Palpito Digital

José Muñoz Clares

Atavismos mafiosos

De lo que son capaces ciertos colectivos de apariencias modosas nos enteramos en este país aquel horrible día de diciembre de 2010 en que los controladores aéreos, cuyos sueldos astronómicos y privilegios varios se negaban a reducir, se dieron colectivamente de baja y ocasionaron el cierre del espacio aéreo español en pleno puente, con milones de perjudicados. La cara del sector la constituía un jovencito guapito y repijo de muy buenas maneras, que no sólo tenía cara sino también el sueldo que lo convertía en el yerno ideal de toda española madura. El gobierno, aunque tarde, militarizó la cuestión, tomó las torres de control y restituyó el espacio aéreo después de que se le hubiera amargado el puente a una cantidad inimaginable de españoles y extranjeros.

Hay más ejemplos. Los maquinistas de RENFE, los del servicio de tierra de los aeropuertos, los conductores del metro, los taxistas… Todos esos colectivos, y algún otro, han aprovechado un puente o unas vacaciones para decirnos a todos «pues ahora os váis a enterar» y nos han pillado inermes frente a unos tipos de sensibilidad achicharrada por algún asunto «de clase» que los lleva a identificar a los usuarios con sus explotadores, que casi siempre son otros. Ahora le toca a los taxistas de Madrid, que defienden no sus derechos sino sus privilegios y su más estrecho corporativismo a base de dar esa imagen deslustrada y calamitosa que se lleva quien acude a FITUR para pasarlas canutas o como ocurrió con el Mobile World Congress de 2018.

He escuchado a unos líderes del taxi de Madrid expresarse en términos casi guerracivilistas con frases extraídas de la más rancia militancia de lucha de clases. El taxi no sólo está en la lucha sino que la dinámica de la situación los iba a conducir – sin culpa ninguna por su parte – a no ceder mientras no se le diera cuanto pedían, que es curiosa forma de entender una negociación. Y escuché concretamente a uno  de mediana edad, bajo y robusto, expresarse en términos que no hubiera superado ni un falangista de primera hornada ni un chequista en plan «no pasarán», total para que luego pasaran los que no iban a pasar y se diluyeran en el sumidero de la historia las banderas victoriosas y las flechas de su haz.

Ahí siguen. Inmunes al hecho de que en países muy civilizados de Europa el número de licencias VTC dobla al de los taxis de siempre que, por otra parte, acabaron por depender de una trama poco menos que mafiosa y clientelar durante el franquismo y no me consta que el asunto haya cambiado sustancialmente. Si esto no es cierto, que comparezcan y aclaren: la línea está abierta al comentario aunque cerrada al insulto.

La situación resulta cómica: los del taxi rodean la sede del PP mientras lo de los VTC rodean las sedes de Podemos y del PSOE; mientras tanto Cs llama a unos y otros a sitiar la Moncloa, a la que acusan de no haber sabido resolver el problema, limitándose a trasladarlo a las autonomías en una de esas materias en que echa en falta uno regulaciones de Estado y no de reino de taifas.

Los asuntos de sindicato y gremio pasan rápidamente de parecer civilizados a caer en maneras mafiosas que se van creciendo a medida que un mentecato se hace fuerte con el megáfono y convoca a los colegas a la lucha contra no sabemos exactamente quién. Que se llevan la razón y el sentido común por delante es innegable. También es cierto que nos tienen hartos, pero nada cabe esperar de un gobierno en debilidad tan extrema que no se atreve a contradecir ni al fantoche de Torra, por no perjudicar las pocas expectativas que le quedan de asegurarse el chollo del falcon a nuestro falconeti particular.

 

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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