Faltaban diez minutos para el cierre en una farmacia de Sevilla cuando un hombre con sombrero, gafas y abrigo entra con paso firme directo al mostrador.
De repente se mete la mano bajo el chaquetón y muestra el arma. Y pistola directa a la cabeza del farmacéutico, apuntando desafiante, con ligeros movimientos insistiendo que le diese la caja.
El boticario se niega a darle la recaudación. Una expresión que ni por asomo se imaginaba el atracador, y de poco le sirvió insistir.
RIDÍCULO
El ladrón no sale de su asombro, se siente ridículo, no sabe qué hacer porque nadie le hace caso y, en primera fila, continúan dos señoras con un bebé presenciándolo todo.
Y el intento de robo se quedó ahí, en un intento, porque da media vuelta y se va por donde entró. Mucha suerte la del joven farmacéutico porque la Policía recomienda todo lo contrario, nunca enfrentarse al atracador, aunque tampoco es habitual que un atracador desista tan fácilmente.