En La Retaguardia de este lunes 26 de Mayo, Eurico Campano analiza con Vicente Gil y Carlos García cómo los socialistas están perdiendo el poder en todos los países europeos donde se han celebrado elecciones en los últimos meses.
Y es que la ola azul que recorre Europa se ha convertido en un tsunami imparable. Los resultados de las recientes elecciones en Portugal, Polonia y Rumanía confirman lo que ya venía anunciándose desde hace meses: el viejo continente experimenta un giro decisivo hacia posiciones conservadoras, mientras los partidos socialdemócratas pierden terreno a velocidad alarmante en prácticamente todos los países de la Unión Europea.
El tradicional eje izquierda-derecha que ha caracterizado la política europea durante décadas ha mutado hacia un escenario de creciente polarización. Los partidos tradicionales (conservadores, socialdemócratas y liberales) se enfrentan a una especie de «todo o nada» contra una nueva derecha reformista que denuncia que los intereses de las élites europeas no son los intereses de la gente trabajadora. Hay áreas enteras de actividad legislativa en Bruselas que está poniendo en peligro la continuidad de sectores económicos enteros y, por tanto, los millones de empleos que generan. El Pacto Verde y la Agenda 2030 están atacando a sectores tan básicos para Europa como la agricultura, la pesca, la ganadería o el automóvil. Y eso los europeos cada vez lo tienen más claro y votan en consecuencia. Además, la permisividad con la inmigración ilegal masiva en general y la islámica y africana en particular, han destruido la seguridad pública en cada vez más calles de países europeos como Francia, Bélgica o Alemania, donde las violaciones, agresiones y robos con violencia están disparados a cifras nunca vistas en Europa. Y en esta batalla, los socialistas están perdiendo la partida de forma estrepitosa.
El mapa azul de Europa
Los números hablan por sí solos. En la actual Unión Europea, el centro derecha domina once de los Gobiernos de los veintisiete Estados miembros, frente a una socialdemocracia que apenas resiste en seis bastiones: España, Malta, Chipre, Eslovenia, Eslovaquia y Dinamarca. En este último caso, en una Gran Coalición con liberales y moderados que diluye su influencia.
El profesor Pascal Delwit, de la Universidad Libre de Bruselas, explica este fenómeno como una «popularización del electorado de derecha radical», motivada por el descontento de ciudadanos que «sienten que se les ha abandonado demasiado a su suerte». Estos votantes consideran que «los flujos migratorios son ahora demasiado grandes» y «también contribuyen a mantener los salarios demasiado bajos».
La última debacle electoral para los socialistas ha sido en Portugal, donde el Partido Socialista empató en diputados por primera vez con la formación conservadora «Chega». La izquierda lusa en su conjunto, que concurrió fragmentada en seis listas diferentes, apenas sumó el 30% de los votos frente a una derecha que consolidó su victoria electoral de 2024.
El desplome socialdemócrata
El analista Jean-Michel De Waele señala que los partidos de centro-izquierda están perdiendo conexión con los votantes de todo el continente. «Lo vemos claramente en Portugal. Las zonas donde el Partido Comunista Portugués o la izquierda eran fuertes están siendo devoradas» por lo que define como «extrema derecha» pero que en realidad es la derecha que se atreve a cuestionar los dogmas progres que la derecha tradicional ha hecho también suyos, haciendo indistinguibles a socialdemócratas de partidos de derecha convencional.
El problema, según este experto, es que los socialdemócratas «han perdido el contacto con el público, no tienen mucho que ofrecer en términos de discurso, como sueño, como proyecto social». A esto se suma una crisis de liderazgo que contrasta con la determinación que proyectan los líderes de derecha.
«Hoy en día, ser de izquierdas es casi algo que produce vergüenza. Es como si ya no hubiera orgullo, como si ya no hubiera proyecto, como si la socialdemocracia hubiera perdido su proyecto», añade De Waele. Esta falta de propuestas concretas y de posiciones firmes explicaría por qué muchos votantes se están decantando por líderes más orientados a la acción.
