Para Prada, hay que ser "muy lameculos" para haber puesto el nombre de Thatcher a una plaza de Madrid
En todo el tiempo que dura la murga catalanista, uno de los argumentos más repetidos por los separatistas es que el estatus catalán en España sólo puede ser decidido por los catalanes; al resto de los españoles sólo nos quedaría el aceptarlo. «Esto es como un divorcio o como la emancipación de un hijo», dicen; el resto de la familia no puede obligar a quedarse a quien quiere irse.
Claro que el argumento se puede dar la vuelta. Tampoco el que quiere irse, o amaga con hacerlo, puede imponer a los demás sus condiciones para quedarse. Esto es lo que algún columnista plantea este 17 de noviembre de 2014.
El director de La Vanguardia, Màrius Carol, vuelve a reclamar «una propuesta de futuro» (¿hay propuestas de pasado?) a Rajoy.
Por lo que se intuyó de sus palabras, el presidente español va a utilizar el argumento del ‘better together’ de David Cameron en su próxima visita. Pero, más allá de la apelación a los beneficios de permanecer juntos, el primer ministro británico hizo una oferta para seducir a los escoceses. Las frases de afecto y los argumentos de las ventajas requieren una propuesta de futuro. Incluso los partidarios más fervientes del no a la independencia consideran que la situación actual es insostenible.
Sin embargo, los catalanistas han tensado tanto la cuerda, han engañado y han insultado de tal manera que ya muchos en el resto de España están hartos y les dicen que ya que están tan incómodos con nosotros que se vayan. Es el caso de José María Carrascal (ABC), que hace sólo unos meses proponía ceder ante Artur Mas.
Rajoy planea ir a Cataluña para explicar «mejor que hasta ahora» su política hacia ella, basada en que juntos nos irá mejor que separados. Tarde, aunque sólido. Lo malo es que allí pasan ya de eso y, aún peor, que se alzan cada vez más voces pidiendo una salida negociada, que consistiría en el reconocimiento de Cataluña como nación, rescate de las cláusulas de su estatuto recortadas por el Tribunal Constitucional en 2010 y reforma de la Constitución para adaptarla a dichas cláusulas. Eso no sería una negociación, sería una rendición que, de aceptar, convertiría a Rajoy en el violador de la ley. Lo más que puede ofrecer es el proceso inverso: empezar por la reforma de la Constitución y ver la forma de encajar a Cataluña en ella. Que no creo acepten porque, en realidad, lo que buscan es una independencia pactada con España, que permita a Cataluña el pleno control de sus asuntos internos, pero sin salir de Europa, su gran preocupación. En otro caso, amenazan con la independencia a través de unas elecciones plebiscitarias o por las buenas, quiero decir, por las malas, como hicieron el domingo pasado con el simulacro de consulta.
¿Saben lo que les digo? En tales condiciones, mejor que proclamen la independencia abiertamente, sin trampa ni cartón, y que cada cual aguante su vela. Cualquier otra cosa será seguir jugando una partida con las cartas marcadas. El 9-N se violó en Cataluña, no ya un auto del Tribunal Constitucional, sino la Constitución y, desde entonces, la ley española en aquel territorio ha quedado en entredicho. La mejor prueba es que aquellos fiscales no se atreven a aplicarla. Otro error, y tendremos que decir adiós a Cataluña.
Francesc-Marc Álvaro (La Vanguardia) anticipa los planes del bloque separatista catalán. Que luego nadie en Madrid diga que no estaba avisado.
Si se acepta que impulsar una secesión es saltar una pared muy alta, resulta incuestionable que, para hacerlo democráticamente, hay que disponer de un grueso muy sólido de ciudadanos favorables. El soberanismo catalán debe sacar buenas lecciones de lo que pasó en el referéndum de Quebec de 1995 (allí los soberanistas sólo consiguieron el 49,42%) y en el reciente referéndum de Escocia, donde la gran movilización de los partidarios de la independencia no se tradujo después en las urnas. En caso de que Madrid no acepte reconducir el conflicto a un tablero de estilo británico, los partidos que apuesten por un Estado catalán independiente deberían lograr la mayoría absoluta (y todos los escaños de más que puedan) en unas plebiscitarias. Este es, por ahora, el esquema más probable. Dejamos para otro día qué tipo de lista electoral podría ser más eficaz para alcanzar esta meta.
