Di María se inventó un gran gol, muy telegénico, pero no lo suficientemente grande como para tapar del desánimo en el juego de este nuevo Madrid, falto de ritmo, casi desganado. Sólo el argentino y Pedro León dieron la impresión de ser verdaderos refuerzos ante un Peñarol que no exigió demasiado. Otro trofeo Bernabéu reposa ya en la sala de trofeos de un Madrid aún por descubrir.
El tiempo es lo único que no puede comprarse en el fútbol. Y vuelve a jugar contra el Madrid, otra vez en fase de montaje, con seis futbolistas nuevos, algunos de los cuales acaban de bajarse del avión, pero a las puertas de la Liga. Le costará en los primeros meses engancharse a la poderosísima rueda del Barça como quedó ampliamente demostrado ante el Peñarol, un equipo sobrado de pasado y justísimo de presente.
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