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Con fama de ingenuos en América Latina -hasta 2014 la RAE mantuvo la acepción de «tonto» si buscábamos gallego en su diccionario-, los habitantes de Galicia con diferencia los españoles con más sentido del humor.
La mítica retranca galaica, una especie de sarcasmo muy sutil, primo hermano del más negro humor británico, se emplea camuflado bajo un aspecto de máxima seriedad.
Así, consiguen dictar sentencia mientras el interlocutor se queda clavado sin saber qué decir.
Fruto de esta intención disimulada con el claro objetivo de vacilar al otro sin que se dé cuenta, surgen chistes como este:
EN UN BAR DE ORENSE
- – Me cobra por favor.
– Oito euros.
– No entiendo el gallego.
– Ah, perdón, quince euros.
– ¿Pero no eran ocho?
– Ah, carallo…..
Trabajo
- Esto es un gallego que le comenta a un vecino:
- – Sabes, al final encontré trabajo en Santiago.
- – ¿De qué?.
- – De Compostela.