La nueva aritmética europea
El desplazamiento a la derecha se refleja claramente en la composición del nuevo Parlamento Europeo. El eurodiputado mediano pertenece ahora al grupo del Partido Popular Europeo (PPE), tras haber sido anteriormente miembro de Renew. Los Verdes y los liberales han caído del tercer y cuarto puesto respectivamente al quinto y sexto por detrás de los grupos de derecha radical.
En casi la mitad de los municipios europeos (42.363 municipios) ganó la derecha reformista en 2024, una cifra impulsada en particular por el gran número de municipios muy pequeños en Francia. Si se ponderan los municipios por el número de votantes, el PPE se sitúa en primer lugar con un 31% de municipios ganados.
El fin de los «cordones sanitarios»
Una de las consecuencias más visibles de este nuevo mapa político es el debilitamiento de los llamados «cordones sanitarios» con los que los partidos tradicionales intentaban aislar a lo que ellos criminalizan como extrema derecha. Hoy, los nuevos partidos de derecha encabezan los Gobiernos de Hungría, Italia, Países Bajos y son socios de coalición en Finlandia y Croacia, o proporcionan un apoyo parlamentario decisivo como en Suecia.
En Portugal, la excepción progresista llegó a su fin con el colapso de la izquierda radical: incluso sumados, el Partido Comunista y el Bloque de Izquierda apenas obtuvieron un 5% de los sufragios. El líder de Chega, André Ventura, lo expresó con claridad: «Hoy podemos declarar oficialmente y con confianza a todo el país que el bipartidismo ha terminado».
La inmigración ilegal masiva como catalizador
La llegada de cientos de miles de personas en situación ilegal a los diferentes países europeos y la permisividad de los gobiernos socialdemócratas y conservadores tradicionales con este problema se ha convertido en uno de los principales catalizadores de este giro a partidos que afrontan los problemas sin complejos. Los partidos tradicionales, tanto de derecha como de izquierda, se han visto incapaces de satisfacer las demandas de seguridad de sus ciudadanos y han sufrido electoralmente las consecuencias.
La derecha tradicional se ha visto fagocitada por la nueva derecha reformista que no tiene reparo en cuestionar los mantras de la izquierda ante la evidencia de que una inmigración ilegal masiva plantea gravisimos problemas en Francia, Italia, Países Bajos, Austria o Suecia a pesar de endurecer su discurso en política migratoria y de asilo. Esta estrategia de emulación también se observa en la izquierda, por ejemplo en los partidos socialdemócratas de Alemania o Dinamarca, que han endurecido sus posiciones sobre inmigración para intentar frenar la sangría de votos.
El caso de Polonia y Rumanía
También en Polonia se confirma y consolida el giro a la derecha como tendencia política operada en los últimos años. Según los resultados definitivos de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, Rafał Trzaskowski, candidato del partido del primer ministro Donald Tusk, se ha situado en cabeza por un estrecho margen -el 31% frente al 29% de su contrincante-. Se enfrentará en la segunda vuelta a Karol Nawrocki, candidato apoyado por el partido Ley y Justicia (PiS) y de ideas extremistas y populistas.
En Rumanía, George Simion, el candidato de la fascista Alianza para la Unión de Rumanos (AUR), recibió el 46% en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, un resultado que habría sido impensable hace apenas unos años.
¿Y España?
España se mantiene como uno de los pocos bastiones socialdemócratas en Europa, junto con Malta, Chipre, Eslovenia, Eslovaquia y Dinamarca. Sin embargo, la tendencia continental plantea serios interrogantes sobre la sostenibilidad de esta excepción ibérica a medio plazo, especialmente cuando el auge de VOX ya es una realidad consolidada en el panorama político español. Quizá por eso, la izquierda ya inició hace años una campaña de demonización sistemática de los de Santiago Abascal con la que tratar de bloquear un posible pacto del PP con VOX.
El giro hacia la derecha en el continente avanza y la izquierda muestra un ostensible retroceso, tanto en términos electorales como políticos e ideológicos. Poco a poco, la contestación a los dogmas progresistas van calando y permeando en los partidos tradicionales, cada vez más incapaces de mantener el «cordón sanitario» con el que pretendían detener la marejada ultra.