de Nueva York (pasando por la Estatua de la Libertad) a sus empleos en Wall Street y otros lugares de Manhattan. Y luego de regreso al final del día.
«Después de las cinco en punto, la gente venía corriendo a la sección de comida en el barco».
Durante el viaje en ferry de 25 minutos de regreso a Staten Island, Pence tenía que correr para servirle a los viajeros hot dogs y knishes (un bocadillo similar a un pastel).
«Ni siquiera sabía qué era un knish».
Aprendió a servir rápidamente, con una sonrisa.
El trabajo, donde le pagaban unos US$3 por hora, ayudó a la familia a financiar el alquiler. Pence dice que también le ayudó mucho en su posterior carrera en finanzas, porque le enseñó la necesidad de cuidar siempre a sus clientes.
«Me enseñó cómo servir y lo que tenía hacer después».
A estudiar finanzas en California
Cuando terminó la escuela, la empresaria cruzó Estados Unidos para estudiar economía en la Universidad de California, Los Ángeles. Dice que el clima cálido durante todo el año era más adecuado para ella que el severo clima de Nueva York.
Para pagar sus estudios trabajó como camarera y comenzó a aprender cómo manejar los hilos de la planificación financiera. En su último año de universidad, encontró a su primer cliente, quien le dio US$20.000 para invertir.
«Estaba tan emocionada que no pude dormir en toda la noche».
«No podía creer que alguien me confiara US$20.000 de su dinero ganado con esfuerzo».
En aquel entonces llevaba apenas ocho años en Estados Unidos.
Ese primer cliente la recompensó con una larga relación profesional.
«Tuve este cliente durante 17 años, antes de que falleciera».
Después de la universidad, la emprendedora se casó con un hombre llamado Dryden Pence, y en 1980 formaron juntos su negocio de asesoría financiera: Pence Wealth Management.
Para construir su base de clientes, ella organizó seminarios varias veces a la semana. Ella dice que fue lo suficientemente fuerte como para ignorar cualquier chovinismo.
«Tengo la piel oscura, soy extranjera y soy mujer. Tres golpes, ¿cierto?».
«De alguna manera, no dejé que eso me detuviera. Esta era la tierra de las oportunidades. Creo que la gente se da cuenta cuando alguien es honesto».
Sin embargo, el sexismo que enfrentó no terminó en la década de 1980, como le tocó descubrirlo cuando quedó embarazada en 2002.
«Un hombre dijo que se llevaría su cuenta porque yo iba a estar demasiado ocupada cuidando de mi hijo».
Pence dice que luego le preguntó a su esposo si él pensaba que perdería más clientes durante su embarazo. «Me dijo: ‘Cualquiera que tenga ese tipo de actitud realmente no debería ser tu cliente'».
Después de casi cuatro décadas de arduo trabajo, la compañía de Laila y Dryden tiene en la actualidad 1.500 clientes y más de US$1.500 millones de fondos bajo su administración.
Y la revista Forbes ubicó a Pence en el cuarto lugar de su ranking de las mejores asesoras financieras femeninas de Estados Unidos.
Allyson Zimmermann, directora ejecutiva de Catalyst, una organización de investigación global que asesora a las empresas sobre cómo crear lugares de trabajo que funcionen mejor para las mujeres, dice que el éxito de Pence llegó a pesar de los desafíos que aún enfrentan las mujeres en la industria financiera.
«Uno de los desafíos clave que vemos es que las mujeres a menudo tienen que demostrar su rendimiento, mientras que los hombres a menudo son promovidos en función del potencial».
Aunque Pence lleva una vida cómoda en el sur de California, aún se hace el tiempo para regresar a Egipto y hacer donaciones a varias organizaciones benéficas.
Hace dos años recibió un premio por sus logros en una conferencia en El Cairo llamada Egyptian Woman Can, donde se exploraba cómo apoyar más a las mujeres egipcias.