Xavier Tubau i Puigoriol, de 82 años, nos ha dejado en las últimas horas y a mí cabeza acuden aquellos recuerdos de hace 50 años cuando yo era un niño y descubría la voluble danza del serrín en su fábrica de madera de Vidrà.
Xavier era hombre de pocas palabras y atentos silencios. En su casa de Ca’n Santa en Vidrà se alojaron mis abuelos paternos y yo mismo de manera intermitente durante una década. Desde el comedor de su casa veíamos su extensa finca. No hace mucho tiempo su figura aparecía junto al huerto que cultivaba en la entrada del pueblo, cerca del terreno donde yace enterrado mi padre.
Xavier amablemente encargó unas cercas metálicas para proteger las cenizas de mi padre de los mordiscos de las vacas.
(Ojalá ambos puedan ahora de alguna manera reencontrarse y Xavier, de “bona fusta”, buena madera, retomar aquellas conversaciones en que fundamentalmente mi padre hablaba y Xavier escuchaba, ambos así contentos).