Por la independencia de España

Ha llegado la hora del fin. Trescientos años de usar al Estado de todos para enriquecerse, para vendernos hasta la saliva y encima insultarnos. Adiós, Cataluña. Marchad con salud y dejadnos en paz. Muy pocos en el resto de España (porque siempre seguiréis siendo España, es un determinismo geográfico del que no podéis separaros) se opondrán. Al contrario. Os veremos partir con un inmenso alivio. Una nueva era de paz y felicidad se aproxima. Seremos más pobres todos, pero viviremos sin tener que soportaros. ¡Qué dulce sueño no escuchar más a tanto cretino! Llevaos vuestra envidia envuelta en superioridad, vuestras frustraciones históricas, vuestras conmemoraciones de derrotas, vuestra mezquindad de mercaderes. No regresasteis nunca de Neopatria. Entre la Cataluña extraordinaria de Pla, Gaudí, Boadella o Dalí, y la de los fabricantes de calcetines que ya sólo fabrican engaños, ha vencido la mentira de los resentidos, de los pequeños, de los santurrones como Guardiola. No hay regreso. Un referéndum vale para separarse, pero no para quedarse. Para quedarse conmigo hay que preguntarme a mí. La puerta es de salida. No nos vais a chulear Mas. Ya está bien de que sólo vosotros tengáis derecho a decidir. Nosotros también vamos a decidir con quién queremos vivir. Y no querremos con quien no nos quiere. Ahorrémonos, pues, el refrendo. Su mera convocatoria es ya un acto de repudio. Y las repudiadas nos hemos ‘cansao’. Así, en castizo. Vayan ustedes, pues, mucho con Dios a la mierda.

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