Así las cosas, los dirigentes de CDC, ERC y la CUP deberían ocuparse en este momento, sobre todo, de dar con la mejor manera de llegar a 300.000 catalanes que son imprescindibles para saltar la pared. Para explicarles con buenos argumentos que la independencia es una idea que les interesa y una posibilidad que podría mejorar su vida en tanto que europeos castigados.
SEGÚN LUCÍA MÉNDEZ, JOAN RIGOL FUE EL CHIVATO
Lucía Méndez (El Mundo) descubre que la revelación de las negociaciones secretas entre Pedro Arriola en nombre del PP, José Enrique Serrano en el del PSOE y Joan Rigol en el de CiU la hizo éste.
La línea caliente que han mantenido durante meses tres hombres sentados en la mesa de un diálogo secreto para desatascar el conflicto de Cataluña con el resto de España saltó por los aires la víspera del 9-N. No puede ser, exclamaron al unísono José Enrique Serrano y Pedro Arriola. No puede ser, repitieron el PP catalán y Mariano Rajoy. ¡Pero si era secreto! Ese día, El Periódico de Cataluña daba cuenta de la existencia de negociaciones a tres bandas impulsadas por Joan Rigol, prohombre de Unió Democrática y presidente del Pacto Nacional por el Derecho a Decidir, con dos enviados de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez: Pedro Arriola y José Enrique Serrano, respectivamente.
Gobierno y PSOE se consideran burlados y traicionados por el dirigente de Unió, a quien atribuyen la filtración sin ningún género de dudas. Fuentes populares señalan que Rigol pretendió con ello desanimar a quienes se oponen al derecho a decidir y extender la idea de que la firmeza del Gobierno frente al desafío independentista es sólo de fachada, dado que por debajo de la mesa está dispuesto a negociar.
La periodista de El Mundo, que además firma un perfil de Cayo Lara, concluye su larga página con un ataque a la banda de los abogados del Estado que gobierna España.
La iniciativa del recurso la llevó en persona la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, a quien tanto socialistas como populares atribuyen un papel esencial en la gestión del tema catalán. Los socialistas, como algunos dirigentes del PP, creen que es un error dejar este asunto en manos de los abogados del Estado.
Pedro Fernández Barbadillo (Libertaddigital.com) aporta un dato histórico: tuvo más adhesiones Franco en Barcelona en el referéndum de 1966 que Artur Mas en el de 2014. En ambos, añade, La Vanguardia fue entusiasta con el poder.
Según informó la leal Vanguardia Española (15-12-1966), propiedad de Carlos Godó Valls, conde de Godó y procurador en Cortes, el censo de la ciudad de Barcelona ascendía a 1.255.855 personas de ambos sexos, de las que votaron 1.080.247 (86,02%). Dieron el sí a la LOE 951.483 (88,08%) y votaron no 56.444 (5,23%); los votos en blanco o nulos fueron 72.321 (6,69%).
En la ciudad de Barcelona, en el 9-N votaron 507.454 personas y el sí-sí lo dieron 397.933 (78,4%).
Un malpensado podría decir que el general Franco tuvo más éxito en Barcelona que el presidente Artur Mas, aunque ninguna de esas votaciones reunió los mínimos necesarios para asegurar la imparcialidad de la Administración y la neutralidad del Estado, ya que no se concedió publicidad oficial a los partidarios de rechazar la propuesta oficial ni existieron interventores de la oposición en las mesas electorales.
Otra coincidencia entre ambos referendos es que el periódico más vendido de Cataluña, La Vanguardia, apoyó el sí, a Franco y al Estado propio.
