27- M, la palabra la tiene Castilla

Uno de los aspectos más desapercibidos de nuestra democracia es cómo se ha ido orientando y favoreciendo el bipartidismo. Las reglas del juego, empezando por la distribución de espacios electorales, espacios para carteles, jugosas subvenciones incluidas, han ido siempre destinadas a favorecerlo. Así parece imposible que cualquier partido fuera de los dos grandes obtenga votos suficientes para intentar los gobiernos del tipo que sean. Las excepciones a esta regla, excepciones que todos conocemos, no hacen más que confirmar que el PPSOE se lleva el ochenta por cien de los votos. Esta regla incluso perjudica al Partido Popular tanto en Euzkadi como en Cataluña.

Sólo ellos se han turnado en el gobierno de Castilla y León, no hay espacio para más y el que venga detrás que se joda y aguante, ustedes perdonen. Todas las influencias que el votante va a recibir para condicionar su voto van a ser en esa dirección y ése, infaliblemente, va a ser su voto. A duras penas le va a llegar algún eco de la presencia de la coalición próxima al Partido Comunista. Y para el votante, persona por lo general de costumbres políticas arraigadas, van a pasar desapercibidas otras opciones.

Todo hace prever que las cosas van a seguir igual que estaban en Castilla y León. Y mal, muy mal, vamos si las opciones que el votante percibe conscientemente se limitan a elegir entre antañones comunistas venidos a menos, socialistas que favorecen una España en la que política, social y culturalmente dominen sus aliados vascos y catalanes, y conservadores sumisos a las órdenes de sus jefes de Madrid y que aceptan resignadamente el papel segundón de los castellanos en esta España desequilibrada en lo económico, asimétrica en lo político y en la que culturalmente no pintamos nada.

El votante es teledirigido a escoger entre los dos partidos que siempre se han repartido tradicionalmente el poder sin que a los castellanos nos haya servido de algo. Si uno atiende a su autopropaganda, “vamos a hacer más” dicen, los castellanos debemos votar a los socialistas, a quienes nosotros, nuestro futuro y nuestra opinión les importamos un higo porque están asociados con aquellos cuyo voto sí tiene peso e influencia. Ahí está el sangrante caso del Archivo de Salamanca, que salió de nuestra tierra únicamente por la fuerza del voto catalanista del que Zapatero necesitaba para mantenerse en el poder. A toda costa, a todo voto. Y pese a quien pese. A Castilla, por ejemplo, que no consigue recuperar las piezas de arte que salieron de sus iglesias y pueblos abandonados para ser exhibidas en el museo Marès de Barcelona. Y todo ello presididos por un candidato al que ni en su propio partido conocen.

Igualmente doloroso es el eslogan que ha utilizado el Partido Popular: Nos pide “Confianza” un presidente incapaz de detener la debacle poblacional de nuestras tierras, incapaz de favorecer, por más años que lleve en el poder, nuestro desarrollo industrial y económico, incapaz de orientar al Gobierno, ni siquiera cuando era de su propio partido, a favor de una política que nos devolviera a un puesto de influencia y poder en esta España injusta, atrabiliaria y que goza exprimiendo a los más débiles para apoyar a los más ricos y pudientes. Por si eso fuera poco recuerdo al lector que Aznar hablaba catalán en la intimidad cuando electoralmente le convino. Ahí seguimos, dependiendo del voto de otros para saber siempre quién va a regir España, ése es el peso y la importancia que tenemos en Castilla y León. Cero Zapatero.

El votante, preso de la información convenientemente manejada (publicidad desequilibrada en radio y TV, cartelería, prensa), difícilmente llega al conocimiento de otras candidaturas dispuestas a defender a los castellanos sin dependencias de otros, sea dependencia de la sede central de Madrid o sea de los votos que desde otras regiones ponen y quitan presidentes de Gobierno. Simplemente a la mayoría de ciudadanos no llega noticia suficiente porque de eso ya se cuida nuestra perfecta democracia a través de leyes que favorecen a los partidos más poderosos. Castilla, que tan desinteresadamente contribuyó a hacer España, carecerá de un partido que defienda sus intereses exclusivos, permaneciendo siempre sumisa, como desde 1521, a los intereses de otros colectivos que confluirán como han hecho hasta ahora en una España injusta, insolidaria y a la medida política de los poderosos e influyentes.
Cosas del bipartidismo.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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