Génova no existe

La existencia de España es ya puro voluntarismo. Una ilusión. Dejamos su continuidad en manos de los dos únicos partidos a los que parecía importarles, y hoy los vemos disolverse en sus propios feudos: los señores de la guerra ya no temen al rey cuando el rey ha dejado de tener ejércitos, recaudadores, alguaciles, jueces. Las federaciones son ya más fuertes que la Federación, controlan prebendas, presupuestos, contratos. Pueden hasta endeudarse sin límites. Como el Estado. Como los pequeños estados que son. Eso es el poder. Lo otro es una foto, una rueda de prensa, un triste edificio de oficinas donde se ocupan algunas plantas, mientras los amos de las regiones controlan miles de metros cuadrados de oficinas. Y miles de metros cuadrados de cargos.

Lo que le pasa al PP no es sólo que Rajoy sea un gallego prudente, y excúsenme el pleonasmo, sino que ya no tiene nada con lo que reforzar su discutida autoridad. Es decir, que no tiene poder. Esa es la diferencia entre la auctoritas y la potestas, eso que se ha puesto estos últimos días tan de moda y que todo el mundo cita ahora que ya no sabemos latín.

A Rajoy le pasa como a los profesores, que les han quitado la única arma que siempre tuvieron: el poder de suspender. Los alumnos son suspendidos por el profesor, pero luego viene el sistema, las leyes, la Logse-Loe de los pedabobos sociatas, y les permiten seguir progresando adecuadamente, pasar de curso al toque general de huevos. Eso es todo lo que ocurre en la enseñanza, no se me desenfoquen.

Rajoy es un emperador virtual, suspende de militancia y los genares se van al grupo mixto o declaran independiente el feudo y mándeme usted a la Cospedal con zarcillos en los ojos y rosas en la cara, la flor de la canela. Al rey nadie lo ve desnudo mientras sostiene la vara, el cetro, el báculo, pero ¡ay!, si le quitas el báculo entonces los ciegos recobran la vista y lo devoran.

En la derrota, por otro nombre oposición, no se tiene poder para nombrar, para repartir, luego no se tiene poder. Cualquier alcalde de una ciudad media maneja más fondos que el pobre Rajoy, y sabe que a quien se debe no es a Génova sino a Valcárcel, a Camps, a Aguirre. Con qué puede amenazar Mariano a los gurtelianos, con dejarlos sin qué. Algunos de ellos son los que lo auparon, los que recaudan y los que pueden cargárselo a él. La realidad es así de espesa.

Lo grave es que ya incluso en la Corte mandan los feudos. Zapatero ha adelgazado tanto el Estado que Ferraz y Moncloa han tenido que inclinar la cerviz, como siervos de meseta, cada vez que desde la Plaza de San Jaume el capitán Montilla les ha enseñado los dientes. Un vulgar aparatchik, sin formación y sin carisma, al que creyeron usar como marioneta útil para cepillarse a Maragall, les ha terminado de colocar los tripartitos, el Estatut, la financiación. Y que nadie rechiste.

A Zapatero lo puso Maragall. Luego Z le cortó la cabeza, pero impulsando todo lo que Maragall había soñado: una Cataluña independiente, reina de las Españas, como acaba de degustar José Luis Mazón -mola Mazo(n)-, que se resiste a ser tratado como extranjero. Es peor. A Mazón, el abogado murciano que fue capaz de meter en cintura al mismísimo Tribunal Constitucional –ese que duerme sobre el Estatut, a la espera de que el príncipe Zetazul le dé el beso de la muerte-, se han negado en un juzgado de Vic a entregarle en español los documentos de una causa en la que interviene . Si Mazón los hubiera reclamado en cualquier otra lengua, se los habrían traducido. Ahora ya hasta usan el árabe y están enormemente preocupados por el futuro del bereber en Melilla. Pero en español, ‘enjamás’. Y es que la defenestración de Maragall fue una venganza personal, pero nada supuso en cuanto al poder del PSC, el amo asimétrico del socialismo expañol. Cuando el PSOE pierda el gobierno no se les pondrán ni al teléfono.

PP y PSOE recogen hoy lo que sembraron. Fueron desguazando la Nación sin entender que se desangrarían con ella. Nuestro gran error fue confiarles la última empalizada de la vertebración. Por encima de sus ruinas campan hoy los bárbaros con sus coches de lujo y miles de comisionistas florecen en las nuevas fronteras de Micronesia.

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