El precio que pagamos a China

Cuando empiezo a escribir España acaba de ganar su primer oro en estas olimpiadas, en la especialidad de ciclismo en ruta. Aunque no en todos los deportes parece que el inicio haya sido tan brillante, se espera una buena cosecha de medallas. Pero ni todas las medallas, tres mil, que se van a repartir permitirán olvidar la gran perversidad de celebrar estos juegos olímpicos en China, uno de los grandes mataderos de este mundo. Sólo uno de ellos.

¿Permitirían las grandes potencias mundiales celebrar otros juegos como éstos en Cuba? No, claro. Dictadura por dictadura no sé aclarar cuál de las dos es más maligna y sanguinaria. ¿Usted sí? La diferencia entre los dictadores chinos y la familia Castro consiste en 1.300 millones de consumidores de ojos rasgados a los que venderles Coca Cola, hamburguesas y güisqui. Y paellas y tinto Don Simón también, conste. La honradez de este mundo, la de sus potencias económicas y culturales, tiene precio y los chinos pueden pagarlo, Cuba no. Nuestros perversos dirigentes mundiales saben mirar para otro lado en los casos en que les/nos resulta conveniente.

Por eso se celebran en Pekín estos juegos. Los dirigentes comunistas chinos sabían que la propia economía capitalista era su principal baza contra esa otra mitad de Occidente sensibilizada con los derechos humanos, sabían que tanta población a la que vender “pelis” made in jolivuz, coches alemanes o discos de flamenco es su caballo de Troya con el que pueden comprar las conciencias occidentales más laxas.

Por eso todo esto se permite, porque saben que cuentan con el apoyo mal disimulado de las naciones productoras, deseosas de “colocar” sus productos a más de mil millones de potenciales nuevos consumidores. Basta con pedir a los deportistas que no hablen de política porque, gentes que llevan cuatro años preparando esforzadamente este momento, prefieren no jugarse todo el sudor de estos años por defender causas tan ajenas y etéreas como los derechos humanos de los chinos, con lo lejos que queda China el resto del año; nada de utilizar la ocasión para mejorar el mundo, no, primero el deporte, luego la Humanidad.

La decencia, la Libertad, la Democracia y los Derechos Humanos tienen un precio, China lo ha puesto y Occidente lo paga. Eso sí, luego les vendemos aviones norteamericanos, coches franceses y locomotoras alemanas… e tutti contenti. Eso sí, antes nos tapamos la nariz y miramos para otro lado, todo convenientemente ensayado, coordinado y automatizado.

El día que china despierte…

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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