Comillas. ¡Estaba el mar tan de amar!

Comillas. ¡Estaba el mar tan de amar!

ESTABA EL MAR TAN DE AMAR
(En la costa de Comillas)

(Décimas de pie quebrado)

ESTABA EL MAR TAN DE AMAR (Tempestad marina)

¡Estaba el mar tan de amar
distanciado en cinco millas
de la costa de Comillas
que se podía mirar
y a los peces ver nadar!
Y el océano a lo lejos
brillando en amplios espejos.
Y el caserío reinar
bajo albares coronillas
con reflejos…

de los picos que, en cortejos
de nieve, azul cielo escalan.
Instantes son que recalan
navegando por la costa,
con aparejo, cabo y osta,
y las velas desplegadas
en un barco enamorado
que no halla ola alta ni angosta
de la que no se haya zafado
ante el viento.

Sopla suave a barlovento
horizontal a Comillas
y, bogando las orillas,
de la villa marinera
gente asoma hasta la vera
del litoral comillano
y saludan con la mano
al barco y al viento lento
que nos roza en las mejillas
sin dañar.

Y DE PRONTO, LA VENTISCA

¡Estaba el mar tan de amar!
Y de pronto la ventisca
la bonanza nos confisca.
Temporal se ha desvelado
y las velas ha aireado
con todo su poderío.
Ya no bogo, sino cío
pues la borrasca ha empujado
y nos tira la cellisca
para atrás.

No pensáramos jamás
que, duros vientos, los cielos
hicieran, de velas, velos
de oscuridad y negrura.
Velas van cogiendo altura
y por los pobres costados
zarandean a ambos lados.
¿A dónde fue la hermosura,
si ondas ahora son vuelos
tan bravíos?

LOS RAYOS SE ABISMAN COMO ANZUELOS

Temo a los mares sombríos
porque las ondas se arbolan
y a medio mástil lo enrolan
con salpicones salinos.
Quiero encontrar los caminos
de Comillas y su puerto
y dejar el mar abierto
a los paisajes marinos,
que de lluvia estoy cubierto
y anegado.

¡Quilla y timón han volado,
la botavara se escora,
la vela es furia motora
que salva las mares hondas
y sobrevuela las ondas!
En pos siempre de la playa
que se adivina su raya,
que poco a poco ya aflora;
aunque el viento no se calla,
sino en guerra.

¡Qué antes de llegar a tierra
sea este débil navío
más fuerte que el vocerío
de los cielos, que ya truenan!
Y hasta los peces se apenan
de la escasa envergadura
de esta barquilla insegura,
que aunque navega con brío
los golpetazos resuenan
en su casco.

Después rayos del chubasco
causan espanto a los cielos
y se abisman como anzuelos
y cual lanzas contra peces.
Al Dios de amor izo preces
para me acerque la costa,
que está Comillas angosta.
Y sus colinas, hoyuelos
de muy pequeñas dobleces,
entre niebla.

¡ESTÁ EL MAR DE NAUFRAGAR!

Ciño la caña entre niebla,
con fuerza de quien la vida
se juega en esta partida.
¡Está el mar de naufragar!
Pero al barco hago nadar
y al fondo a verse ya empieza
Comillas, que despereza.
La Universidad en monte
y la bocana que afronte,
la del puerto.

¡Quédese el mar hondo incierto,
que una vez traspuesto el dique
no hay agua que me salpique
ni ondas que me den por muerto!
Arribado bien al puerto
puedo contarlo y cantar:
¡Estaba el mar tan de amar
cuanto se queda desierto,
mientras la tormenta aplique
ley al mar!

Juan Pablo Mañueco, del libro «España, mareas de tus tres» (2015)

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Juan Pablo Mañueco

Nacido en Madrid en 1954. Licenciado en Filosofía y Letras, sección de Literatura Hispánica, por la Universidad Complutense de Madrid

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