La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

El rincón de las musas (IV): Pongamos que hablo de Mariza

Fue un 13 de julio de 2008. En la ciudad que para mí, odiada y amada a medias, siempre será el lugar en el que de por vida querré estar. Pongamos que hablo de Madrid. Y ella. Recental, sublime, alucinante, increíble. Musa. Mariza. ¿Cabe mayor conjunción de armonía que Mariza en Madrid, haciendo temblar a Madrid? Pues los que ayer por la noche estuvimos en el Patio del Conde Duque, estremeciéndonos ante el estupor del fado, sabemos que no hay nada que lo supere. ¿Nada? Bueno sí, el día que Mariza baile flamenco, muy despacio, a la vez que cierre los ojos cantando como un trueno un fado roto, ese día… ese día será el fin: la culminación del arte.

Lo de anoche fue un estallido apasionado de sentimientos encontrados. ¡Qué bello es emocionarse a la vez que se rompe en un aullido imposible de contener! ¿Por qué contenerse? ¿Por qué no alcanzar la hipérbole del alma que gime en un grito pleno de sensualidad?

Mariza hace caerse de los caballos damascos a los puristas. Hasta los que defienden que el fado ha de ser solo el rasgo de la guitarra y el hilo desgarrado de la voz tienen que admitir que lo de Mariza es fado en esencia. Es verdad. Tambores, saxos, piano… cualquier sonido se entrelaza a la perfección con una voz incomparable. Porque su voz es… a-lu-ci-nan-te. Cuando ella salió al escenario y desplegó por primera vez ese chorro atronador fue casi violento, rozando lo incómodo. ¿Cómo presenciar aquello y no mirar a todos los lados para comprobar que no eres el único que cree estar viviendo algo sobrehumano?

Y por supuesto, el eclecticismo. La mezcla de sonidos de la Lisboa más bohemia, junto al latir africano de Cabo Verde, al sentir del flamenco, el olor de la ‘Primavera’… ¿Por qué cerrarse a lo estricto, a lo inalterado por los siglos de los siglos, a lo asfixiante? Mariza, con su corto pelo rubio, con su sonrisa burlona, con su simpatía innata y con su humildad, le pega una patada a lo rancio y le canta al mundo que anhela sentir a flor de piel.

Pero Mariza no es sólo voz en trueno. Es dulzura, susurro, ¡ay, sus susurros! Y ante todo es pasión, emoción desbocada e incontrolada. Y es magnetismo, hechizo del ser. Cuando al final del concierto se subió a la grada y cantó a capella un fado de época todos supimos que en ese momento no estaba pasando nada más brutal en el resto de la tierra. Éramos nosotros, solo nosotros, los destinatarios de aquel regalo grabado a fuego en la retina y en el alma.

¡Vuelve pronto, portuguesa!

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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