La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

Luz Casal y la alegría de vivir

Había bronca en el Madrid Arena. El inicio del concierto llevaba media hora de retraso a causa del mal control organizativo para que numerosos espectadores accedieran a sus localidades. De pronto, se apagaron las luces. Todo iba a comenzar. Los pitos y los “fuera, fuera” de los perjudicados contrastaban con quienes, a su vez, atacaban a éstos por estropear lo que no dejaba de ser una celebración por una buena causa: recaudar fondos para la lucha contra el cáncer. La tensión, que arreciaba por momentos, parecía un borrón insalvable. Hasta que ella apareció.

Salió sola, por un lado del escenario, en medio de la escasa visibilidad. Transcurrieron un par de segundos. Silencio. No pasó un tercer segundo de indiferencia. En ese preciso instante, las miles y miles de personas que llenábamos el recinto, conscientes ya de su presencia, estallamos en un aplauso profundo, íntimo, cálido, cariñoso, desbordante. Aún no había saludado. Aún no había cantado. Pero era ella. Era Luz Casal. Y estaba allí. Sobre un escenario. Viva. Victoriosa, por segunda vez, en la batalla contra el cáncer. Viva. Todos sabíamos que no era un concierto normal, que no era una ovación más de reconocimiento a una cantante. Era más, mucho más: era la comunión de sus hijos con la madre y la hermana, la hija y la musa, la persona y la artista, superada una situación que podía haber acabado perfectamente en la quejumbre y el lamento de quien sabe que ha perdido lo más maravilloso que tenemos: la vida.

Todo lo que rodeó a esas dos horas de comunión fue mucho más que un recital de boleros y rock. Fue la fiesta gozosa y alegre por y con la persona y la artista. Cada mirada, cada sonrisa, cada caricia con su voz nasal de acento entre gallego y madrileño castizo, cada una de esas cosas, llevaba en sí misma un poso profundo, cargado de significado. Rió, bromeó, se contorsionó, saltó, se tumbó, se arrodilló, besó el suelo, ondeó frenética su melena tan corta como larga era la valentía que reflejaba esa escasez de pelo. Lloró. Y nos hizo llorar. Desde el momento en que salió y, sin abrir la boca, la aplaudimos a rabiar simplemente porque estaba allí.

En definitiva, fue una fiesta por la vida. Y, cómo no, ese ansia vital se reflejó en algunos de los versos que ella ha hecho inmortales. Un nuevo día brillará, por ejemplo, sonó diferente: “Quiero ver el rojo del amanecer. / Un nuevo día brillará, / se llevará la soledad. / Quiero ser el rojo del amanecer. / El sol de nuevo brillará, / se llevará la soledad / que en mí se quiere instalar”. Y es que, cuando la muerte amenaza, sólo entonces, sabes que cada amanecer es un regalo… O el colofón de Entre mis recuerdos: “Y si las lágrimas vuelven, / ellas me harán más fuerte”. El pasado mayo, cuando había vuelto tras superar su primera batalla, calló otra vez derrotada. El cáncer traidor la llamaba para retomar la lucha. Ahora, una vez más superviviente, esa frase, coronada con sus dos puños levantados al cielo, resultaba, simplemente, brutal.

Pero aún faltaba la culminación, la esencia auténtica de esa comunión de las emociones. Y llegó recordando a Violeta Parra y a la canción que con la que, según reconoció, más se ha identificado en este tiempo de dificultad: Gracias a la vida. Que dice así en su final: “Gracias a la vida / que me ha dado tanto. / Me ha dado la risa / y me ha dado el llanto. / Así yo distingo / dicha de quebranto, / los dos materiales / que forman mi canto. / Y el canto de ustedes, / que es el mismo canto. / Y el canto de todos, / que es mi propio canto”.

La pasión de la letra de Violeta Parra, unida a la belleza del rostro maduro y la voz tronante y dulce de Luz Casal: ¿se puede pedir más? Pues hubo mucho más. Pero, junto al aplauso silencioso del principio, esa ofrenda a la vida simbolizó como nada la felicidad de todos los presentes en una inolvidable noche madrileña.

De fiesta con Luz Casal. Y ella con nosotros. Una comunión por la vida.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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