Un coma etílico

Otro joven se nos ha ido por los desagües de la sociedad del malvivir. Del mal beber. Ha sucedido en Valladolid, en las proximidades de una discoteca, donde entregó sus 17 años, víctima de los excesos con el alcohol. Los amigos y compañeros suyos que eran testigos afirmaron que había bebido mucho. Tan simplemente.

Y seguro que el pobre chavalete no tendría la culpa, quiero decir toda la culpa, al menos. Ciertamente él, cabe suponer, sería el último responsable, él compró y él bebió toda esa cantidad de veneno que su cuerpo no pudo soportar.

Pero toda la sociedad es corresponsable, una sociedad que no sabe educar a sus jóvenes, que les engaña y desorienta, haciendo que crean que divertirse es beber, que ser hombre es beber, que beber es divertido, que beber mucho es beber mejor, que ser joven es ser menos responsable. Una sociedad que confunde felicidad con irresponsabilidad, diversión con borrachera, juventud con jumentud.

Alguien ha engañado a estos pobres infelices que se creen obligados a beber la vida a grandes tragos, a toda prisa, sin tiempo para descansar, sin tiempo para pensar, sin tiempo para vivir, sin tiempo para la reflexión, sin tiempo, sin tiempo, sin tiempo… Que la vida es breve, que a este mundo hemos venido a disfrutar, viva el hedonismo, abajo la trascendencia, abajo el trabajo que no mola un carajo, abajo la responsabilidad. Alguien ha orientado la sociedad hacia una perspectiva de profunda decadencia, de alteración de los grandes valores fundamentales de la convivencia.

El Gobierno está luchando contra todo esto con leyes prohibitivas que tratan de impedir, en vano como se ve, la difusión publicitaria de esta cultura atroz así como la venta de bebidas de alto contenido alcohólico a los jóvenes. Es, supongo el último remedio, un paño caliente que sirve de momento para intentar contener la desbordante realidad. Pero es necesaria una inversión a más largo plazo, una inversión en cultura, en bienestar, en saber vivir, hay que cambiar la cultura del disfrute a toda costa, a toda vida, a toda muerte. Hay que cambiar a la juventud y eso cuesta mucho dinero pero, sobre todo, mucho tiempo, muchas generaciones.

Perversión: Hace no muchos años los bares de mi ciudad cuando se acercaba el final de curso ofrecían una copa gratis por cada suspenso que presentaran los chavales al camarero. Al tabernero.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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