Por más discursos grandilocuentes que dé el presidente colombiano Gustavo Petro sobre justicia social, paz o soberanía, hay algo que le sigue costando comprender: el decoro.
En una escena que ya se ha hecho viral, durante la cena de gala que ofrecieron los Reyes de España este domingo a los mandatarios de la ONU, Petro volvió a demostrar que, fuera de sus delirios ideológicos, sigue sin saber comportarse como jefe de Estado.
La gala, celebrada en el imponente Real Alcázar de Sevilla —un enclave cargado de historia, donde reyes católicos despachaban con Cristóbal Colón y Carlos V celebró su boda—, fue el escenario de uno de esos momentos incómodos que acaban manchando la solemnidad de los eventos diplomáticos.
En el besamanos previo a la cena, mientras el rey Felipe VI y la reina Letizia saludaban uno a uno a los más de cien líderes presentes en la IV Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo, Petro decidió romper el protocolo. Tras estrechar la mano del monarca, se dirigió a la reina Letizia con la intención de darle dos besos. Ella, sin perder la compostura, lo frenó con un gesto sutil pero claro: mano extendida, un paso hacia atrás y una mirada que decía todo sin necesidad de palabras.
El desconcierto de Petro fue evidente. Por un instante, pareció no entender qué había hecho mal. Y eso, precisamente, es lo más preocupante. No se trata solo de una torpeza aislada; es la confirmación de que al mandatario colombiano le sigue fallando el instinto diplomático más elemental. No está de más recordar que las normas de protocolo existen por una razón: son una muestra de respeto a la institución, al país anfitrión y, en este caso, a la jefatura del Estado español.
No es la primera vez que un mandatario latinoamericano mete la pata en un escenario internacional, pero Petro, acostumbrado a actuar como si todo fuera una asamblea popular, no parece entender la diferencia entre la plaza pública y la alta diplomacia.
Algunos usuarios en redes lo han comparado con el tristemente célebre saludo que Hugo Chávez intentó dar a la reina Isabel II en 2001, con abrazo incluido. La diferencia es que aquello fue hace más de dos décadas, y uno esperaría algo más de sentido común en pleno 2025.
La reina Letizia resolvió el incidente con elegancia, como es habitual en ella. Pero el episodio deja una vez más en evidencia que la política exterior de Colombia no solo se debilita por decisiones ideológicas, sino también por los gestos mal medidos de su presidente. Petro no solo representa a su gobierno, representa a su país, y ese papel exige más cabeza fría y menos ímpetu mal canalizado.
¿Podría haber sido un simple malentendido cultural? Tal vez. Pero cuando uno se mueve en estos entornos, tiene la obligación de conocer las reglas del juego. No basta con proclamar discursos progresistas desde el atril si luego, en lo básico, se falla con tanto estruendo.
Lo cortés no quita lo revolucionario, señor Petro.