Llora la montaña palentina

Cuando uno piensa que ya no puede ocurrir nada peor van y cierran Venta Campa, mi refugio favorito en la inmensidad de la montaña palentina. Venta Campa era un faro que atraía mis pasos cuando decidido a dejar atrás la ciudad, sus ritmos y sus obligaciones escogía perderme donde Palencia sale al encuentro del cielo, allá donde las montañas palentinas adornan la vida pausada de quienes tuvieron la buena ventura de vivir en la naturaleza.
Al desaparecer Venta Campa Palencia sacrifica en el ara Cantamuda2de la modernidad parte de su tradición y su cultura popular. Con su cierre Palencia es un poco más pobre, el cielo es más gris y la montaña está más abandonada y sola. Los que de vez en cuando asistíamos a los ritos mágicos de su cocina y sus comedores imploramos a los cielos que alguien quiera sustituirla y levantar en el mismo solar un templo a los dioses de la gastronomía surgida de las profundidades del la tierra, de las raíces poderosas de los hombres de estas montañas castellanas, pero dadas las condiciones de abandono del medio rural uno tiene tendencia a la depresión.
Si Venta Campa estuviera en Palencia su espacio enseguida sería sustituido por alguna de tantas elegantes franquicias de nombre estúpidamente refinado, horteras hasta la saciedad, que están igualando en su memez decorativa todas las calles de España. Llegará un momento en que todas ciudades se igualen en su amariconado aspecto y que dé exactamente igual en cuál te encuentres, siempre estarás en la misma y pasearás delante de Adolfo Domínguez, Zara, Amichi, Don Algodón o Mango. O Telepizza, Burger King o McDonald, qué más da.
Precisamente porque era lo contrario a todo esto me gustaba Venta Campa. Me gustaba su ambiente rústico, sus gruesas paredes, por gruesas y antiguas, y su construcción antañona perfectamente ensamblada en ese rincón de la montaña. Me gustaba Venta Campa porque me gusta Palencia, porque me gusta San Salvador, su iglesia y su espadaña, la más bella espadaña del románico, me gustaba porque estoy enamorado de sus cumbres y de sus prados, de su pantano y de sus cielos, me gustaba por su tradición y por mil cosas más.
En Venta Campa siempre me atendían con especial cordialidad, con un trato directo y sencillo que yo agradecía muy sinceramente, en un ambiente de naturalidad, de proximidad y de confianza que no voy a volver a encontrar. Pero me gustaba sobre todo por su cocina, su cocina de siempre, me gustaba porque cocinaban lo mismo que cocinaban las madres toda la vida y como cocinaban todas las madres. Me gustaba porque su cocina era auténtica, porque sus ollas de garbanzos y judías tenían el sabor profundo y auténtico de siempre y sus guisos eran guisos de verdad, contundentes, serios, alimenticios y cuidados, porque era lo contrario de esa extremadamente cursi cocina de pitiminí que tanto se lleva ahora en determinados ambientes autodenominados modernos, como si se pudiera llamar comida a un minúsculo trocito de alguna sustancia supuestamente alimenticia, “recogida al amanecer en el huerto de mi abuela”, y que pareciera perdida a su suerte en medio de un enorme plato cual abandonado náufrago.cantamuda3
La Pernía como toda la montaña palentina y el mundo rural entero está en decadencia, la despoblación lacera esta tierra tan dura de habitar y los antiguos negocios y fábricas que hubo alguna vez están desapareciendo. De qué nos vale tanta Historia y tanto pasado, de qué nos valen el rollo, las casonas y la colegiata si la Pernía se queda sin futuro. Ya no se muelen forrajes, ya no hay salón de baile ni mercería ni economato. Y encima ya no nieva. Si también nos cierran Venta Campa qué nos queda en estas altas tierras que nos una al pasado, que nos ligue a lo que de verdad fuimos, qué quedará que nos recuerde que estamos en la primigenia Castilla. Venta Campa merecía ser considera como un Bien de Interés Cultural y ser protegida por las instituciones palentinas, si alguien convoca una manifestación para conseguirlo que cuente conmigo.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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