Lapidemos a Susan Boyle, la nueva megaestrella facha

Susan Boyle es esa escocesa, fea, gorda, católica y virgen recién llegada a la perecedera fama de este mundo. Si en Occidente fuéramos totalmente cabales deberíamos lapidarla inmediatamente, pero no por los pecados que acabo de mencionar.

Susan Boyle nos ha demostrado a todos las limitaciones que nuestra estulta percepción de la realidad nos impone en la vida cotidiana. Vivíamos muy tranquilamente en un mundo bastante estructurado, todos tenemos las cosas claras y sabemos qué necesitamos para triunfar en esta vida, para alcanzar gloria, poder o dinero. Todos sabíamos y controlábamos el importante valor de la propia imagen, por ejemplo, para alcanzar nuestras sensualistas metas vitales; todos sabíamos también que hay cosas de nuestras intimidades que no debemos publicar porque tienen mala imagen; todos sabemos lo que debemos publicar y exagerar de nuestras personales biografías para conseguir ser admitidos en los círculos sociales. Todos sabíamos las reglas del juego, todos sabíamos a qué atenernos, llevábamos muchos años dominando las condiciones de nuestra vida, controlando las condiciones establecidas en las que movernos, todo estaba bien, todo estaba en orden, hasta que llegó Susan Boyle y lo puso todo “patas arriba”.

Bueno, lo de poner el mundo “patas arriba”… me refiero al mundo de los no muchos ciudadanos no aborregados, ciudadanos pensantes por cuenta propia que no siguen la religión oficial, predicada en los zarrapastrosos púlpitos de las televisiones españolas por multimillonarios profetas del hedonismo que después de horas de gimnasio, maquillaje, peluquería, masajes y sastrería presumen de encamarse sin fin unos con otros porque son muy liberales, muy progres y viven la vida a tope sin cortapisas ni limitaciones filosóficas o religiosas. De Victoria Beckam a Belén Estrada, de lo pijotero a lo barriobajero, tenemos sobradas muestras.

Susan Boyle comete el error de ser católica, ayudar en su parroquia y no ocultarlo. ¿Pero se dará cuenta de lo antiguo y conservador que es eso? ¿Acaso no sabe lo importante que es en el mundo actual, ¿o sólo en España?, mantener una imagen laica, anticlerical y progre? Vade retro, cualquier cosa antes que ser rata de sacristía, la sana juventud española tomará nota de todo esto y huirá velozmente de seguir tal ejemplo. Claro que con todo ello encaja perfectamente que sea fea, mayor, mal peinada y peor vestida. Y gorda. ¿Cabe desastre mayor en nuestra sociedad que una persona así? ¿Se han fijado lo desagradable que resulta su imagen? ¡Señor, qué aspecto tan ridículo tiene, si parece salida de una peli en blanco y negro de lo antigua que parece. No me extraña que aún sea virgen, que ni siquiera la haya besado nadie. ¿Pero es que no ve “Física o Química”, sólo un ejemplo entre mil posibles, para darse cuenta de que los adolescentes españoles están locos por desvirgarse urgentemente antes de llegar a la ancianidad de los catorce años? ¿En qué piensa esta mujer? ¿No es para que se tire por la ventana más alta que tenga su alcance?

Susan Boyle canta como los ángeles y ha llegado casi hasta la puerta de la senectud sin que lo supiera nadie más que unos cuantos vecinos, ha dedicado su vida a cuidar de sus padres e ir a misa y sin embargo triunfa. ¡A su edad! ¡Con ese peinado horrible y esa cara de simple! ¡Estando tan gorda como está! ¡Y siendo virgen! Susan Boyle debería suicidarse o dejarnos que la apioláramos a pedrada limpia, no se puede demostrar lo equivocada que es la dirección de una sociedad y seguir alegremente impune. No se puede demostrar a todo occidente que ha perdido el rumbo y sonreír sin pagarlo muy caro. En caso contrario debería ser la sociedad la que se suicidara colectivamente, bien por vergüenza, bien de pena.

No sé ustedes, pero yo me voy a hacer cola a la tienda de discos para hacerme con uno antes de que se acabe el mundo.
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Susan Boyle ha triunfado pasándose las convenciones sociales por la sobaquera. Ha vivido su vida pasando olímpicamente de todo aquello que la sociedad occidental ha determinado no sólo como importante, sino imprescindible, belleza, juventud, encanto… y egoísmo. Supo mantener el tipo y la digidad cuando un rebaño de cursis pero asilvestrados espectadores se reían de ella. Le importó un comino que tres iletrados jueces la prejuzgaran y la condenaran anticipadamente… sabiendo que al final no sólo la absolverían sino que tendrían que tragarse su escepticismo, sus gestos despectivos y sus sonrisas burlonas para coronarla reina. Al final los humillados fueron ellos.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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