La tradición es elemental en la educación de un país

Remedios para una sociedad compacta y uniforme

Quizá algunos sientan nostalgia de los tiempos de su niñez

Estudiante
Estudiante

La tradición es elemental en la educación de un país. Su aprendizaje o reconocimiento nos ayuda a comprender de dónde venimos y el modo de proceder que seguimos día a día, cómo nos desenvolvemos con los demás, con la sociedad, con otras culturas, etc. Aunque bien es conocido que no todas las tradiciones son aceptadas por todos debido a su brutalidad o por ir en contra de las ideologías de unos y otros. Pero la historia es historia y no puede eliminarse ni olvidarse, aunque los grandes clásicos de Disney nos enseñaron que sí podemos aprender de ella. Suena nacionalista decir que «somos España» y que debemos hacer tripas corazón y representar lo que somos. Gracias al tiempo en el que vivimos la obligación de cumplir con nuestro pasado no impulsa a los jóvenes a ser esclavos de su país y, al menos, eso es algo bueno. La libre elección y el respeto a las opiniones fundamentan la esencia del ser libre e independiente que debemos promover aquí y en todos los rincones del mundo.

No obstante, es comprensible que en Canarias estemos todos satisfechos de haber asistido, a lo sumo, a varias experiencias con nuestra tradición repleta de deportes y juegos canarios tan comúnmente conocida. Sí, para qué negar que sea verdad. En los centros escolares se les enseña a los niños a jugar a la petanca y al juego del palo, asisten a demostraciones divertidas de arrastre de ganado donde pueden participar y se les enseña a luchar como los profesionales de la lucha canaria. Y es muy usual que en días señalados, como el Día de Canarias, se desarrollen estas actividades para favorecer la convivencia entre estudiantes y que el encuentro con el pasado y presente de nuestras islas sea digno de recordar. Pero no solo ocurre esto en los centros de enseñanza obligatoria, pues la Universidad de La Laguna también es participe del recuerdo y apoyo a estas actividades que parecen olvidarse poco a poco, manteniéndolas en nuestra memoria como juegos de nuestros abuelos o bisabuelos.

¿Está mal que estas actividades se desarrollen en un entorno libre de predilecciones, repleta de otras culturas y donde existe elección de participación? Sinceramente, no creo que sea erróneo. A este tipo de congregaciones, charlas, congresos o exposiciones asiste el que quiere y en cierto modo es bonito saber que dichos juegos o demostraciones son realizados por jóvenes que sí mantienen una relación con la tradición canaria. Quizá algunos sientan nostalgia de los tiempos de su niñez, quizá otros no la sientan y habrá quienes se interesen por ella por cualquier motivo. Pero es una experiencia conmovedora saber que al menos, aunque, en el día a día, se nos quiera hacer cada vez más europeos, cada vez más iguales y ordinarios, tengamos en nuestro interior una conciencia que nos distinga, por mínima que sea.

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