Se ha despachado a gusto y, a buen seguro, después del atracón que se ha metido el ‘obrero‘ se habrá visto en la necesidad de soltar un buen eructo para expulsar los gases fascistas que recorrerían su intestino grueso.
El caso es que el podemita Antonio Maestre, ese guardián de las esencias periodísticas que perpetra artículos en La Marea, ha debido tener una mala noche azuzado entre sueños por banderas españolas y ha vomitado un artículo digno de tener como abajo firmantes a los Gabriel Rufián, Anna Gabriel o cualquiera de los zarrapastrosos separatistas que pululan por las calles catalanas en estos días previos al 1 de octubre de 2017.
Arranca así el texto de Maestre –No es a por ellos, es a por nosotros-:
Es domingo y el Mercat de Sant Antoni de Barcelona bulle de gente olisqueando entre los libros de segunda mano, cómics añejos y parafernalia de coleccionista. Todo el mundo absorto en sus pesquisas para encontrar algún viejo libro descatalogado cuando un hombre aparece enarbolando una gran bandera de España con tremendo estropicio. Su libertad nadie la vulnera, el hombre se pasea entre todos sin que nadie le censure su forma de expresarse. Sin embargo, acude a cada columna donde hay un cartel a favor del referéndum o pidiendo ‘democràcia’ para arrancarlo, romperlo y tirarlo a la basura. La libertad que quiere para sí se la niega al disidente. Esa es la patria que todos tenemos que combatir. La que creó el mito de las dos Españas, la de una nación auténtica, que brotó de los militares del 36 y que se contrapone a una Antiespaña hereje, separatista, marxista y laica que hay que aplastar.
Prosigue:
La movilización independentista en Cataluña está aflorando el sentimiento más primitivo de todos aquellos ciudadanos imbuidos por el franquismo sociológico. El Gobierno y el aparato del Estado están aplastando de forma brillante el referéndum, utilizando todos los resortes de coerción que la ley les permite, y eso está enardeciendo a las masas tocadas por la vara del fascio y a las que les pone la implantación de la bota sobre el cuello del diferente. Los más radicales contra los independentistas no se conforman y braman para que la represión sea total contra la Antiespaña. Una multitud de ciudadanos acude a la comandancia de la Guardia Civil junto a la subdelegada del gobierno en Huelva, Asunción Gravalos. La comitiva de la benemérita es despedida con soflamas contra los catalanes. «A por ellos», les cantan. Dadles palos hasta que se les quiten las ideas de irse de nuestra España. La única y verdadera. La escena se repite en Castellón, Cádiz, Guadalajara, León. Un a por ellos que es un a por nosotros. El referéndum planteado por el independentismo está siendo derrotado por medio de la ley y la represión. No hay duda ni debate posible. Es un hecho. Sin embargo, moralmente están venciendo la batalla. Porque la ilegalidad del referéndum del procés se está legitimando con la violencia del Estado, una posición que también defiende el cronista Martín Caparrós en un reciente artículo en The New York Times.
Esa Puta España. La que llama Antiespaña a todo el que disiente. https://t.co/3koUgGJWys
— Antonio Maestre (@AntonioMaestre) 28 de septiembre de 2017
Subraya que:
Existe una actitud paradójica en la caterva de especímenes más radicales contra la independencia, la de aquellos que espuman por la única e indivisible soberanía nacional, que braman contra los separatistas insultando a Cataluña y todo lo que suene a catalán. No soportan la idea de una España partida pero no les importa tenerla unida en contra de la voluntad de sus partes.
Y destaca que:
Porque es cierto que existe esa «puta España» a la que apelaba Rubianes, aquella a la que pertenecen los que se den por aludidos por este artículo, los que más ruido hacen, la más intolerante y despreciable que funciona con la psicología de un maltratador. Quieren mantener junto a ellos a una parte importante de la población sometida, humillada y oprimida. No quieren dejarla ir, pero lo único que hacen para mantenerla a su vera es aplastar su voluntad. En definitiva, una posición política sádica que utiliza la represión como único elemento para doblegar los anhelos totalmente legítimos de una parte importante de la población.
Justifica el crecimiento del movimiento separatista:
Existen momentos en el que la reacción desproporcionada ante una postura no compartida te empuja a defender posiciones que no son las tuyas. La España diversa que esté lejos de los independentistas, de los burgueses del PdCAT que votaban junto al PP contra los estibadores, o de los antisistema (a mucha honra) de la CUP, tiene que abandonar sus reservas ante el procés cuando el fascismo de la peor condición empieza a aflorar en diversas capitales españolas legitimado por la actitud represiva del estado. El 2 de octubre solo importará el relato construido durante estos tumultuosos días. El discurso mayoritario y predominante que se está imponiendo en la opinión pública es el de la algarabía por la reacción represiva contra todo aquel que participe en el referéndum. Una respuesta desproporcionada que con el paso de los días está situando el marco del disidente en el antifascismo.
No están dejando otra salida aceptable para aquellos que antes recibían el calificativo de equidistante. El referéndum del 1 de octubre ya está en otra pantalla de realidad. Ese escenario ha quedado superado y ahora solo importa el establecimiento de puentes entre la España tolerante que respeta el sentimiento personal de cada ciudadano con la Cataluña que quiere expresarse libremente. Y esperar que de forma voluntaria decidan permanecer junto a nosotros. Que somos ellos. Porque solo construyendo un país que respete al conjunto de sus ciudadanos se conseguirá que todos lo sientan como propio. Un hogar compartido.
Y remacha con otro ‘vómito’ propio de la casa:
Algunos jamás comprenderán que mediante la sumisión y el aplastamiento no conseguirán que los catalanes quieran permanecer en este país, su España no es la de la buena gente. Los que de verdad quieren a Cataluña y su pueblo lo quieren libre y voluntariamente junto a ellos. De los españoles honrados y solidarios que respetan la diversidad depende rechazar a esa España con alma de maltratador que habla de los catalanes como «ellos», con odio, como si no fueran de los nuestros.