Lo de Vic no es el acabose, sólo es el empezose

Empiezo por aclarar que no se puede desear a los inmigrantes un año y expulsarles al otro. Que no puede ser una cosa cuando las vacas gordas y la contraria cuando las vacas están cual modelo anoréxica. Hay cosas demasiado simples que el Estado ha dejado pasar y que han terminado por infectarse. La cuestión es si tenemos que amputar y por dónde para que la infección no nos ataque todo el cuerpo. No hablo de los inmigrantes, sino de las leyes.
Como parece bien claro las leyes dicen que hay que empadronar, y por lo tanto proporcionar determinados servicios a todos los inmigrantes. Sospecho que los españoles somos tontos o nos hacemos pasar por ello. Porque la ley entra en contradicción con la supervivencia del Estado. Cumplamos la ley mientras nos aclaramos. O mientras la reformamos.
El caso es que los españoles siempre nos cogemos la conciencia con papel de fumar, el hambre no tiene fronteras y el mundo es mi patria, documentos para todos y para quijotes nosotros, que vengan todos que esto es Jauja. Pero el Estado se hunde, más tarde o más temprano esto termina por ser como un país negro, tercermundista y asolado por un terremoto. Porque el Estado no es de chicle, el Estado no puede proporcionar indefinidamente escuela y salud a todo el que llegue. Por el mero hecho de llegar. ¿O hace falta recordar que esa escuela y esa salud salen de la cooperación de todos los bolsillos?
Las palabras mágicas son “cooperación” y “todos”. El número de usuarios tiene necesariamente un límite: el de los fondos del Estado. Y o contribuimos todos a llenar sus arcas o se cierra el Estado. Por reforma. O por traspaso, que yo siempre he pensado que lo mejor que podíamos hacer era entregarlo a los dueños de El Corte Inglés y que nos lo administrasen ellos. Naturalmente con la contribución de todos se pude hacer frente, en pura y democrática solidaridad, a un determinado número de “usuarios” que carezcan de posibilidades momentáneas de aportar su partecita. O a otro montoncito de usuarios que carezcan de posibilidades definitivas de aportar su partecita.
Hemos necesitado a esa mano de obra, les hemos dado la bienvenida y no podemos echarlos ahora. Claro, claro, no estoy hablando de delincuentes, sino de trabajadores honestos, lo de los delincuentes es otro amargo terreno, sólo hablo de obreros en paro.
El caso es que el Estado es finito y nuestros servidores públicos, por aquello de lo políticamente correcto, de figurar como progres y salir en la foto vestidos de supergenerosomán, se han portado como si fuera infinito. Y ahora pasa que las vacas han adelgazado y surgen los primeros problemas, sólo los primeros, que habrá mucha tela que cortar a poco que la crisis se enquiste, que se enquistará.
Jiuston, tenemos un problema, las vacas ya no dan leche para tanto obrero (parado, claro, que si estuviese dando el callo en el tajo, si hubiera tajo, sería otra cosa). Es la hora de encontrar a nuestros políticos descuidados y pedirles explicaciones. Lo de Vic no es el acabose, es sólo el empezose de lo que está por venir.
No entiendo que esto no se viera venir, no entiendo que nuestros políticos no hayan hecho nada, que hayan abierto fronteras sin más, sin caer en la cuenta de que no cabíamos todos, no entiendo que para ser solidarios internacionalistas se nos pida que destruyamos el Estado y lo convirtamos en una selva tropical en la que pobres y míseros individuos tengan que luchar a brazo partido en las calles del derruido Estado con otros infelices por llevar a casa un mendrugo de pan y una botella de agua.
De la actitud del Estado hacia los inmigrantes delincuentes (ni todos los delincuentes son inmigrantes ni todos los inmigrantes son delincuentes) es demasiado fácil hacer sangre y reírse. O llorar. Lo dejo para otro día. Para otra crisis, que la habrá y no habremos aprendido.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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