Sacerdote, traidor y asesino.

Crhistian von Wernich, excapellán de la policía bonaerense ha sido condenado por siete asesinatos, 42 secuestros y haber torturado por lo menos a 32 personas más. Él que había sido llamado a predicar la buena noticia del amor de Cristo fue un importantísimo propagador del odio, de la muerte y del dolor. ¿Cabe mayor enemigo del Evangelio?

Hace ya demasiadas horas que he oído la noticia y me he pasado buena parte del día pensándolo y esperando que llegara el momento de sentarme al ordenador y poner por escrito algunos de mis sentimientos. Este despojo humano ha usado el Evangelio como tapadera para torturar a sus enemigos, ha utilizado la sotana como disfraz para sonsacar información a los presos del régimen y acrecentar con ello su dolor, las torturas y los secuestros. ¿Quién ha utilizado de peor manera que este malvado el poder que Cristo confirió a sus enviados?

¿Cómo un cura puede tener enemigos, cómo un cura puede albergar tanto odio, cómo puede un cura confundir tan gravemente el mensaje de Cristo? ¿Qué palabra de “Amaos los unos a los otros” no le explicaron en el seminario? ¿Qué parte de “Id y predicad el Evangelio” no ha sabido interpretar?

Algunos miembros destacados de la Iglesia llevan un tiempo escandalizándonos, siempre de manera muy dolorosa, uno no sabe de quién sentir más lástima, si de los niños víctimas de los sacerdotes pederastas de EEUU o de las víctimas de esta macabro sacerdote que ha necesitado tanto tiempo para ser juzgado sin haber sentido dolor ni vergüenza por los crímenes cometidos. El perjuicio causado por estas bestias humanas a la sociedad a través de sus víctimas, primero, y al Catolicismo después no puede ser compensado de ninguna forma, sólo el ejercicio de la justicia humana puede adormecer el dolor profundo de quienes les han padecido hasta que la Justicia que existe por encima de los hombres tome posesión de ellos.

Llevo todo el día con esta noticia en mi cabeza, dándome vueltas recurrentemente, sólo al final de la tarde he sabido dar con la solución, he levantado el teléfono y he llamado primero a Kenia y luego a Bolivia. Mis amigos de infancia, con los que tantos pantalones he roto, han tardado en ponerse pero al fin y al cabo allí estaban. A uno le he dado noticia de sus padres ancianos y solos en el pueblo, están bien de salud y deseando que lleguen las navidades de dentro de dos años para verle; al otro le he informado del segundo hijo de la que fue su novia y de cómo la suculenta plaza laboral que abandonó no termina de encontrar quien le sustituya definitivamente.

Uno me contaba que el fin de semana pasado durmió en el suelo de una cabaña en un barrio de Nairobi, que ni cenó el sábado ni desayunó el domingo; el otro hablaba de que le habían tenido que operar en pleno campo a la luz de los faros de un coche tras caerse de un caballo al volver de una alejada aldea indígena.

Después de todo ello me llegó una aparente calma y cierta serenidad que me ha permitido acabar el día, pero mi desahogo completo no ha llegado hasta que he escrito estas pocas y apresuradas líneas.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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