En los últimos meses han irrumpido los patinetes eléctricos por las calles de Barcelona. Yo me los miraba con incredulidad como cuando hacia finales de los ochenta aparecieron los primeros móviles. Pero esto de los patinetes autopropulsados se extiende como la pólvora y pronto se convertirán en una trivialidad. No descarto que Barcelona deba parafrasear su lema de ciudad de «ferias y congresos» y convertirlo en de «ferias y patinetes».
(Veo de todo: pijos con patinetes último modelo, mamás con retoño detrás, septuagenarios altivos, oficinistas más contentos que un tonto con un lápiz, previsores con casco más grande que el patinete, usuario con foco nocturno…De ahí al patinete volador, un paso).