Hasta ahora yo admiraba a los portugueses porque tienen la osadía de aguantarnos a los españoles y nuestros delirios de grandeza. Desde hoy tengo una razón más.

Resulta que Pedro Santana Lopes, ex primer ministro portugués estaba siendo entrevistado en televisión cuando al locutor le avisaron de que llegaba a Portugal Jose Mourinho, ex entrenador del Chelsea. Andaba el ex primer ministro explica que te explica sus problemas con su partido y de pronto el locutor le detiene y le dice que no siga con su tema, que haga el favor de esperar unos minutos, que ha llegado el súper entrenador de moda y que tiene preferencia, que hay que entrevistarle ya mismo.

Pido a mis lectores que se imaginen a González o Aznar en semejante tesitura y la cara que se les habría quedado. No te digo si hubiese sido Zapatero y su inexpresiva sonrisa de cuando no sabe qué decir o qué hacer. Bueno, pues el portugués Pedro Santana Lopes ni corto ni perezoso, echándole un par de “guirnaldas inguinales” se enfrentó al periodista, polemizando con él: ““Ustedes me han invitado a venir y yo he venido aquí con esfuerzo personal; pero he sido interrumpido para ver la llegada de un entrenador. Creo que el país está loco, perdone que le diga, con todo respeto, y por tanto no voy a continuar la entrevista.”

Y con dos narices plantó al periodista, al programa y a la televisión desapareciendo del plató. Uno, que admira a Portugal, encuentra una razón más en la dignidad de este político, por saber hacerse valer y por saber situar, improvisando en directo ante una situación inesperada, las cosas en su justa importancia. Las televisiones son poderosas, el fútbol es bonito e importante, pero la marcha de la “res pública” lo es mucho más. Olé sus guirnaldas inguinales, Don Pedro Santana.