Palpito Digital

José Muñoz Clares

La cultura de las amebas

Decía un gran profesor de la Facultad de Derecho de la universidad en que me licencié – UMU – que quien escribe mal es porque piensa mal. Tenía toda la razón, según evidencian estos mastuerzos que nos gobiernan o aspiran a gobernarnos y quienes dirigen la televisión, la prensa y todos aquellos lugares donde el escribir correctamente debería ser condición inexcusable para seguir escribiendo y cobrando por ello. El cómo es el mensaje: malamente se pueden propagar buenas ideas si se hace con pésima ortografía. Quien quiere expresar condicional negativa – “si no” haces esto yo no haré aquello – y lo expresa con una adversativa – “sino” haces esto yo no haré aquello – hace que el cerebro del lector se bloquee y deje de leer. No se puede entender lo ininteligible.

Quienes tengan menos de 40 años pensarán que los escolares de los 50 a los 70 vivíamos en el gulag soviético si les digo que a los 10 años nos exigían saber leer y escribir ajustándonos a un código extraterrestre llamado ortografía. Luego, más o menos la mitad estudiamos griego clásico y aprendimos que ortografía no venía del espacio sino de orthos – correcto –y grafo – escribir -, lo que sumado daba “corrección en la escritura”. Aprendimos que se escribían con hache todos los tiempos del verbo haber y una retahíla de verbos que había que memorizar. También se escribían con hache todos los derivados de palabras que empezaran por hache. Había excepciones como de hueso osario, de hueco oquedad… Nos dictaban esta frase: ahí hay un haya que hallamos ayer, y nadie los denunciaba por tortura.
Hoy, unos pedagogos al servicio de Moscú han decidido que tenemos que “fidelizar” a los alumnos a base de que puedan progresar de curso sin haber aprobado todas las asignaturas del anterior. En tres años llegarán a la universidad ciertos hunos que no sabrán lo que significa huno escrito con hache. Vendrán con Atila y su caballo con pezuñas segadoras de hierba – incluida la de Walt Whitman – y neovándalos de la misma calaña, con mentes convenientemente adaptadas a conocer su entorno más inmediato con cuidadoso desconocimiento de todo lo demás. Dicen estos pedagogos que debemos reducir la enseñanza de los jóvenes al estrecho mundo de la cultura que necesita una ameba para sobrevivir en una gota de agua ponzoñosa.

En el paquete ha de ir también lo que conocen los hechiceros de la pedagogía como lengua natural que, por hablada, no requiere normas, de modo que lo mismo da decir “a ver si nos vemos” que “haber si nos vemos”. Empezamos con el CD ROM y hemos acabado redescubriendo el hebreo que, por no tener vocales, debería ser más fácil – la mitad, según los hunos – que cualquier otra lengua. Salvo cuando se trata de la disputa entre Yavé y Jehová, en cuyo caso da lugar a guerras de religión y a una drástica restricción de las almas llamadas a salvarse y gobernar el mundo desde la derecha del Padre.

Cuando un alumno universitario levanta la mano y pregunta qué significa “menoscabo” lo que levanta de verdad es una bandera que invita a abandonar el empeño de enseñar. Entre los móviles y la adicción que generan y la mala prensa que tiene el desasnar a las nuevas generaciones, todo empeño es inútil. Hay que advertirlo en la puerta de los institutos con las mismas palabras que el Dante puso a las puertas del infierno. Y hay que ponerlo en italiano antiguo, para que no se enteren y tengamos la satisfacción de saber que morirán tontos como nacieron pero con el móvil en la mano y el cerebro sin estrenar. Nos sucederán las amebas.

Me gusta estudiar, escribir y dar clases pero me voy a jubilar dentro de muy poco. Qué bien.

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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