Madridistas y borbónicos

Lo peor es el ridículo. Celebrar una derrota ya revela un estado de psicología colectiva instalado en el resentimiento. Es una enfermedad, pues, bien leída, aquella Guerra de Sucesión no fue más que una guerra civil (quizás la primera) española, y también europea, y no una guerra entre regiones o reinos. Lo que Cataluña nunca fue. Y una guerra cuyas consecuencias fueron, sin embargo, el inicio de la hegemonía catalana en España y la riqueza que hoy ya no quieren compartir. Los catalanes, aunque no todos, defendían la tradición hispánica austracista y, sobre todo, se negaban a someterse a lo que más temían: Francia, que ya les había mostrado de lo que era capaz tras su primera aventura secesionista de 1640.

Pero en Cataluña el victimismo es la razón que alimenta el 3% (que parece, por lo que se va sabiendo, que ya va por el 6%). Y el ridículo, su expresión más refinada. Lo que no se merecen muchos catalanes extraordinarios es tener que sufrir a estos cenutrios patéticos que son sus nacionalistas. Uno puede soportar a un ladrón, a un canalla. Pero es una heroicidad vivir entre tontainas. Y mucho más, si sirven a los canallas. En la exposición preparada, a lo grande, en el Mercado del Borne, para la exaltación patriótica de este año de derrotas, descubrí con pasmo que en el panel sobre el asalto final a Barcelona, las tropas borbónicas venían señaladas en color blanco, mientras las catalanas lo hacían de ¡azulgrana!

No daba crédito. Le hice hasta fotos para saber, cuando volviera, que no me había vuelto majara, ni había sido víctima de una alucinación españolista. Es la versión cómica de la reinvención de la Historia de Orwell, que saldría espantado si supiera lo que han hecho de la Cataluña que él conoció.

Al final todo se reducirá a presentar a Florentino como Felipe V, Cristiano Ronaldo de Duque de Berwick, y un argentino pequeñito encarnando a Villarroel, con Guardiola de Rafael de Casanova. Y para esto, para celebrar tal bufonada, han llenado las calles, han roto en estos años la que fuera feliz convivencia, han arruinado a su tierra, la han peleado con todo el resto de españoles y llevamos más de un siglo de barrila. El país de Ubú, ya para siempre.

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