Lío este que llaman Resurrección ¿no?

Sinceramente no sé si esto es cosa de creyentes o no, pero con lo de la Resurrección, ahora con la Semana Santa, la gente se lía a hablar del tema y se monta unos pifostios… que si que existe, que si no, que es posible, que a lo mejor, que seguro, que ni hablar…

Yo esto de la Resurrección, la verdad, nunca me lo había planteado, y menos estos días que hace un frío como para pararte, y menos a pensar, y así vivía tan tranquiliño, hasta que un día, ya en casa, con calefacción, cavilé: «¿Existirá la Resurrección?» Y como había oído eso de «la resurrección del señor», pensé, «pues no irá conmigo el asunto».

Total, que tenía un cacao mental que lo que hice fue, pues lo que hacemos todos en estos casos, documentarme, un minuto o así, y llegue a una conclusión capital: la Resurrección es una palabra que tiene una cantidad de erres… ¡¡¡ pero qué barbaridad de erres !!!.

Y también descubrí que eso de la Resurrección es que te mueres y luego apareces otra vez como ser humano. Y esto fue lo que me preocupó, no lo de volver a ser humanoide, que eso, fastidia, pero si se empeñan… lo que me inquieta de este asunto es dónde, en qué sitio, en qué lugar y a qué hora resucitas.

Que revives y hay que vivir otros 80 años… pues vale; pero… y si resucitas, por ejemplo, a las cuatro de la mañana, en invierno y en Burgos con un frío que pela y más solo que la una al lado de un semáforo con todo cerrado… si un bar abierto…

Esto es lo que más me angustia como, por ejemplo, si resucito en Pekín a las dos de la tarde, en medio de mil millones de ojos rasgados y sin saber chino… ¿qué hago? ¿cómo encuentro la embajada española?, ¿hago dibujos, a ver si alguien me entiende? ¿con boli? ¿a carboncillo? ¿a plumilla?.

Y así estaba pensando y cavilando hasta que di con una solución, que os lo digo por si os pasa algo así y os vale. Pues la solución es muy sencilla: ¿Resucitas?, te matas; y así las veces que hagan falta hasta que renazcas de una puñetera vez en tu casa o al menos en tu calle. Que te tienes que matar cien veces, pues cien veces te matas; que son mil… pues mil, antes que estar solo y perdido…

Yo no sé tú, que estoy ya es algo muy personal, pero yo desde ayer llevo una cuchilla de afeitar muy afilada para si muero y aparezco en un lugar extraño y sí poder quitarme la vida. La verdad, si te soy sincero, había pensado en cuchillo, que los hay que bien entra en cualquier bolsillo, pero cuando me enteré que era un arma arrojadiza… si la tiro… menudo cuelgue ¿no?

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Manuel Guisande

Periodista y escritor. Premio Xunta de Galicia de Comunicación 2000, Cordorniz de Plata. Autor colección cuentos infantiles Rodribico.

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