Si el País Vasco gana inversión en los presupuestos, ¿quién pierde?

Me he pasado la semana santa entre la montaña, Vallejo de Orbó y Brañosera, y el Cerrato, Cevico y Castrillo. Bueno, y también he cumplido con el momento religioso, que hay que respetar sentimientos y tradiciones. He comprobado, sí, otra vez más, lo preciosa que es nuestra provincia y las posibilidades turísticas que tiene si al ciudadano español alguien le convenciera de que hay vida más allá de pasarse el día tumbao panza p’arriba en Benidorm, Torremolinos o Tenerife, con una cerveza sobre el ombligo. Palencia, del Cerrato al Peñalabra, es un monumento ascendente a la naturaleza, a la vida inteligente y al relax, a la buena vida. Lamentablemente la cultura de estos tiempos, los tiempos de Belén Esteban, de Kiko Rivera, Kiko Matamoros y otros subproductos populares, va por otros caminos siempre muy trillados y vulgares, así que esos restaurantes que he encontrado llenos ya con días de anticipación son solo flor efímera. Que los españoles no queramos irnos en masa a vivir a Vallejo de Orbó, que allí no haya puestos de trabajo disponibles, es señal de que algo no funciona bien en la mentalidad de un pueblo que prefiere arracimarse en Madrid o Barcelona. Bueno, o que se deja arracimar.

¿Quedaría muy mal si las instituciones palentinas, castellanas en general, se dirigieran colectiva y coordinadamente a las empresas que podrían tener tentaciones de abandonar… digamos…. regiones conflictivas? Aquí nos sobran polígonos industriales preparados, léase Baltanás, Magaz y varios más, infraestructuras desarrolladas, comunicaciones siempre bien dispuestas (Si obviamos la autopista tercermundista que va hasta Aguilar) y unas inmensas ganas de progresar, de avanzar, de trabajar. En realidad lo único que nos falta es trabajo. Futuro. Que alguien con dos dedos de frente se proponga facilitar el regreso de tantos castellanos emigrados a Barcelona, País Vasco u otras regiones favorecidas por nuestros políticos, desde los años 40 hasta hoy, regiones enchufadas, a las que se dirigió la inversión del Estado, vaciando el interior de España en su favor, sería una idea brillante.

Si me permiten ustedes un poco de provincialismo, de chauvinismo palentino, se puede decir muy alto que como en Palencia no se vive en ninguna parte. Mientras haya quien en un ejercicio de resistencia siga viviendo en nuestra provincia, claro. Porque ese, el de la resistencia, el de la supervivencia, sigue siendo el ejercicio cotidiano.

Pero con la semana santa concluida, con la pascua corriendo y la primavera acercándose, de momento a regañadientes, a nuestras calles hay que volver a la realidad cotidiana. España sigue y que haya unos presupuestos que repartan inversiones, subvenciones y pensiones, que construyan autopistas, escuelas y hospitales, que paguen a médicos, maestros y policías depende del voto de un partido chantajista, que después de exprimir bien exprimida la ubre que le proporcionamos todos los españoles pone todavía condiciones de extorsión para contar con su voto. España va así porque los partidos “nacionales”, si se puede decir así, aceptan mansos, resignados, este atropello al sentido común. Si existiera un concepto de política que se refiriese al bien general y no al bien de los partidos políticos no existiría este chantaje, habría presupuestos que distribuyeran la riqueza nacional y Vallejo de Orbó tendría escuela con 20 niños en cada aula, tendría centro médico, comercios y hasta renacería su antiguo cine. Pero nuestros partidos prefieren aceptar el chantaje nacionalista en vez de apoyarse (y en su caso corregirse) mutuamente. Por eso las inversiones del Estado van siempre a los más ricos, a los más favorecidos, a los más protestadores. Y Vallejo de Orbó seguirá estando aislado. O casi.

Hala, señores, hasta la semana que viene, que habrá más hilo del que tirar.
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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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