Los Godó, siempre con el que manda.
RAÚL DEL POZO DEFINE A PODEMOS COMO «COMUNA DE PROFESORES»
El nuevo discurso de Pablo Iglesias después de su elección como secretario general de Podemos (con una mayoría del 88%, cercana a las búlgaras comunistas) permite a Federico Jiménez Losantos (El Mundo) asociarlo a ETA.
Una frase de Iglesias en su entronización sabatina resume el proyecto de Podemos: «Abrir el candado de 1978 y decidir sobre todas las cosas, para romper la concepción agresiva de España que dice a los ciudadanos qué lengua deben hablar y qué deben sentir». Sólo la ETA y los separatistas vascos -PNV, EA-, catalanes -ERC, FNC- gallegos -UPG-, canarios -MPAIAC- y terroristas leninistas como el FRAP y el GRAPO han sostenido desde la Transición que la Constitución de 1978 es «un candado» para las libertades de ciertos pueblos sometidos o clases explotadas. Pero Iglesias, en el vídeo grabado en una Herriko Taberna, dice que «sólo la izquierda abertzale» entendió «desde el principio» la verdadera naturaleza de la Constitución Española. Por eso la ETA asesinó a tantos españoles: para acabar con el candado que impedía la euskodictadura a la cubana, modelo de ERC para Cataluña y de Podemos para el recuelo de España.
La identificación de Podemos con el separatismo se ve en su himno, La Estaca de Lluís Llach y en ese «España dice a sus ciudadanos lo que deben hablar y lo que deben sentir». Son los separatistas los que imponen en Cataluña y otras taifas que no se pueda educar, rotular, ser o sentirse español.
Ignacio Camacho (ABC) teme que Podemos seduzca al PSOE con su plan de «ruptura», que la izquierda no pudo imponer en la Transición por voluntad de los españoles, pero que sigue en sus sueños.
Podemos tienta a gran parte de la izquierda sociológica con aprobar una vieja asignatura pendiente desde la Transición, la de la ruptura. Su estrategia es la de construir un bloque de arrastre que aproveche la dispersa inercia ideológica del zapaterismo, cuyo código rupturista ha asumido en una síntesis extrema. En la mejor perspectiva de recuperación del actual desplome, el centro derecha y los pequeños partidos moderados se situarían en torno al 35 por ciento, lo justo para gobernar en precario o formar una minoríadique de bloqueo.
La «gran coalición», el sueño de los poderes del Ibex, está descartada incluso como eventualidad remota en el debate interno socialista. La clave estará pues en la lectura que el PSOE haga de sus resultados en relación con los de Podemos, para asentarse en su institucionalismo reformista o para bascular saltando al vacío hacia la aventura de una refundación radical.
Como el PSOE, Raúl del Pozo tan pronto se asusta de Podemos como lo admira. En sus columnas sobre el nuevo partido se alternan las alabanzas con los reproches. En la de hoy, ‘Satán, en el nuevo Apolo’, define con acierto al politburó de Podemos: «comuna de profesores». En los párrafos siguientes asegura que por mucho miedo que dé Podemos no pasa de ser un manso, o un tigre de papel.
Como todos los grandes motines, Podemos nació en el foro y su radicalismo verbal tomó forma de mojarra incendiaria, pero son más bien mansos. La derecha y el PSOE les temen, olvidando que la izquierda mejor organizada y con historia legendaria nunca pasó del 20%. Vienen a triturar a los partidos de izquierdas y a lograr que los votantes, aterrorizados, tiren al PP desde el Viaducto. Entre sus dirigentes hay tipos inteligentes que ponen los pies en las nubes pero con la cabeza en la tierra.
Los bipartidistas retratan a Pablo Iglesias como al Gran Satán con vaqueros y coleta que arrastra con su rabo las estrellas del cielo. El término Gran Satán -empleado ahora por los yihadistas- se lo aplicaron a Thomas Paine. Aquel rebelde contra Dios y contra el rey ahora es un ortodoxo de la democracia. Consideró, como hoy Pablo Iglesias, que el deber de los patriotas es proteger a su país de los errores de su gobierno.
En la misma línea está José Oneto (Republica.com), que dice que estamos ante la «foto del clan de la tortilla», que funda el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra.
Con toda la perspectiva que da el tiempo, ese grupo formado en torno a Pablo Iglesias, como líder, que aparece abrazado en todas las fotos de los periódicos de este fin de semana, recuerda bastante a aquella otra, de otro grupo de jóvenes, tambien universitarios, que se hicieron con el control de un partido socialista en Suresnes y que supieron ilusionar a todo un país hasta el punto de ganar unas elecciones, después de contribuir decisivamente al éxito de la transición. Aquella, la de hace cuarenta años era la famosa foto de la tortilla tomada por el que fuese alcalde de Sevilla Manolo del Valle («Para que la revolución estalle, Manolo del Valle» gritaban jocosos aquellos jóvenes) con la cámara del redactor de El Pais, Pablo Julia.
Marcello (Republica.com) hace una lista de las promesas de Podemos y concluye que España se ha convertido en un laboratorio político, mientras seguimos con 4,5 millones de parados.
Pues que se preparen pues, políticos y empresarios de la casta nacional, porque el pretendido Nuevo Apolo de la política española viene dispuesto a reventar el ‘candado de la Constitución de 1978′. Y como dueño de las Musas que es a convertir la España autonómica en la España de las naciones y, de paso, a enamorar a los catalanes para que, tras concederles el derecho de autodeterminación -que se hará extensivo a Euskadi, Galicia, Baleares, Canarias y Cartagena, para empezar- se queden en España. Como piensa Iglesias que logrará de los acreedores internacionales de España grandes quitas de la deuda pública, el cambio de la política económica y monetaria de la UE (tras domesticar a Merkel, Lagarde, FMI), dejando de lado las viejas locomotoras de la construcción y el turismo, como primeras fuentes de la actividad económica del país. E, imaginamos, que finalmente, y tras encandilar a chinos, rusos y americanos Podemos logrará liquidar la ‘Alianza de las Globalizaciones’ y las emisiones del CO2 a nivel mundial.
Por pedir que no quede, y no quedará tras la euforia del ‘acometizaje’, en este cometa loco llamado España, del triunfal robot de Podemos.
De pronto, España se ha convertido en un laboratorio político por donde deambulan los sabios de la regeneración, la renovación, la reforma y la revolución. Los hay de todas las tendencias y todos los colores, incluido el ‘incoloro’ porque los de Podemos ahora dicen que no son ni rojos ni azules. Los hay monárquicos, republicanos, federados, confederados, unionistas y de ‘Virgencita que me quede como estoy’.
La única columnista que hoy ofrece El País a sus lectores sobre asuntos nacionales, Almudena Grandes, toma el mismo camino que el desagradecido Juanjo Millás y se pone del lado de Podemos. Titula su pieza ‘Gamonal’
Ante tamaña obcecación se me ocurren cuatro hipótesis. O Lacalle quiere que ardan contenedores para mejorar sus perspectivas en las próximas municipales, o da por sentado que las va a perder y pretende obtener algún beneficio de la operación, o tiene una deuda oculta con Méndez Pozo que está intentando pagar a cualquier precio, o profesa un profundo desprecio por la voluntad de los ciudadanos. Cualquiera de estas razones es gravísima, pero la última es la peor, sobre todo porque ilumina lo inexplicable en cualquier lugar de España.
Almudena, simpática, el alcalde de Burgos obtuvo mayoría absoluta en las elecciones municipales de 2011, con un programa donde aparecían esas reformas urbanísticas. En puridad, los antidemócratas son quienes se echan a las calles de Gamonal a quemar contenedores.
