Tocan a muerto en el PSOE (político, se entiende), pero no es fácil saber de quién es el cadáver. Hay quien asegura que es todo el partido de Pablo Iglesias el que está para las mulillas -LEA EL TRASGO EN LA GACETA-.
¿Qué está pasando? Uno, que la corrupción empieza a pasar factura; después de los ERE falsos andaluces, José Blanco se acerca al banquillo. Edurne Uriarte hace sangre en la herida del otrora flagelo de “corrutos” y aprieta hasta el fondo en ABC: “El problema de José Blanco es su sonora incoherencia, la insoportable contradicción entre lo que decía cuando se refería a los políticos imputados de la oposición y lo que dice ahora que habla de sí mismo”.
“Blanco es color verde camaleón”, dice Beatriz Talegón, el mirlo blanco, en El Mundo. Es un clamor: “Que se vaya Pepiño”. Antonio Miguel Carmona, en El Plural, pide dimisiones: “En España no se dimite ni con espátula. Todos los que debieran dimitir esperan disimuladamente a que el temporal amaine y que su tema se olvide más temprano que tarde. Siempre quedará en internet una mácula que incluso el tiempo acabará borrando”. Carmona lo dice por Ana Mato, pero aprovecha para soltar una colleja en las nucas socialistas: “Los socialistas, para mayor abundamiento, debemos ser capaces de dimitir para poder reforzar nuestro discurso y poder agitar con mayor facilidad e incluso vehemencia las banderas de nuestros principios y nuestros valores”.
Luego está el cisco de Ponferrada, que ha dejado la autoridad de Rubalcaba a la altura de Torrebruno. El País tiene solución: “Valenciano tendrá más poder en el aparato del PSOE y en el Congreso”, titulaba ayer, y añadía: “Rubalcaba refuerza a la vicesecretaria para evitar nuevas crisis y descoordinación”. O sea, el problema es que somos demasiado tolerantes y demócratas, y además ha sido cosa de la Valenciano, no de don Alfredo. Ya.
TU CARA ME SUENA
En plena crisis emerge la lucha por el poder. Tomás Gómez asegura que “muchos dirigentes” creen que ha llegado el momento de “caras nuevas”. Evidentemente, Gómez piensa en su propia cara. Patxi López, al que nadie había preguntado, salta a la palestra, pide al PSOE “que se deje de intrigas palaciegas” y, de paso, afirma que él “no es candidato de nadie”.
Qué gracia: precisamente a Patxi López le llamaron en su día Patxi Nadie. A todo esto, si Patxi dice que no quiere ser candidato, ya sabe usted: quiere serlo. Y es que ya no hay compañerismo. Lo dice otro socialista de mejores horas, Rafael Simancas, filosófico en su blog de El Plural: “¿Qué fue del compañerismo?”. Y reflexiona: “Se ha producido un evidente cambio de valores. La competencia individual se ha impuesto definitivamente a la solidaridad y la fraternidad”. La culpa es del neoliberalismo que todo lo invade.
En el asunto catalán –cuarto clavo en la frente de Rubalcaba–, los discursos ya llegan a mayores. La última extravagancia nos la cuenta La Razón: algunos sectores socialistas “se plantean llegar a una relación similar a la que mantienen en el land alemán de Baviera la CDU de Angela Merkel y la CSU, formaciones que carecen de cualquier tipo de relación orgánica, aunque compartan principios ideológicos”. O sea que en Cataluña no habría PSOE, sino sólo PSC, y a su bola.
“Alfredo Pérez Rubalcaba –prescriben los de Marhuenda– debe oponerse con firmeza a este tipo de cesiones, que sólo dan alas a los independentistas”. El asunto es que, con semejante paisaje, todo en Ferraz es mohína. Lucía Méndez lo describe así en El Mundo: “¿Quién puede observar hoy al PSOE sin sentir pena? Hasta los propios dirigentes socialistas sienten pena de sí mismos y no es de extrañar. […] Ven con impotencia que en este año de mandato del secretario general todo ha ido a peor y que por mucho que preparen con mimo una propuesta programática, la Conferencia Política se centrará en el cambio de liderazgo”.
Y aquí es donde llegan los grandes discursos, y en particular un artículo que Nicolás Redondo Terreros publica en El País y del que hay que hablar con calma, porque ha conmovido los cimientos del socialismo español. “No tengo dudas –advierte Redondo– sobre el gran valor político que representa el secretario general de los socialistas, muy por encima de la mayoría de los que siguen en activo, y la dificultad que entraña el desempeño de su responsabilidad en estos momentos.
Pero tampoco nadie puede dudar –sacude a continuación el socialista vasco– de que este crédito esté lastrado, como se demostró en el debate del estado de la nación, por su muy dilatada vida política y por la naturaleza secundaria de la misma. Sin embargo, el discurso de los dirigentes socialistas que integran la dirección presidida por Rubalcaba no se desliza lentamente por los meandros lentos y cadenciosos que impondría la experiencia, sino que sorprende a la opinión pública oscilando desde el infinito al cero, desde el todo a la nada, desde la utopía hasta el tacticismo, y realizan sus grandilocuentes propuestas en ámbitos internos inadecuados, convirtiéndolas en sucesivos brindis al sol que no merecen la atención ciudadana”.
LA PREGUNTA DE LENIN
Disculpe usted la longitud de la cita, pero es que había que reproducir el párrafo entero para entender todo lo que se está cociendo ahora mismo en las calderas socialistas. Y para ver que, además de un problema de liderazgo, sobre todo hay un problema de ideas, de orientación, de proyecto. ¿Qué hacer?, se preguntaba Lenin.
Ansón también se lo pregunta y nos contesta con una ocurrencia que, ay, amigos, me ha puesto los pelos de punta: “Dirigentes socialistas muy destacados apuntan en la dirección de José Bono. Hoy por hoy, el ex presidente del Congreso es el político socialista que puede contener la hemorragia de los votos perdidos y recuperar en proporción considerable lo que se llevó el vendaval de las elecciones el año 2011. José Bono no tiene una tarea fácil por delante. Sería lamentable que se zafara de su responsabilidad histórica y no asumiera la regeneración de un partido clave para la estabilidad de España”. Y aún le veremos entrar en Ferraz a lomos de un caballo blanco. De la hípica Almenara.