El Corredor Mediterráneo y el nacionalismo catalán

¿Es que nadie, entre todos los empresarios, políticos y augures que se reunieron la semana pasada en Murcia para reivindicar su trazado, ha caído en la cuenta de que el gran obstáculo para el corredor del Mediterráneo es el nacionalismo catalán, el doble juego de un gobierno que presiona, aparentemente, para tener una vía hasta Algeciras, mientras maniobra para colocarle una empalizada en el Ebro?

¿Es que no se han enterado de que los están utilizando para apuntalar el chantaje a España entera en el que llevan tantos años? ¿Nadie se ha preocupado ante el hecho de que el día que tengan el corredor acabado, todas nuestras mercancías, la mayoría de las exportaciones españolas, tendrán que pasar por Cataluña, precisamente gracias a las grandes inversiones que entre todos habremos hecho allí? ¿No han escuchado las manifestaciones nacionalistas amenazando con cortarles el paso a nuestros productos si no se les permite el golpe de Estado sedicioso que preparan, que ya ejecutan cada día, desatendiendo a la Justicia española y desafiando cualquier actuación del Estado de derecho?

¿No se enteran de que confían en poder tenernos en sus manos para forzarnos a admitir su entrada en la Unión Europea una vez que hayan logrado la independencia? ¿No saben que hace años que, allí sí, está en marcha un boicot a los productos del resto de España, mientras nos acusan de catalanofobia y de robarles?

Pero es que, además, ¿no recuerdan que si todo el sur del Mediterráneo se quedó sin el agua del Ebro fue precisamente por la coacción ejercida desde el nacionalismo catalán, incluidísimos los socialistas, para que no llegara “ni una gota de agua para el sur”? ¿No han comprendido aún que el catalanismo no quiere ninguna clase de desarrollo en nuestras regiones para que no se les haga competencia a sus productos? ¿Viven nuestros empresarios y políticos en la higuera, o lo saben y callan? ¿Creen que callando, consintiendo, pagando el chantaje permanente van a cambiar las cosas y a conseguir que el separatismo xenófobo renuncie a sus objetivos, la disgregación de España y la construcción de los Países Catalanes?

Entonces es que no los conocen o son directamente tan culpables como ellos. O algo peor: que aceptan su condición subalterna, de regiones dispuestas a aceptar su dependencia de Cataluña, su carácter de colonias catalanas, de mercados cautivos y consumidores de los productos de la metrópoli.Nos llaman colonos mientras nos mantienen, económicamente, en estado colonial.

Para empezar, ya se ha conseguido que el Gobierno central, esa fortaleza, reaccione inmediatamente y haya nombrado una especie de comisario para canalizar las inversiones hacia Cataluña. Por supuesto, siempre primero en Cataluña, que están levantiscos y vamos a seguir con la brillante estrategia que nos ha traído hasta la situación actual: el contentamiento, que ya nos advirtieron los canadienses, al hilo de sus asuntos en el Quebec, que es la peor estrategia posible, pues el secesionismo nunca se contenta.

Y lo que habría que hacer es muy distinto: invertir aquí, afrontar de una vez la vergüenza ferroviaria en Murcia, en Cartagena, en Almería, con peor comunicación que hace cincuenta años. Las líneas, que llamaremos de “lejanías”, que sufrieron en sus carnes serranas los representantes valencianos, que seguramente no imaginaban la ruina de ese enlace entre Alicante y Murcia.

Por no hablar del AVE que no llega, de la línea de Chinchilla ¡diez años después! del espantoso accidente que causó 19 muertos y heridas que muchas personas llevarán para siempre como memoria de aquel horror. O del aislamiento futuro de Caravaca y su comarca con la desaparición de la parada en Calasparra. O de la humillación que supuso la decisión del ministro socialista Barón al dejarnos sin tren con Andalucía, con nuestra hermana y vecina. Inviertan en conectarnos con Granada y Almería otra vez.

En fin, lo que habría que hacer es decirle al separatismo que, mientras persistan en su empeño, no sólo no va a invertirse un euro allí, sino que se va empezar a trabajar en una nueva conexión desde Valencia con Jaca y Canfranc, para asegurarnos una salida a Europa que no nos ponga en manos de los enemigos de la democracia española.

Pero no, claro, se va a hacer lo contrario: volver dejarnos tirados y mandar los dineros a Cataluña. Como siempre. Y, sin duda, con el resultado de siempre: envalentonarlos, como lo están ahora que han visto que hasta la Justicia española se rinde a sus pies.

Y mientras, aquí, pareciera que la reciente cumbre hubiera sido hecha para pasear, una vez más, por Murcia al señor Joan Amorós, conocido nacionalista y hombre del entorno de Convergència, y también presidente de Ferrmed, el grupo de presión de que se sirve el separatismo para jugar con dos barajas.

Y si sus intereses fueran los de todos, si se hubiera manifestado contra el discurso cínico que habla de unirse y separarse a la vez, entonces no habría nada que objetar. Pero sabemos que no es así, que el nacionalismo es desleal siempre. Así que podrían dejar de invitar a Amorós a pata de cabrito, que los cabritos son otros.

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