Para terminar con la política, Fernando Sánchez Drago (El Mundo), que defiende la supresión del aborto con esta frase, «nunca votaré por un partido que no lleve en su programa la derogación de las leyes que consienten el infanticidio», asegura que la entrevistadora Ana Pastor ha dicho la mayor estupidez de la semana al dar su fórmula para solucionar la crisis española… y que no es una píldora de federalismo.
Ana Pastor, que de tonta no tiene un pelo, ha dicho la mayor tontería de la semana en el Curso de Periodismo Social organizado por este periódico: «La empatía es lo único que puede cambiar este país». ¿La empatía? Pues nada: todo resuelto. ¡Y eso lo dice la severa gobernanta que domingo tras domingo vapulea en la tele a quienes no son de su cuerda! Nadie diría que empatiza con ellos. La frase es gloriosa. Podría ser de Punset.
PRADA Y USSÍA, ENTUSIASMADOS CON EL VASCO BLAS DE LEZO
La inauguración el sábado 15 de una estatua al almirante vasco Blas de Lezo en la Plaza de Colón, erigida sin subvención alguna, entusiasma a varios columnistas. Juan Manuel de Prada (ABC) celebra la estatua, pero le irrita que cerca de ella haya una plazoleta dedicada por la alcaldesa Ana Botella a la británica Margaret Thatcher.
Cuenta en sus memorias Richard Luce, quien fuera capataz de Gibraltar, que la Thatcher, a la sazón de visita en la colonia, cuando supo que un barco de bandera española había osado adentrarse en las aguas de jurisdicción española que los gibraltareños rellenan con bloques de hormigón, exclamó carcajeándose: -¡Pues bombardearemos Madrid! Hay que ser, en efecto, muy cipayos y muy lameculos para dedicar una plaza en el centro de Madrid a quien puso a España la zancadilla siempre que pudo, reforzando la posición de la colonia de Gibraltar, y se desempeñó como una furibunda enemiga de la Hispanidad, como demostró en las Malvinas.
Aprovechando que unos patriotas españoles han levantado una estatua al insigne almirante Blas de Lezo, habría que promover que la plaza ignominiosamente dedicada a la Thatcher fuese rebautizada con el nombre de aquel gallardo guardacostas Julio León Fandiño, quien tras apresar al contrabandista inglés Robert Jenkins le rebanó una oreja al tiempo que le decía sarcásticamente: «Vuelve a Inglaterra y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve». Y el rey inglés, a la sazón Jorge II, envió iracundo su flota contra Cartagena de Indias, donde Blas de Lezo le dio jarabe de pata de palo. Fandiño bien se merece esa plaza oprobiosamente entregada a Margaret Thatcher; y hasta que los politiquillos accedan a cambiar su nombre, los patriotas deberían acercarse a la estatua de Blas de Lezo y encomendarse a su espíritu, para acudir después a la plaza de la Thatcher y galardonarla con sus gargajos y zurullos.
Alfonso Ussía (La Razón) se burla del concejal de CiU en el Ayuntamiento de Barcelona
Un pueblerino de Barcelona -Barcelona se ha llenado últimamente de pueblerinos-, concejal de Cultura por Convergencia y llamado Jaume Ciurana, se ha manifestado herido por el homenaje que con trescientos años de retraso ha ofrecido España a don Blas de Lezo. Que atacó Barcelona, dice. Atacó Barcelona porque allí se atrincheraron las tropas del Archiduque en la guerra de Sucesión, las españolísimas tropas partidarias del Archiduque. Además de pueblerino, ignorante y como dice Antonio Burgos, tonto con vistas al mar.
Hay que recordar al concejal Jaume Ciurana que los primeros que bombardearon Barcelona en esa guerra, y dos veces, fueron los barcos ingleses y holandeses aliados del archiduque Carlos de Habsburgo.
CÉSAR VIDAL AHORA ELOGIA A ARAFAT POR NO CEDER ANTE ISRAEL
Como es lunes, algunos columnistas descansan de la política y ofrecen textos con otros temas. David Gistau (ABC), por ejemplo, sale en defensa de la tilde diacrítica en sólo.
