El Partido Único Pluralista

Algunas de las dictaduras del siglo XX nos dejaron curiosas construcciones políticas para encubrir su naturaleza: la de unos regímenes donde, sencillamente, se prohibía la oposición. El poder velaba por los verdaderos intereses de los pueblos y quien se enfrentara a él lo hacía desde malvadas y oscuras intenciones antipatrióticas. En sus supuestos teóricos a nadie se le negaba la participación política, pero ésta debía hacerse “orgánicamente”, es decir, a través del Partido Único y sus mecanismos de representación: la vida pública estaba abierta a todos, con la única condición de que prestaran vasallaje al Líder Supremo y no discutieran sus resoluciones.

Hubo muchas dictaduras en el maravilloso y desdichado siglo XX, pero excluiremos a las hispanoamericanas y africanas porque fueron en general brutales manifestaciones de militarismo, meras expresiones de una fuerza criminal que nunca se dotaron de otra justificación que su misma ferocidad. Salvo Castro en Cuba, que sigue, cincuenta años después, sosteniendo su dictadura familiar bajo la especie de que es una ‘revolusión’.

Las dictaduras más peligrosas son siempre, pues, las que se dotan de sostén ideológico, las que encuentran justificaciones en la superioridad moral que esgrimen contra una oposición a la que presentan como dañina para la convivencia, ‘crispadora’. Los genocidas nazis hicieron de los judíos la quintaesencia del mal antes de gasearlos por millones, mientras el apaciguador Chamberlain sonreía de regreso a Londres. Afortunadamente, fueron derrotados por completo, militar e ideológicamente, que es la única manera de acabar con el terror. Pero el producto más refinado y siniestro, más peligroso por su atrayente envoltura, y de más larga presencia en el siglo fueron, sin duda, las dictaduras comunistas, a las que llamaron, y aquí residía su peligro, ‘democracias populares’. Y que eran cualquier cosa menos democracia: totalitarismos implacables y fanáticos de partido único, que ocupaban hasta los últimos resquicios sociales, que sometían a vigilancia a unos ciudadanos convertidos en esclavos, que dejaron deshechos decenas de países, produjeron asesinos incalificables como Pol-Pot y nos legaron para que no los olvidemos dinastías exterminadoras de sus pueblos como la Corea del Norte actual.

Lo más terrible del comunismo es que llegó a resultarnos atractivo a muchos de los que sólo buscábamos la libertad, cuando ha sido la ideología más enemiga de las libertades personales y políticas que el mundo haya conocido. (Vayan a ver “La vida de los otros” o recuperen «La vida prometida», un film francés que también fue Oscar hace unos años y se centraba directamente en la Rusia soviética.) Y no sé hasta qué punto esa capacidad de fingimiento, de engaño atroz, perdura aún en algunas de las fuerzas que se autoproclaman progresistas cuando son, demostradamente, la mayor rémora para el progreso, el principal apoyo de casi todo lo reaccionario, desde las discriminaciones políticamente correctas hasta la exaltación de los fundamentalismos siempre que les sean útiles.

En España tuvimos también una originalidad hispánica para arropar la dictadura del general Franco. La llamaron Democracia Orgánica, y era una curiosa amalgama de fuerzas unificadas por el dictador e instituciones a su servicio, aunque, quizá salvo los primeros años, nadie creyó nunca que aquello fuera más que una anacrónica dictadura personal. Cuando, críos aún, descalificábamos al Régimen por su naturaleza dictatorial, nos respondían siempre con algo que he vuelto a escuchar con inusitado furor estos días en las bocas del zapaterismo: la oposición es mala, va y se opone, corroe a las sociedades, crispa, mientra el Caudillo, ZP, sólo persigue el bien, el diálogo, la paz. Exactamente lo que sostienen hoy algunos de los principales alentadores de ZP: ex-franquistas como Juan Luis Cebrián, empresarios que se enriquecieron gracias al amparo y favores del Régimen, como su jefe Polanco, o compañeros míos de la universidad que eran confidentes de don Luciano de la Calzada -eterno decano franquista que me expulsó del Colegio Mayor Belluga- y han acabado de destacados militantes de esta izquierda. Por no abundar en la curiosa casuística de los antifranquistas sobrevenidos tras la muerte del dictador.

Lo que sí es cierto es que hace treinta años que franquistas y antrifranquistas intentaron cerrar el viejo enfrentamiento y construir una democracia para todos. Y me da la impresión de que los más falsarios de los unos y los otros, para ocultarse, para medrar, hoy otra vez juntos en el bando vencedor de ZP, buscan el regreso de aquello, de lo mismo, pero con una cubierta diferente: entonces fue nacional-católica, hoy es laicista-progresista-plurinacional. Nada de lo que está pasando se habría desatado si desde el primer momento no hubiera sido ése el propósito del nuevo Caudillo ZP: unificar a todas las fuerzas adictas y aplastar a la oposición. Bajo la especie de una paz sin libertad, la nueva PaZP, se construye un régimen sin alternativa posible, donde el Decreto de Unificación de todos los que apoyaban a Franco, requetés, jonsistas, falangistas afectos –a los que se opusieron, los desterró-, se sustituye por el pacto nazional-socialista del Tinell para impedir la alternancia. La maquinaria en manos del Gobierno se pone a funcionar para ello, sobre todo su apabullante superioridad informativa, con todas la televisiones nacionales, o plurinacionales, en su socorro.

Lo dramático no es ya la quiebra del Estado de derecho para soltar a Otegui y De Juana, que podría ser sólo un error de un maquiavelo inexperto a la búsqueda de esa escisión imposible entre ETA y Batasuna. Lo gravísimo es que espera poder usar a los terroristas reconvertidos para sumarlos a su Régimen contra el PP, y que por eso no sólo no ha contado con la oposición para sus maniobras orquestales en la oscuridad, sino que la acorrala y la descalifica para inutilizarla con la conocida estrategia totalitaria de aureolarlos con el mal. Es decir, para dejarnos sin democracia otra vez. Para repartirse España como un botín y, como ya han comenzado a pedir, ilegalizar a la oposición por oponerse.

Ya está aquí el Partido Unificado Pluralista, la Democracia Plural del Partido Único, la España desmantelada, confederal y de las naciones, la nueva versión modernizada, audiovisual y para masas con carrito de las democracias populares y orgánicas. La próxima vez les mandarán a los grises.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído