Ha sido un placer, amigos de las redes sociales

Esto de las redes sociales es lo que tiene, que admites a cualquiera porque “pobrecillo, a ver, si quiere ser mi amigo por qué le voy a dejar fuera, pobrico”. Y a partir de entonces pueden ocurrir varias cosas:
A) Que el afortunado y postizo amigo se empeñe en enviarte todos los días la planilla entera de sus movimientos. “Desayuno pan con aceite, qué rico”. Y piensas que por qué se cree el paisanete que me importa a mí su desayuno. Cuando al día siguiente escribe en su muro: “Me corto las uñas de los pies excepto la del dedo meñique que me lo amputaron en Belchite” tú te preguntas que para qué quieres amigos que te telegrafían hasta la hora en que hacen sus evacuaciones corporales. Y vas y les borras. ¡Hala, a la mierda, hombre!
B) Que cuando comunicas por tuiter (sí, sí, ya sé que no se escribe así) las salidas de tus artículos, el paisano se empeñe, erre que erre, en criticarte y ponerte a parir. Una y otra vez. Un mes y otro. En esas te preguntas que por qué el hombrico no habrá encontrado jamás nada positivo que decir de lo tuyo. ¿Nunca? ¿Nada? También le das vueltas en la cabeza a la razón por la cual los otros noventa y nueve amigos, ya digo que en las redes sociales todos los amigos son postizos salvo los que también lo son en la vida real, nunca te hacen un comentario y este Tarzán de las teclas se cree destinado a salvar tu errática opinión del pozo de la ignorancia en que te cree sumido. ¡Joé, qué pesao!
Entonces llega un día en que te hartas y le borras o le bloqueas. Todavía, muy ingenuo, él llega a tiempo de decir con rabia e ironía: “Ha sido un placer”. Entonces vas y le contestas: “Te creo, tío”. Y te descojonas de risa.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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