Hoy, 10 de junio de 2025, Pakistán sigue conmocionado tras el asesinato a sangre fría de Sana Yousaf, una popular creadora de contenido de solo 17 años.
Este caso ha reavivado la preocupación social sobre la violencia de género y ha puesto en primer plano un interrogante incómodo: ¿existen realmente espacios seguros para las mujeres en Pakistán, ya sea en la calle o en internet?
La noche del lunes pasado, Sana Yousaf fue asesinada a tiros en su domicilio de Islamabad. Tenía más de un millón de seguidores en redes sociales y era especialmente conocida por sus vídeos donde promovía la música tradicional chitrali, el uso del vestido local y defendía la educación femenina.
Su muerte no solo ha generado indignación por la brutalidad del acto, sino también por el trasfondo: la joven fue atacada por Umar Hayat, un hombre de 22 años que, tras ser rechazado repetidamente en sus intentos de acercamiento, decidió acabar con su vida.
La policía actuó con rapidez y detuvo al sospechoso en menos de 24 horas. Sin embargo, el caso ha avivado el miedo entre muchas jóvenes paquistaníes que sienten que ni siquiera la popularidad o la visibilidad pueden protegerlas.
Una realidad marcada por la inseguridad
La violencia contra las mujeres es un fenómeno persistente en Pakistán. Según datos recientes, los ataques tras rechazos amorosos no son aislados: en 2021, Noor Mukadam fue decapitada por su expareja tras rechazar una propuesta matrimonial; en 2016, Khadija Siddiqui sobrevivió a 23 puñaladas propinadas por un exnovio despechado. El patrón se repite y apunta a profundas raíces culturales y sociales.
No solo los espacios públicos son inseguros. La brecha digital y la violencia online aumentan el riesgo para las mujeres jóvenes. Aunque plataformas como TikTok han abierto nuevas posibilidades de expresión y empoderamiento femenino —más de 60 millones de usuarios hay en el país, muchas adolescentes— también han amplificado los riesgos: ciberacoso, amenazas, chantajes y linchamientos virtuales son moneda corriente.
Internet: ¿liberación o trampa?
El auge digital en Pakistán ha sido desigual. Las mujeres y niñas tienen un 31% menos acceso a internet que los hombres y muchos hogares restringen activamente el uso del móvil a las chicas. Incluso cuando superan barreras económicas o familiares para acceder a dispositivos, se encuentran con un entorno hostil: insultos, acoso sexual, chantajes e incluso amenazas físicas.
Un informe reciente muestra que el año pasado se reportaron casi 1.800 casos de violencia digital contra mujeres en Pakistán —muy por encima del número registrado por hombres— y muchos más quedan sin denunciar por miedo a represalias o estigmatización social. Además, según organizaciones como Digital Rights Foundation, el anonimato y la viralidad permiten que agresores operen casi con total impunidad.
- Violencia facilitada por tecnología: Incluye desde ciberacoso hasta sextorsión o difusión no consentida de imágenes íntimas.
- Autocensura: Muchas mujeres optan por abandonar las redes o limitar su presencia online para evitar ataques.
- Impunidad estructural: Las leyes existentes (como PECA) tienen lagunas y una débil aplicación; los mecanismos recién reformados aún no se han implementado eficazmente.
Espacios inseguros dentro y fuera del hogar
Las amenazas no se limitan al mundo digital. El último informe nacional indica que hasta el 90% de las mujeres paquistaníes han sufrido algún tipo de violencia doméstica durante su vida. Los refugios siguen siendo escasos y muchas víctimas carecen incluso de apoyo familiar.
En este contexto, el asesinato de Sana Yousaf simboliza la convergencia entre violencia física y digital: un acosador que empezó contactando a su víctima online terminó cruzando ese límite para perpetrar el crimen en el espacio físico.
¿Y ahora qué? Perspectivas y desafíos
La reacción social ante este crimen ha sido inmediata pero desigual. Las redes sociales se llenaron de mensajes como “Justicia para Sana” o “Descansa en paz”, pero muchas jóvenes sienten miedo ante la posibilidad real de ser las próximas víctimas. Organizaciones feministas reclaman reformas legales urgentes y campañas educativas que aborden tanto los prejuicios machistas como los peligros específicos del entorno digital.
Sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer:
- Las autoridades prometen endurecer penas y mejorar protocolos policiales.
- Activistas insisten en que sin cambios culturales profundos —empezando por familias y escuelas— las leyes serán insuficientes.
- Las plataformas tecnológicas deben asumir mayor responsabilidad frente al acoso sistemático que sufren creadoras como Sana.
Mientras tanto, cada vez más voces exigen respuestas concretas para garantizar que ninguna joven tenga que elegir entre visibilidad e integridad física.
Una herida abierta
El brutal asesinato de Sana Yousaf deja una herida visible en una sociedad donde millones de adolescentes usan TikTok como vía para soñar con libertad y futuro propio. Pero también pone sobre la mesa una verdad incómoda: hoy ninguna mujer paquistaní puede sentirse completamente segura, ni siquiera tras la pantalla del móvil.
La pregunta sigue vigente: ¿será posible construir espacios seguros —reales o virtuales— para ellas? Ojalá este crimen marque un antes y un después en la lucha colectiva contra todas las formas de violencia machista.