Me cagüen jalogüin, oiga.

Es la segunda vez que escribo este artículo, al menos es la segunda vez que escribo un artículo con este título y con contenido semejante. Porque mi irritación no ha cambiado. Porque España no ha cambiado. Porque los españoles seguimos siendo unos pueblerinos asomados desde el propio campanario contemplando con asombro y ansia todo lo que existe fuera de las fronteras de nuestro villorrio.

Creo recordar que el mismo año que el acueducto de Segovia celebraba su segundo milenio EE UU celebraba su segundo centenario. Pese a esta desproporción en Historia, en tradiciones y costumbres seguimos babeando cada vez que alguien nos menciona Guasinton o Nueva Yor. Paletos. Pueblerinos cejijuntos.

Nos seguimos asombrando de todas las chabacanas payasadas que existen con tal de que las hayan inventado otros, especialmente los americanos. Somos el país antiamericano más americanista. Si usted no lo comprende yo le comprendo. A usted, no a España. A España no la comprende ni la madre que la parió. El caso es que al mismo tiempo que comemos hamburguesas a mansalva, vemos la NBA e idolatramos, babeantes, todo lo que venga de Jolivud rechazamos el imperio yanqui, su ejército y a sus políticos. Si exceptuamos desde hace unos meses a San Barak Obama del Misterio Desconocido que nos sacará de la crisis, ora pro nobis.

Consumimos la cultura americana con las mismas ansias con que devoramos sus pelis, sus series y su cultura. Si por cultura entendemos a Bart Simpson, claro. Abrazamos sus tradiciones mientras en los almacenes de los teatros se muere Don Juan Tenorio y los colegios se preguntan si será acorde con los zapateriles tiempos que los nenes celebren la fiesta de navidad con un teatrillo… del portal de Belén, con la Virgen y todo eso… ¿No somos gilipollas, no nos la estamos cogiendo con papel de fumar?

Somos raros los españoles. Incomprensibles, hablamos mal de España, de lo español, de los españoles (yo lo estoy haciendo) mientras nos postramos de hinojos ante lo que cualquier advenedizo con poco más de doscientos años quiera vendernos. Cuando los turbulentos años de la guerra civil los rojos de mi pueblo gritaban “Viva Rusia”, ahora los gilipollas de todas partes gritan “Viva USA”.

Yo quiero exiliarme, quiero tomar las de Villadiego y olvidarme de este nuestro país de paletos que olvida sus tradiciones y abraza alborozadamente las de los demás, sin ningún control, sin rubor, con tal de que sean de los demás… Todavía no he decidido si debo recurrir al exilio en Francia o Italia, amo a ambos países, o me limitaré a mi exilio interior, adaptando a mi castellana vida aquello de “mi casa es mi palacio”, no salir de casa a cualquier hora ni acudir a cualquier lugar en que pueda encontrarme a un congénere disfrazado de monstruo de uno veinte de altura. Internet da ahora muchas soluciones para resistir mejor que Fort Apache el asedio de tribus enteras de pintarrajeados ciudadanos dispuestos a celebrar imbécilmente cualquier ocurrencia sin sentido con tal de que venga de allende nuestras fronteras.

Es la segunda vez que escribo este artículo porque mi irritación no ha cambiado. Porque España no ha cambiado. Porque los españoles seguimos siendo unos pueblerinos asomados al propio campanario contemplando con asombro y ansia todo lo que existe fuera de las fronteras de nuestro villorrio.

¿Me deprimo, alguien puede ayudarme?

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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