El predecesor de Blesa dice que en su época se ponían reparos a «gastos en hoteles de tres estrellas»

El predecesor de Miguel Blesa al frente de Caja Madrid, Jaime Terceiro, ha defendido la «austeridad» y el «estricto» control que la entidad tuvo durante su mandato sobre las tarjetas para gastos de representación concedidas a los consejeros y que, de hecho, no aceptaba que pagaran comidas los viernes y ponía reparos si las utilizaban en hoteles de tres estrellas.

El que fuera presidente de la caja madrileña desde 1988 hasta 1996, que ha declarado junto a otros cuatro testigos en la pieza separada del ‘caso Bankia’ en la que se investigan los gastos personales por valor de 15,5 millones de euros cargados a las ‘tarjetas black’, ha recalcado que siempre exigieron «recibos» y «justificantes», que las ‘visa’ estaban dentro del circuito ordinario y que la entidad tributaba sus gastos en concepto de impuesto de sociedades.

Terceiro ha explicado que los miembros del Consejo de Administración o del Comité de Dirección disponían de una única tarjeta para dedicarla a gastos inherentes al cargo, la cual tenía un límite mensual de 600 euros, aunque el gasto medio no superaba los «250 o 300 euros». Los consejeros no podían extraer dinero en efectivo al no disponer de número PIN.

Al inicio de su comparecencia, el expresidente de Caja Madrid ha explicado que su sueldo estaba sometido a la aprobación del Consejo de Administración y que este rondaba los 132.000 euros anuales, aunque durante los nueve años en el cargo alcanzó los cerca de 200.000 como consecuencia de la subida del IPC, equiparándose a la del director general.

Según ha dicho, los consejeros no cobraban un salario fijo sino únicamente dietas por su asistencia a cada reunión, fijadas en 150 euros. «Eran unas doce al año, por lo que los consejeros cobraban unos 1.800 euros anuales en concepto de dietas», ha añadido.

Según ha dicho, instauró las tarjetas de empresa para compensar los gastos en el ejercicio de sus funciones en un momento de «liberación» en el que las cajas entraron a competir con los bancos y era necesario revisar su sistema retributivo respecto al sector. Entonces, extendió las tarjetas para gastos de representación que ya tenían los miembros del Comité de Dirección a los consejeros, con el mismo sistema de funcionamiento y fiscalización.

DOBLE SUPERVISION.

Terceiro ha destacado que las ‘visa’ eran fiscalizadas «personalmente» por el entonces secretario general Angel Montero y supervisadas también por el responsable de auditoría interna Manuel Cobo, que exigía justificantes y era «muy estricto» con su utilización. De hecho, no aceptaba comidas los viernes y llegó a poner reparos si las utilizaban en hoteles de tres estrellas.

A su juicio, se trataba de un gasto de escasa cuantía para la entidad y deducible del Impuesto de Sociedades, por lo que no era necesario que los consejeros tributaran por este concepto. Según ha dicho, no había un catálogo –libros, restaurantes, obsequios– para utilizarla, aunque siempre exigían que fuera con «sentido común».

En este sentido, Terceiro ha defendido que los plásticos estaban dentro del «circuito normal y ordinario» de la caja, que las incluía en una cuenta sobre gastos de gobierno, al tiempo que ha puesto de relieve que Hacienda nunca puso reparos y que las inspecciones fiscales son habituales en las entidades financieras.

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