Mi hija primogénita cumple hoy 31 años.
(Y yo recuerdo como si fuera ayer el raudo traslado de la parturienta madre a la barcelonesa Clínica del Pilar, en taxi por la calle San Eusebio. Y la irrupción de Ariadna de madrugada. El sonido como una ventosa de su cabeza emergiendo del vientre. Incorporada, como escribí en un tarjetón de anuncio del natalicio, «al laberinto mágico».)