La gallina, mamífero LOGSE

Aquellos grandes maestros de mi infancia, que sabían de todo y eran capaces de meter la Enciclopedia Álvarez en unos caletres, los nuestros, que sólo pensaban en el partido de fútbol del recreo, se encontrarán hoy arrebatados de vergüenza al comprobar lo que ha sido de su antigua y noble profesión. La Comunidad de Madrid, al dar a conocer los resultados de las oposiciones –nombre simulado, se trata de procesos amañados para regularizar interinos- para maestros del 2011, ha hecho público lo que sabíamos: que los cuerpos de profesores en España, desde la universidad a las escuelas, pasando por los institutos, han sido corroídos por el nepotismo, la estupidez (socialista) y la cobardía (popular), y, sobre todo, por las teorías pedabobas, que, emitidas como plagas desde las facultades de Educación y Psicología, han destruido la figura y la competencia de los profesores. Para lo cual acabaron, vía complicidad de sindicatos y políticos, con oposiciones y exámenes, empezando por la propia universidad.

Para quienes no lo sepan, el sistema de oposiciones desapareció ne la práctica de las universidades españolas hace treinta años, para ser sustituido por un simulacro que siempre gana el candidato del departamento de turno. En la Primaria y las Enseñanzas Medias aún existen procesos con ese nombre, pero los cierres de listas autonómicas (el que está dentro se queda para siempre, aunque saque un cero en el examen), con la excusa de eliminar a los candidatos de otras comunidades, ha llevado a su absoluta corrupción.

Es cierto que esta es otra de las consecuencias de los privilegios nacionalistas (un maestro mallorquín o catalán o vasco o valenciano o gallego, se puede presentar en toda España, pero un español no puede presentarse en sus ‘países’, con la lengua como requisito filtrante) y el resto de comunidades se vio obligada a defenderse. Lo grave es que se ha acabado defendiendo a unos interinos que se perpetuaban en las listas sin hacer nada, impidiendo el acceso de los mejores estudiantes de sus territorios. Hasta el punto de que, para los interinos, ha sido eliminada la prueba antaño esencial llamada ‘encerrona’: la defensa de un tema ante el tribunal, sustituida por un ‘informe’ del centro donde han ejercido, sorprendentemente favorable siempre.

El caso de los maestros es el más sangrante de todos, cuando es el trabajo esencial de un sistema educativo: los cimientos. Además de lo dicho, es que las leves pruebas de conocimientos para maestros (no eliminatorias, hasta que Madrid las cambió) no versan sobre verdaderos conocimientos, sino sobre pedagogías y didácticas, valoraciones sobre lo que llaman áreas (asignaturas), pero ninguna comprobación verdadera de si saben algo sobre lo que tienen que enseñar, y no sólo cómo enseñarlo. La tarea de los pedagogos, que nada conocen (sólo saben de ‘cómos’, dicen, pero no de ‘qués’), ha sido eficacísima para encumbrarse como comisarios de toda la educación española. Hoy ya son, vía plan Bolonia, hasta los nuevos amos de la Universidad.

No se extrañen, pues, de que los maestros no sepan. Nadie les enseña más que didácticas vacuas. El profesor ya no es el que sabe y transmite, porque la bobogogía estableció desde la LOGSE que el profesor ya no ha de ser culto, ni saber demasiado, pues que ya no es otra cosa que “el acompañante implementador de estrategias para la adquisición autónoma del conocimiento por el joven y la jóvena”. Hablan así, de capacidades y competencias, y en eso adoctrinan a los pobres magistriles. Hace 22 años que publiqué “La LOSA que viene”, sobre la reforma socialista, uno de los primeros artículos de lo que luego sería mi libro “La enseñanza destruida”. La losa ya ha venido. La mediocridad general de España, de los políticos, de los periodistas, de los jueces… está resumida en esa prueba para maestros que ha escandalizado a un país de hipócritas y avestruces en el que hay mucha gente que conocía la situación, y ninguna, salvo la Comunidad de Madrid, que no parece del PP, dispuesta a hacerle frente. Sólo el 13% de los opositores superó un examen concebido para niños de 12 años. Pero eso no es lo más grande. Lo grande es que 3.800 de los que escribieron “bolcán” o definieron escrúpulo como “salida del sol” o “atardecer” (no negaré que me he divertido mucho con algunas de las respuestas), se quedaron en la lista de interinos por encima de los que aprobaron, y ese año pudieron enseñar que “la gallina es un mamífero”.

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