En el intrincado y cada vez más oscuro panorama político de Venezuela, el anuncio de Edmundo González Urrutia, considerado por decenas de países como el presidente electo, marca un punto de inflexión. Su declaración de que “muy pronto” entrará al país para asumir el cargo presidencial se siente más como un eco de la esperanza que como una certeza en medio de un contexto que, lamentablemente, sigue dominado por la represión y el autoritarismo.
Las palabras de González Urrutia no carecen de fuerza retórica. En su discurso, acusa a Nicolás Maduro de haber “violentado la Constitución” y de perpetrar un “golpe de Estado” mediante su autoproclamación como presidente. Se trata de una narrativa que, aunque resonante para quienes creen en la restauración de la democracia en Venezuela, también enfrenta el escepticismo de un pueblo agotado por promesas incumplidas y por una oposición que, a menudo, se muestra dividida e ineficaz.
¡Compatriotas venezolanos!
Represento la voluntad de casi 8 millones de venezolanos dentro de la patria, y la de los millones de compatriotas a quienes se les impidió votar en el extranjero, y tengo el deber de defender ese compromiso. pic.twitter.com/697Z9ISP08
— Edmundo González (@EdmundoGU) January 10, 2025
Las acusaciones de González contra el régimen de Maduro no son nuevas: alianzas con líderes autoritarios como Miguel Díaz-Canel de Cuba y Daniel Ortega de Nicaragua, el uso de las fuerzas armadas para reprimir a la oposición y una aparente desconexión con la voluntad popular. Sin embargo, lo que plantea un dilema es la viabilidad de sus acciones futuras. ¿Qué tan cerca está González de convertir sus palabras en hechos? ¿Y cuál es la capacidad real de movilizar a las instituciones nacionales y a las fuerzas armadas para desafiar el control de Maduro?
El llamado de González al alto mando militar y policial para desconocer las órdenes del régimen es valiente, pero también parece un salto al vacío.
La lealtad de las fuerzas armadas ha sido, históricamente, el pilar que sostiene a Maduro en el poder. En un sistema donde el miedo, los privilegios y la coacción operan como mecanismos de control, no es suficiente una declaración de intenciones. Se necesita una estrategia coordinada, clara y respaldada tanto por el pueblo como por aliados internacionales.
Además, el reconocimiento internacional que González agradece es un factor importante, pero insuficiente. Los gobiernos democráticos que lo apoyan tienen un papel fundamental, pero deben pasar de las palabras a las acciones concretas. Si bien su respaldo diplomático es crucial, también es imprescindible una presión más contundente que debilite al régimen de Maduro. Las sanciones y las medidas coercitivas, aunque impactantes, no han logrado hasta ahora un cambio significativo y han generado sufrimiento para la población civil.
En un video difundido en redes sociales, González acusó al régimen de intentar “silenciarlo” aéreamente, refiriéndose al ataque que sufrió una de sus líderes, en el que resultó herido un civil inocente. Este episodio no solo subraya la brutalidad del régimen, sino también la precariedad de la oposición para operar con seguridad dentro del país.
¿Está Venezuela ante un posible cambio real o simplemente frente a otro intento simbólico de la oposición por desafiar un régimen atrincherado?
La historia reciente nos obliga a ser cautos. Muchos venezolanos, atrapados en una crisis humanitaria que parece no tener fin, han aprendido a desconfiar tanto de las promesas de Maduro como de las de sus adversarios.
La lucha por la democracia en Venezuela es un esfuerzo titánico que requiere mucho más que declaraciones contundentes. El tiempo dirá si González Urrutia logrará convertir sus palabras en acción o si este episodio se sumará a la larga lista de desilusiones que han marcado la historia reciente del país.