No sé por qué José Antonio Durán Lleida, su nombre de nación, aragonés de la Franja y converso sin motivo -pues que ser catalán no fue nunca otra cosa, a los ojos del mundo, que ser de Aragón-, ha manifestado que la propuesta de Wert de tocar, con la puntita nada más, el sistema de catalanización forzosa que llaman inmersión lingüística es el mayor ataque a Cataluña desde Franco. Sin embargo, el General nunca puso en marcha otra cosa en Cataluña que la inmersión lingüística, y los catalanistas deberían considerarlo su mentor y modelo. Franco excluyó el catalán de la administración y de la educación, relegándolo a lengua doméstica y seña de identidad de la minoría de origen que quiso conservarlo, mientras muchos se asimilaban porque era bueno para los negocios y porque la lengua española era la que abría el acceso a la función y el medro públicos. Venían haciéndolo desde la llegada del primer Trastámara a principios del siglo XV.
Los motivos de Franco fueron, por demás, exactamente los mismos que esgrimen los nacionalistas en defensa de la inmersión: la unidad nacional, la cohesión social y la conveniencia de dominar la lengua de quienes detentan el poder político. Incluso hay una coincidencia notable en las verdaderas razones inconfesas: el control social y la exigencia de adhesión a los principios que garantizaban la perpetuación de la casta. En ambos casos se trata de salvar valores supremos, y también en ambos casos el único modo de lograr alguna libertad es a través del dinero, pudiendo comprar enseñanza del catalán en los más selectos colegios de entonces, o correcta formación en castellano, tan útil, en los más selectos colegios de hoy, a los que llevan a sus hijos los más conspicuos inmersionadores (de los demás). Y quiere Wert que nos creamos que también los hijos de los obreros van a ir allí y lo va a pagar Convergència. Será con el 4%.
En fin, en la Cataluña de CiU y la Esquerra, por el lado de la pureza de sangre; y el PSC y el PSUC (ICV), sin cuya traición a los trabajadores del resto de las Españas nada hubiera sido posible, el dominio del catalán es requisito para entrar en la casta, es decir, en la gigantesca Administración que todo lo ocupa, en el Estado catalán. Pero no cualquier dominio, sino un dominio muy esforzado (nivel C) al alcance sólo de los nativos de lengua materna catalana, y de algunos de los mejores hijos de los inmigrados, lo que garantiza la selección y la enorme vocación de los aspirantes, así como prueba la existencia del catalan way of life. Pero si no eres muy bueno o te cambias el apellido, el nombre y lo que haga falta, sólo se puede escalar siendo político. Ver Montilla.
Ambos, franquismo y catalanismo, te negaban y te niegan estudiar y acceder al registro culto de tu lengua materna, en el caso del español la mayoritaria en Cataluña (54%). Hoy te dicen que el ‘castellano’ está garantizado porque se aprende en la calle y en la tele, lo que lleva a un alto dominio de una lengua basura que, además, casi siempre viene de la boca de catalanes, los que dominan los medios en España, desde los deportes al tiempo. Escribir en español ya es otra cosa, y tampoco hace falta si te asimilas bien y no sales de Esplugues. Con Franco también podías hablar catalán en la ducha y no tenías por qué leer El quadern gris, de Pla, que además era de derechas. Un jodío Boadella de su tiempo. 
Todo esto lo han explicado muy bien el Barça y el propio Durán en sus manifestaciones. Los dos señalan la verdadera razón inmersora: la identidad. No es una cuestión de lenguas, pues las lenguas permanecen mientras haya alguien que las hable, a ser posible en libertad y no a la fuerza. «La lengua, como nuestro club, es un elemento de integración que permite identificarse con el país…”. Messi lo sabe y lo gana bien. O sea, que se puede vivir en Teruel o Logroño, en Lisboa o Wisconsin, y seguir siendo de Caravaca, como es mi caso. Pero si quiero vivir en Cataluña tengo que identificarme con el país, diluirme en el país, comulgar con el país. Y el país ya sabemos quiénes son y dónde tienen las cuentas. 
