2014, el ano catalán

Lo que los catalanes quieren es lo que el amable escritor Zapatero les concedió en aquel Estatut que el Tribunal Constitucional, en un día sensato, y gracias a algún magistrado de izquierdas de los de antes, limpió como no lo habían hecho las Cortes sociatas. Si un Rajoy anterior a sí mismo no hubiera ordenado presentar el recurso que dio pie a la sentencia del Constitucional, hoy Cataluña nos tendría bajo la bota de su Reich espumoso más de lo que ya nos tiene.

Recordemos, a modo de cata,que el Estatut limitaba su aportación fiscal, imponía que casi la quinta parte de las inversiones del Estado se realizaran allí, los elevaba a nación, expulsaba a la lengua española de Cataluña y garantizaba que nunca perderían su lugar de privilegio económico aunque otros lo hicieran mejor. Hasta les concedía derecho de veto en decisiones que afectaran a toda España, mientras el Estado quedaba excluido de Cataluña. Es decir, disponía una relación como la del PSC con el PSOE: yo intervengo en vuestros asuntos, pero vosotros estáis fuera de los míos. No era siquiera una confederación, sino una relación de vasallaje. La que tienen desde hace ciento cincuenta años, pero legal, escrita.

Ahora pretenden ocultarlo, para que no se sepa en el mundo que son los señores los que quieren separarse de los siervos. Y aún hay ‘pensadores’ de izquierda que culpan de la secesión a la sentencia. Llevan razón. Nunca debimos dejar de poner el culo. Nos quieren suyos. Y ya empiezan a correr los encargos de vaselina. Constitucional, claro.

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