De todas las criaturas en peligro de extinción, la que menos compasión inspira es la tilde diacrítica. Concretamente, la que solía motejar el adverbio sólo con una gracia como de flequillo de Tintín que ya apenas sobrevive sino en los escasos renglones que aún resisten a las normas de rendición de la RAE.
Esto no es un artículo, es un manifiesto como los que hace Rosa Montero para concienciar. Denuncio que en ABC se está llevando a cabo una matanza de tildes diacríticas que debe de haber dejado compungidos, llorando lágrimas de tinta, los rostros de los ilustres antepasados que jalonan, como en la galería de retratos de una dinastía, el salón de entrada a la Biblioteca.
En su columna futbolística, Ignacio Ruiz Quintano (ABC) recuerda las quejas de los progres contra el fútbol en el franquismo.
En su día los progres dieron mucha lata contra Roberto Alcázar y Pedrín, pero también la dieron contra el fútbol, «opio del pueblo», decían, con frase de Marx, quien a su vez la había tomado de Heine. El «opio del pueblo» del franquismo consistía en un partido a la semana, y colocaba tanto que hoy ese mismo opio se expende por las mismas manos durante las veinticuatro horas de los 365 días del año (366 si es bisiesto).
Joaquín Luna en La Vanguardia critica la vaciedad a la que conduce la prejubilación, ésa que tanto ansían muchos sindicalistas.
La prejubilación es una putada del Estado de bienestar, que te subvenciona no hacer nada cuando tú lo que quieres es trabajar porque ese mismo Estado te ha inculcado desde pequeñito que sin trabajar no eres nadie. -Hay que reinventarse. Eso me dijo hace poco en un centro comercial barcelonés un conocido de antiguas farras, recién prejubilado. No paseaba un perro ni una raqueta, sino un diario, y por miedo a escuchar las ventajas de la reinvención pregunté qué hacía por allí a media mañana:
-Vengo a ligar. Y se liga. Hay que echar tiempo, que ahora me sobra.
Me alegré mucho y salí pitando hacia la redacción porque aunque me gusta ligar prefiero trabajar y ceder solidariamente las mujeres ligables que me corresponderían a los varones prejubilados, un ejército invisible que cualquier año nos llama a filas.
La columna insulsa la firma César Vidal. De manera asombrosa para un historiador que debe de visitar archivos y hemeroteca, sostiene ahora lo contrario a lo que decía hace unos años o sólo unos meses, como si estuviera convencido de que se han olvidado sus columnas en Libertaddigital.com y sus editoriales en Es Radio y la COPE.
Esto escribe hoy en La Razón sobre la oferta a Yaser Arafat hecha en Camp David.
De hecho, en Camp David se le ofrecieron a la firma unos acuerdos que resultaban inaceptables en la medida en que, por citar algún ejemplo, pretendían prolongar en el futuro estado palestino los asentamientos israelíes protegidos por el ejército israelí que controlaría vías de comunicación específicas convirtiendo a las poblaciones palestinas en islotes aislados por la presencia extranjera.
Un lector sin malicia deducirá que Arafat hizo lo correcto en negar su adhesión a esa trampa. Pero es que hace sólo unos meses, César Vidal elogió las concesiones ofrecidas por los israelíes a Arafat y afirmó que éste había acudido a Camp David después de haber dado la orden a sus milicanos de atacar a Israel.
Barak acudió a la residencia del presidente de Estados Unidos con un paquete de concesiones realmente extraordinario, aunque muchos lo juzgaron insuficiente. Para sorpresa de Clinton y del propio Barak, Arafat se negó a firmar un documento en el que se reconociera el final del contencioso existente entre Israel y los palestinos. No era de conocimiento público, pero en aquellos mismos momentos Arafat había cursado órdenes a sus fuerzas armadas para que desencadenaran una campaña de terror cuya finalidad era provocar mayores concesiones de Israel.
A ver, César, ¿en qué quedamos?, ¿era Arafat un retorcido o un cándido?