Caín en la Moncloa

Todo lo que nos pasa desde hace dos años y medio viene determinado por el resentimiento sonreído que dirige de manera absoluta las acciones de Rodríguez Zapatero. Un resentimiento digno de un gran novelista, de un Dostoyevsky que mirara en esa alma crecida en el ansia de venganza, de revancha, cubierta por un rostro infantil, pero que a lo más que ha llegado es a merecer la hagiografía de un simulador de tres al cuarto como Millás, que hace poco dedicaba a ZP una de esas semblanzas babosas que revelan a los cortesanos. Y así, ante lo que ahora nos encontramos no es ante un proceso para que ETA abandone las armas, acepte su derrota y se integre en los cauces democráticos garantizados para todos por nuestra Constitución, sino ante todo un despliegue para firmar una paz, en efecto, con ETA, que deje fuera de la misma a media España, a aquella de la que Zapatero sigue pensando que fusiló a su abuelo.

Lo que pretenden escenificar el próximo día veinticinco en el Parlamento europeo no es sino la consagración de esa estrategia. Un apoyo mayoritario a las posiciones del Gobierno ZP que deje desnudos a un PP y a un Rajoy convertidos en la representación de la caverna, en una organización fuera de la Historia, mero residuo de la nostalgia de ese franquismo que, curiosamente, si perdura en alguien es en los ZP y los ‘Madrazares’que siguen empeñados en ganarle la Guerra Civil al fantasma del Valle de los Caídos.

Sólo así pueden explicarse insinuaciones tan miserables como la del Fiscal General del Estado (¡el hombre que debe garantizarnos la igualdad ante la Ley y que la retuerce políticamente cada día!) hace unos días en el Senado, aludiendo a que había quienes estaban deseando que volviera a haber muertos de ETA sobre la mesa. Esto vienen haciéndolo desde el principio del ‘proceso’, intentando que todo aquel que se opone al modo en que ellos vienen haciendo las cosas, aparezca ante la opinión pública como un vendido a la reacción.

Ya no sólo sobre sus adversarios políticos del PP, sino que han expandido las mayores infamias sobre gentes como las del Foro de Ermua, con Mikel Buesa (hermano del que fuera portavoz socialista en el Parlamento vasco, Fernando Buesa) al frente, la Asociación de Víctimas del Terrorismo, o, reveladoramente, sobre el Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, y todos aquellos militantes socialistas de conducta ejemplar (Mora, Redondo, Pagaza, Díez, los más amenazados, que estarán deseando que los maten para aparecérsele a ZP en plan tragedia shakesperiana) que, en cuanto le vieron la patita blanqueada al lobito ZP, comenzaron a denunciar la bastardía de lo que se estaba preparando. O mejor, de lo que se había preparado desde antes incluso de la llegada de Zapatero a la Moncloa.

Esto lo ha reconocido ya hasta el diario oficial de la Corporación ideológico-empresarial a la que pertenece el PSOE, el periódico El País, que esta misma semana calificaba de “inoportunos” aquellos contactos que tantas veces habían negado. Conversaciones de “PaZP” mientras se firmaba el Pacto Antiterrorista con el PP, es decir, un comportamiento desleal y traidor que no hace sino dar pábulo a todas las teorías conspirativas tan intensamente descalificadas por los portavoces socialistas, pero que, como mínimo, ponen bajo sospecha toda la gobernación de ZP incluso para los que a partir del 15 de marzo de 2004 quisimos creer que habían sido los moros mientras no se demostrara lo contrario.

Así pues, esta que Zapatero sóño su venganza, la culminación táctica de su plan de exclusión democrática de la España conservadora o simplemente ‘española’, gracias a su sistema de alianzas con toda laya de separatistas, está comenzando a ser, sin embargo, su principal debilidad: no se puede hacer una paz contra la mitad de la nación que debiera apoyarte. A la cual, a través de Rajoy, engatusó, utilizó, toreó, engañó y vilipendió, y que ahora, cuando ve que pudieran ser inaceptables para los españoles las condiciones que está pactando con la ETA, intenta atraer una vez más a su cesta de encantador de serpientes.

Dio Rajoy al principio de todo el asunto innumerables muestras de su disposición a apoyar a Zapatero siempre que lo que se buscara fuera el fin de ETA, y no el fin de España. Hay que recordar cómo acudió a la Moncloa, y cómo se le prometieron cosas que fueron traicionadas a los pocos días. Porque esta es la clave y la esencia de Zapatero: que no es de fiar, que a lo único a lo que sirve Zapatero es a ZP. Que ha dado ya suficientes muestras de su carácter mendaz, dejando un reguero de cadáveres políticos a su paso, actuando de modo implacable para asombro incluso, y sobre todo, de los suyos. Que en el muy autónomo PSC se tientan la ropa viendo cómo ha acabado con Maragall, cómo usa de trapo de las manos al sirviente Montilla, cómo es capaz de cambiar de aliados sin pestañear.

Lo que vamos a ver el próximo día veinticinco es, una vez más, el espectáculo de una España dividida, dirigida por un político insidioso que ni siquiera sabe si conduce una nación o una federación de tribus, y cuya estrategia fundamental es precisamente la división y la cizaña; una España de la que Europa está cada día más harta, y que ahora, encima, pretende trasladar esa división a la propia Europa; una España cainita presidida por un Caín vengativo y frío como sus ojos de hielo y de cristal.

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